Eduardo se dejó caer en la silla con fuerza, ni siquiera se había dado cuenta que se había puesto de pie, pero esa muchacha tenía una habilidad especial para sacarlo de quicio, cosa que era realmente complicado. Alexandra se sentó en la silla frente a él que segundos antes había ocupado Ana.
—Fuiste muy duro con ella —le dijo y él le abrió los ojos.
—¿Justificas lo que hizo? —preguntó y su hermana negó con vehemencia.
—Claro que no, pero se arrepintió de lo que estaba haciendo antes de que lo dijera —Eduardo se recostó pesadamente apretándose el puente de la nariz —ella ya no quería mostrar nada pero tú la obligaste —continuó la mujer y luego pateó la silla de Álvaro que permanecía en silencio —Y tú lo emporaste todo burlándote de ella. Ella tiene razón, ¿Cómo crees que se siente al ver que la única opción de entrar de lleno a este periódico es competir contra alguien que tiene tantos privilegios?
—¿Insinúas que estoy haciendo las cosas mal? —le preguntó Eduardo y ella asintió.
—Lo estás haciendo y es mi deber decírtelo — Eduardo cerró los ojos, Alexandra tal vez tenía razón, pero sus intenciones no eran del todo malas, él sabía lo difícil que era que alguien te diera una oportunidad y no creyó que fuera malo ayudar a un amigo en desgracia.
—Esto es mi culpa —dijo Álvaro después de estar todo el rato en un mutismo voluntario y Eduardo negó.
—Claro que no, eres el menos culpable aquí —le dijo, pero él negó.
—Yo la orillé a esto —dijo —me burlé de ella y de su trabajo, no debí hacerlo, por eso lo hizo, me lo merecía —Eduardo intentó protestar, pero él levantó la mano —ella vale la pena, mira ¿Cómo grabó el testimonio del abogado? Pensé que el hombre ni estaba en el país, ¿Cómo encontró los periódicos y todo lo demás si El Colombiano después de que renuncié trató de borrar el historial? Y todo eso solo por un comentario de alguien. No dejes que ella se vaya, su carrera apenas comienza y yo mismo sepulté la mía, el que debe irse soy yo.
—No seas patético —le dijo Alexandra —este es uno de los periódicos más importantes del mundo, y sin contar con los reporteros que tenemos en los otros países solo tenemos cuatro periodistas para cubrirnos, no podemos andar peleando entre nosotros —volteó a mirar a su hermano —tú dices que los méritos se ganan, ¿no crees que Ana tiene ya suficientes méritos? Se graduó como la mejor igual que tú. Me tomé el atrevimiento de buscar a sus maestros de la universidad, y hermanito, de nuevo te digo que tienes muy buen ojo para esto, esa chica —señalo la puerta por donde salió Ana — es el orgullo de cada uno de sus maestros, no te negaré que puede ser un poco apresurada, pero me recuerda a Elisa y mira hasta donde llegó —Eduardo blanqueó los ojos y le apartó la mirada —solo porque tú penaste para conseguir la oportunidad de tu vida no significa que los demás también tienen qué hacerlo, dale a Ana el lugar que se merece aquí y verás como llevará a In Premiere lejos —Eduardo ladeó la cabeza.
—Lo haré, cuando demuestre con hechos de qué es capaz —le dijo y Alexandra se puso de pie.
—Ciego —le dijo antes de salir de la oficina.
—No quiero causarte problemas —le dijo Álvaro y Eduardo negó.
—No aceptaré tu renuncia, Lexa tiene razón, necesitamos a los mejores y sé que eres uno de ellos —el hombre asintió.
—Ana también —Eduardo se miró las manos un momento, no era tan testarudo como para no aceptar consejos.
—está bien, ella se queda, pero no la ascenderé hasta que me demuestre que de verdad es capaz —Álvaro asintió y se puso de pie.
—Yo le digo, tú preocupate por lo que está pasando con los laboratorios Jábico —el hombre salió de la oficina y cuando Eduardo estaba solo sacó del cajón la hoja de vida de Ana y cuando lo abrió se topó con la foto de la mujer, no pudo negar que la había contratado en parte por ese bonito rostro y el definido cuerpo, también había tenido que ver la forma en la que lo había encarado, no cualquiera hacía eso. En definitiva, ella tenía todo el potencial que él estaba buscando, incluso podría llegar a superar a Elisa en más de una forma. Acarició con la yema de los dedos la foto y susurró muy bajito con una medio sonrisa en los labios:
—Niña tonta.
