—No, mamá, no necesitas venir, todo está bien —dijo Mia esperando que su mamá le hiciera caso—. Los visitaré el siguiente fin de semana.—Está bien, cariño. Cualquier cosa no dudes en llamarnos y si te arrepientes, puedes volver en cualquier momento.—No lo haré, mamá. —Pero era bueno saber que siempre tenía un lugar al que volver si es que las cosas salían mal. No es que lo fuera a hacer, parte de crecer era lidiar sola con los problemas que podían surgir.Su madre era la que peor la había pasado con su mudanza y todavía parecía tener la esperanza de que se animara a regresar a casa con ellos. Su padre, por otro lado, aunque no había estado muy contento con la idea de que viviera por su cuenta, no había presentado mucha discusión. Tenía veinticuatro años, cerca de los veinticinco, pero al parece
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