Ana pateó la puerta del baño con tanta fuerza que le hizo una abolladura, luego se puso de pie y pasó varios minutos intentando quitarla en vano, así que se sentó de nuevo en el retrete y lloró. ¿cómo era que había sido tan ingenua? ¿pensó que la felicitarían por eso? Si Eduardo Tcherassi no hubiera conocido la historia de Álvaro desde antes tal vez lo hubiera despedido. El periodista tenía razón, eso había sido poco ético, demostraba que era envidiosa y mala persona.
Se abofeteó un par de veces para auto castigarse, pero luego entendió que no había sido del todo su culpa, ella al final no había querido hacerlo, y, de no haber sido por la presión que le metió Eduardo, no hubiera mostrado ninguno de esos recortes.
Tomó los papeles y un par de lágrimas cayeron sobre ellos, pero a Ana no le importó limpiar la gota que cayó sobre la imagen de Álvaro, justo en la mejilla, era la nota de disculpa que él había ofrecido y Ana la leyó.
—Es de humanos cometer un error —comenzó el hombre en el artículo —y es de alguien maduro el aceptar el acto y sus consecuencias, por ello, pido disculpas a todos los lectores de El Colombiano por mi reciente nota sobre el abogado Alveiro Faquini, fui apresurado en sacar conclusiones y ofrezco una disculpa pública en busca de enmendar, aunque sea un poco, lo que mi noticia le ha causado a su carrera. En son de intentar hacer lo correcto y enfrentar las consecuencias de lo que he hecho, adjunto mi renuncia al periódico El Colombiano y la hago pública para que cada lector vea que me hago completamente responsable de mi error. De nuevo, una disculpa para todos y espero vernos pronto.
Ana arrugó el papel y lo metió al bolsillo del pantalón, si hubiera leído eso antes, tal vez ni siquiera se lo hubiera mostrado a Eduardo. Los demás recortes del escándalo los lanzó al inodoro y bombeo el baño, no quería volver a ver lo que le había costado el trabajo de su vida.
Salió del baño limpiándose las lágrimas, debía recoger las pocas cosas que tenía en el lugar e irse antes de que la echaran, pero cuando salió, lo primero que se encontró fue el rostro preocupado de Álvaro Soler que la esperaba recostado en el lava manos con los brazos cruzados.
—Este es al baño de mujeres —le dijo y el hombre se encogió de hombros. Ana se miró al espejo, tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Odió que su pálida piel se enrojeciera tan fácil —Puedes burlarte si quieres, me lo merezco —él negó.
—No vengo a burlarme de ti, vengo a pedirte disculpas —Ana lo miró con los ojos abiertos.
—Pero…fui yo quien cometió el error no…
—Si, pero yo te orillé a eso —le interrumpió —yo te molestaba…creo que te envidio, Ana —ella ladeó la cabeza.
—¿Qué podrías envidiarme? Soy una novata que apenas consiguió un buen trabajo lo echó a perder —Álvaro se metió las manos a los bolsillos.
—Creo que es justo eso, tú tienes tu carrera por delante, apenas comienzas en este sueño y este mundo, y a mí ya me devoró, creo que te envidiaba porque lo que más deseo es poder volver el tiempo a cuando tenía tu edad y hacer las cosas mejor —Ana respiró y el suspiró le salió tembloroso.
—Hablas como si tu carrera ya hubiera terminado —él se dio la vuelta y se miró a sí mismo en el espejo, como si pudiera contemplar en sus ojos su pasado.
—Ya terminó, Ana, desde que pasó el escándalo nadie quiso contratarme, pasé meses buscando un empleo, estoy en la ruina y con una mancha que ya no se borrará jamás.
—Pero Eduardo te contrató
—Él lo hizo porque nos conocemos desde hace años Ana, casi desde que somos unos niños. Él sabe que soy bueno en lo que hago, pero contratarme fue arriesgado. Las personas del común casi no lo recuerdan por que el periódico El Colombiano trató de borrar hasta el último artículo al respecto para proteger su reputación, pero todas las personas del medio lo recuerdan bastante bien, no podré llegar más allá de un par de artículos que leerán un puñado de personas, nada más —Ana se quedó mirándolo, con la cabeza gacha y la espalda curvada, y no pudo evitar sentir que un nudo se formara en su estómago. Él tenía razón, una reputación manchada era muy difícil de limpiar, y mucho menos para un periodista.
Ana se acercó y apoyó la mano en la espada del hombre, estaba cálido y logró sentir bajo la delgada tela una espalda firme y dura.
—Sé que podrás levantar cabeza, y vas a mirar sin vergüenza todo lo que has logrado, siento lo que te hago —él asintió con la cabeza y volteo a mirarla, sus rostros estaban bastante cerca.
—Solo me dejé manipular de alguien, y espero poder superar ese error algún día —Ana asintió, pero no fue capaz de mirarlo a los ojos, se sentía sucia y culpable por revivir en el hombre todas esas emociones.
—Iré a recoger mis cosas —le dijo y le acaricio un poco la espalda antes de separarse.
—No, no te vas a ir —le dijo tomándola de la muñeca y girándola un poco para que lo viera de frente —hablé con Eduardo y no va a despedirte, te va a dar otra oportunidad —Ana abrió los ojos y dio un gran salto en el aire, luego abrazó a Álvaro con fuerza, era tan ancho que no alcanzaba a rodearlo.
—Gracias —le dijo y la nariz le ardió nuevamente —después de lo que te hice —Álvaro le devolvió el abrazo y apoyó las manos en la espalda de la muchacha, se sintió extraño, aunque no incómodo, ¿hacía cuanto no lo abrazaban de esa manera?
—No tienes que pedir disculpas, yo sí, te orillé a esto por ser tan arrogante, ¿podrías perdonarme? Ana se alejó un poco y sus narices se rozaron, cosa que asustó a la muchacha que se apartó de golpe como si el cuerpo del hombre la hubiera quemado.
—Perdón, es que a veces me dejo llevar —le dijo y él se encogió de hombros.
—¿Me vas a perdonar? —Ana le tendió la mano y él la tomó alegremente.
—¿Borrón y cuenta nueva? —preguntó y él asintió.
—Borrón y cuenta nueva —se quedaron con las manos agarradas un momento hasta que Ana lo soltó para agarrarse el oscuro cabello.
—Mejor me voy a hacer algo antes de que al jefe le dé por despedirme otra vez —le dijo ella, tenía una radiante sonrisa en el rostro y Álvaro asintió. Ana salió del baño y él se quedó un rato ahí mirándose en el espejo, luego dejó escapar una sonrisa tocándose la punta de la nariz donde aún podía sentir el fugaz roce.
—Esto se va a descontrolar —se dijo en voz alta y el eco de su voz revotó por las paredes.
Ana pasó el resto de la tarde escribiendo y perfeccionando una y otra vez el artículo de las monjas traficantes que esclavizaban a los niños huérfanos, había preparado también la denuncia para la policía, pero no estaba segura de que debía hacer primero, denunciar o publicarlo.
Decidió que lo haría todo a la perfección y luego le preguntaría a Alexandra qué debía hacer
Estaba concentrada en como escribir una palabra cuando el mismísimo Eduardo entró en la pequeña oficina y la otra muchacha que trabajaba con ella contuvo el liento. Ana lo vio acercarse, tenía la mirada puesta en sus ojos y una expresión severa.
—Tendrás solo esta oportunidad —le dijo con firmeza —el lunes quiero sobre mi escritorio a primera hora la noticia del orfanato, y espero que sea lo suficientemente decente —no le dio tiempo a Ana de siquiera asentir con la cabeza, únicamente dio la vuelta y se fue. La muchacha a su lado estaba temblando.
—Es tan sexi —susurró y Ana le dio la razón, y se quedó mirando el respingado trasero del periodista hasta que desapareció por la esquina.
Cuando Ana llegó a casa esa noche estaba terriblemente agotada, las emociones del día le estaban pasando factura y subía las esclareas como si fuera un zombi. Tardó en abrir la puerta y entró a la casa, las luces estaban apagadas y todo estaba en un silencio abrumador.
—Enana —llamó a su hermana por el apodo que ella tanto odiaba, pero la muchacha no contestó. Ana hizo memoria, no recordaba si le había pedido permiso para ir a casa de alguna compañera, y era relativamente temprano para que estuviera durmiendo —¿Luisa? —la llamó dejando las cosas sobre el viejo mueble de la sala. En la cocina se veía una pequeña luz, como si la puerta del refrigerador estuviera abierta, y cuando Ana asomó por la puerta no pudo evitar un grito desgarrador lleno de terror cuando vio a su hermana tirada en el suelo sobre un enorme charco de sangre.
Ana sintió como su cuerpo se entumeció de inmediato, tan fuerte y con tanta violencia que los miembros se le quedaron paralizados. El grito que salió de ella le hirió la garganta y se quedó ahí parada por una fracción de segundo observando el cuerpo de su hermana que parecía estar inerte.—Luisa —preguntó en un susurro y vio como el cuerpo de la muchacha se movió un poco, y solo eso le bastó para que todos los músculos del cuerpo se encendieran como atravesados por una corriente eléctrica que la lanzaron de rodillas al suelo junto a ella —Luisa —le dijo y la muchacha apenas se movió, así que Ana saltó y encendió la luz, la sangre del suelo era de un color muy oscuro y cuando Ana puso la palma de la mano sobre el líquido notó que no era sangre, y cuando lo olió comprobó que no era más que jugo de mora. La mitad del alma regresó al cuerpo de Elisa, la jarra había rodado unos metros más allá y ella se arrodilló de nuevo frente a su hermana sacando el celular del bolsillo y llamando a una
Ana había intentado esa noche dormir lo que más hubiera podido, pero entre estar despertándose para comprobar el estado de su hermana y los nervios por lo que pasaría al día siguiente no pudo pegar el ojo ni por un segundo, así que cuando se levantó en la mañana para ir a trabajar tenía las ojeras diez veces más grandes que el día anterior. Tardó varios minutos en el espejo dejarse medianamente decente.—Te vez horrible —le dijo su hermana desde la cama y Ana dejó escapar el aliento —si no fuera por ese maquillaje asustarías a alguien en la calle —se burló y Ana le lanzó un trapo que le dio justo en la cara.—No olvides que aunque estés en cama puedes hacer tus deberes de la escuela —le recostó y la muchacha ladeó la cabeza con fastidio.—¿Ni muriendo puedo dejar de estudiar? —Ana puso el cuaderno sobre el regazo de la muchacha.—No, ni muerta —cuando salió de casa una llovizna insistente golpeaba la ciudad y tuvo que protegerse el rostro con el paraguas para evitar que el agua le qui
Las rodillas le temblaron, así que se agarró a las telas con fuerza con la mirada fija en el hombre que la miraba desde abajo. —¿Alguien ofrece trecientos cincuenta mil? —preguntó la mujer a través del micrófono y el hombre gordo levantó el cartel. —¡Quinientos mil! —gritó de nuevo Eduardo Tcherassi y toda la audiencia levantó un murmullo generalizado. El hombre gordo miró una última vez a Ana y luego meneó la mano en el aire. —¡Vendida al hombre de traje! —gritó emocionada la mujer ante el micrófono, debía estar que mataba de la emoción, ella se quedaba con el treinta por ciento de todas las ganancias de sus mujeres y por lo que había oído ella sería la venta más cara que habían hecho. Un grupo de mujeres salieron bailando al escenario y tomaron a Ana metiéndola en medio de un baile coreografiado, pero ella solo se dejó llevar como un alma en pena sin fuerza y voluntad. —¡Qué suerte tienes!—le decía una compañera —nunca había visto un hombre tan sexi, está divino —Ana no contestó
Ana se miró en el espejo esa mañana y se sintió terriblemente mal, como si un enorme camión le hubiera pasado por encima del cuerpo.Ya había pasado el fin de semana, cosa que agradeció, quería postergar el encuentro cos Luis Eduardo lo más que fuera posible pero ya era la mañana del lunes y no podía hacer más al respecto que enfrentar la situación. Eran dos adultos maduros que tenían que resolverlo como adultos, solo había sido un poco de sexo, y aunque las circunstancias hubieran sido muy diferentes a una noche de sexo normal, no debían verlo más allá de eso, o al menos eso era lo que pensaba Ana.Esa noche no había llorado mucho, no como estaba acostumbrada, pero sí lo suficiente para quitarse de encima todo el estrés y al otro día no parecía como un mapache por las ojeras que usualmente le aparecían después del llanto, así que para el lunes se encontraba físicamente bien, pero no podía dejar de sentir ese peso y el dolor en el cuerpo que le causaba el estrés.—Pareciera que vas a
Ana estaba sentada en la incómoda silla leyendo los comentarios del periódico, se sentía más activa y con energía. Aunque no tenía aún el dinero para pagar el hospital su trabajo en In Premiere parecía pasar por un buen momento, y si no lograba pagar a a tiempo, ¿Qué podría embargarle el hospital? No tenía nada a su nombre y su sueldo era tan bajo que ni siquiera se molestarían en tomarlo. Únicamente quedaría registrada en el sistema de las personas deudoras del país, pero, ¿qué importaba? No creyó querer sacar un préstamo en su vida, así que se sentía un poco más aliviada, y cuando el teléfono a su lado sonó y fue llamada a la oficina de recursos humanos las cosas no hicieron más que mejorar.—¿Me mandó llamar? —le preguntó a la mujer que apenas levantó la mirada para observarla completamente inexpresiva.—Su contrato será renovado —dijo y Ana no supo cómo interpretar esas palabras, ¿eso sería algo bueno?—Hace muy poco firmé el otro —dijo sentándose frente a la mujer y ella le tendi
Ana observó como Eduardo se ajustó el saco con inseguridad mientras miraba por la ventana. Ana se acercó al escritorio y golpeó con los nudillos el vidrio.—Todo es muy lindo —le dijo a Álvaro que permanecía con la mirada fija y el rostro serio sobre ellos —¿Vez? También me dieron oficina —le dijo y ahora si lo vio reír.—¿Interrumpo algo? —preguntó él avanzando y sentándose con confianza en la silla de Ana frente al escritorio y ella y Eduardo negaron con la cabeza.—Estaba a punto de comentarle a Ana qua amé su historia del orfanato, la publicaré en el periódico esta noche —Ana abrió los ojos mirando a Eduardo y él asintió —ya informé a las autoridades, descubriste un grupo bastante grande de micro tráfico liderado por Gerardo ríos que se hacía pasar por muerto para pasar inadvertido, ya debe estar en prisión —Ana sintió como una sensación cálida le invadió el pecho —te pasaré toda la información para que puliques mañana tú misma la noticia de la captura, tienes trabajo —Ana dio un
Álvaro había llevado a Ana hasta su casa entrando ya la noche, y se había despedido con un sonoro beso en la mejilla demasiado cerca del labio y Ana sintió que se le enrojeció la cara.—¿Crees que podamos salir de nuevo pronto? —le preguntó él y ella asintió, la verdad la había pasado bastante bien con el hombre, incluso la parte en la que le hablaba en el oído en la heladería, tal vez era lo que más había disfrutado, le había hecho descubrir una parte de sí misma que no sabía que tenía, un morbo raro y crudo que le aceleraba el corazón con solo pensarlo y eso le agradó.También disfrutó de levantarle la camisa al hombre para verle los abdominales y que él se pusiera tan rojo como un tomate, estaba claro que no era un completo depredador sexual sin sentimientos y que no le gustaba presumir su mayor atributo para conquistar.—El gimnasio me salvó la vida en una etapa difícil —le dijo cuando Ana le preguntó desde hacía cuanto entrenaba, pero él no le contó más allá de eso, parecía que a
Cuando la camioneta se detuvo Ana se lanzó sin mayor miramientos a la calle, con el corazón acelerado y las piernas temblorosas.—¡Esperen! —gritó desde lo lejos. La calle estaba llena de patrullas de la policía y un grupo de policías arrastraba a una de las monjas esposadas mientras unos diez niños se aferraban a sus hábitos en medio de llantos desgarradores evitando que subieran a la mujer al vehículo —¡Esperen¡ —gritó de nuevo Ana cuando vio que un policía comenzaba a quitar a todos los niños de manera poco delicada, la mayoría no tenía ni los diez años de edad. Los huérfanos más grandes observaban todo desde la acera como paralizados o intentando que los niños pequeños soltaran a la mujer que estaba siendo capturada.Cuando Ana llegó hasta el policía que estaba haciendo llorar a una niña de lo fuerte que le apretaba la muñeca lo empujó con tanta fuerza que el hombre perdió el equilibrio y cayó con las narices sobre el pavimento. Cuando se levantó miró a Ana con una furia abrazador