El corazón de Mia, casi una hora después de su encuentro con su vecino, aún seguía acelerado. Esa sí que había sido una aventura. Lo bueno es que había sobrevivido.
—¿Crees que sea uno de esos hombres que se ganan la vida matando personas? —le preguntó a Lulú mientras llenaba su plato—. Porque tiene la apariencia.
Lulú estaba más interesada en devorar sus croquetas que en escuchar su monólogo. Podía mostrarse un poco más agradecida con ella por haberla rescatado, pero ella no era ese tipo de mascota.
—Es bueno que no me asesinara, pero debería mantenerme fuera de su camino solo en caso se arrepienta.
Se sentó a cenar con la música proveniente de sus parlantes de fondo. No era fan del silencio y todavía se estaba haciendo a la idea de no comer en medio de un debate intenso con su padre sobre cualquier tema.
Después de la cena se dirigió a su cuarto y se alistó para dormir. No fue hasta que estuvo frente al espejo, mientras se cepillaba los dientes, que reparó en su atuendo. Se había enfrentado a un hombre demasiado intimidante en su ridículo atuendo. ¿Qué hubiera pasado si él habría llamado a la policía? No estaba segura de querer aparecer en la ficha de registro policial con aquella ropa. No es que fuera vanidosa, pero tenía algo de dignidad.
Aún mortificada, se recostó a su cama. La imagen de su vecino le vino a la mente, otra vez. Si no pensaba en su mirada escalofriante, podía decir con certeza que era sexy. Un nueve de diez o incluso un diez. Su estilo era compatible con el de esos chicos rudos que aparecían en televisión. Tenía una mandíbula cuadrada y fuerte, los pómulos definidos, la piel dorada por pasar algunas horas bajo el sol. El cabello completamente oscuro solo aumentaba su apariencia de peligro. Su vecino era obviamente de esas personas que al entrar en un lugar no pasaba desapercibido y que recibía más atención femenina de la que le gustaría, porque estaba más que claro que era un completo gruñón que parecía odiar cualquier otra forma de vida.
Se lo imaginó con una sonrisa.
—Definitivamente sexy —musitó antes de acomodarse de costado y cerrar los ojos. Al día siguiente era viernes y debía ir a su trabajo. Su último pensamiento fue que le gustaría mucho saber su nombre.
Cuando volvió a abrir los ojos el día estaba cerca. Se había acostumbrado a levantarse temprano y la mayoría de veces se levantaba minutos antes de que su alarma sonara. Cogió su celular, faltaba algunos minutos para las cinco de la mañana, tiempo suficiente para preparar su almuerzo. No era práctico cocinar para una sola persona, pero odiaba comer en la calle. Siempre llevaba su propia comida al trabajo y lo calentaba en la cafetería.
Se levantó, deslizó sus pies dentro de sus cómodas pantuflas y caminó rumbo a la cocina. Estaba pasando por la sala cuando escuchó un ruido en el pasillo. Sin pensarlo demasiado, como casi todo lo que hacía, se encontró dirigiéndose a la puerta, fue un milagro que se detuviera a observar por la mirilla en lugar de abrir la puerta como había sido su primer impulso.
Su sexy vecino estaba afuera cerrando su puerta. Él estaba de espaldas a ella y aprovechó para dejar vagar su mirada por todo su cuerpo. Llevaba ropa deportiva, era probable que estuviera yendo a correr.
Él se dio la vuelta y miró en su dirección. Casi saltó hacia atrás olvidando que no podía verla a través de la puerta. Su rostro se calentó. Era una locura, ¿desde cuándo se había vuelto una colegiala que espiaba a su vecino?
El hombre en cuestión siguió mirando hacia su puerta, como si pudiera saber que estaba allí, pero eso era imposible ¿verdad? Él dio el primer paso para marcharse, pero entonces su celular sonó. Lo miró acusadoramente, era la alarma. Muy oportuna.
Presionó la pantalla con su dedo esperando este se callará y, después de un par de intentos, lo hizo; pero era muy tarde, no había duda de que su vecino sabía que estaba allí. Contuvo la respiración y no se movió ni un solo milímetro. Esperó que él tocara la puerta o como mínimo frunciera el ceño en desagrado; sin embargo, al igual que la noche anterior, su rostro se mantuvo imperturbable. Unos segundos más tarde, que se sintieron como una eternidad, él se alejó por el pasillo.
—¡Rayos! —dijo volviendo a respirar con normalidad—. Lo mío sí que es suerte.
Permaneció detrás de la puerta tratando de recuperarse. Un poco más tranquila se dio vuelta y se enfocó en sus asuntos, la vergüenza había desparecido para cuando salió de su departamento. Miró la puerta de enfrente rezando porque su vecino no saliera. Lo había escuchado regresar media hora atrás, pero se había mantenido lejos de la mirilla. Un esfuerzo demasiado grande. Su parte curiosa no era algo fácil de controlar.
Caminó hasta el metro y llegó justo a tiempo. Tenía un auto en casa de sus padres, su regalo de cumpleaños veinticuatro, hace casi un año. Pero no tenía donde dejarlo aparcado y además prefería caminar. Tal vez viajar en el metro en hora pico no era de lo más divertido, pero podía lidiar con ello, no es como si fuera muy lejos. Se había asegurado de que mudarse a un lugar cerca de su trabajo.
—Hola, Mia —la saludó la asistente del jefe y su mejor amiga, Zinerva, apenas la vio. Ella era su mayor por dos años y se habían conocido cuando ella empezó a trabajar para industrias Farmifal.
Recorrió con la mirada el lugar, aún estaba un poco vacío, solo había un par de personas más. Se fijó en el reloj de pared, el resto no tardaría en llegar.
Farmifal era una de las industrias farmacéuticas más grandes del país y su lugar de trabajo desde hace un tiempo. Mia trabajaba en el área de investigación. Ella había encontrado en la química la manera de satisfacer su constante necesidad de buscar nuevos retos y saciar parte de su curiosidad.
—Hola, Zinerva. ¿Cómo estás?
—Mi novio y yo peleamos —musitó su amiga bajando la voz con una mueca de tristeza en el rostro. Había unas ojeras debajo de sus ojos que no había notado a primera vista.
—Oh, lo siento —dijo, aunque había otras cosas que quería decir. A veces, en contadas ocasiones, podía contenerse y no soltar todo lo que pasaba por su cabeza.
Su propósito como amiga era escuchar y consolar, incluso cuando había perdido la cuenta del número de discusiones que su amiga había tenido con su enamorado. Antes de que pudiera preguntarle qué había sucedido, sus compañeros de trabajo comenzaron a llegar y le dijo que hablarían en el almuerzo.
Durante la mañana se concentró en su trabajo. Siempre había mucho que hacer, pero él día anterior su equipo había terminado con uno de sus proyectos y el ambiente ahora era más relajado.
—¿Qué fue lo que pasó con Nicolás? —preguntó más tarde, mientras ella y su amiga se sentaban a almorzar.
Su amiga hundió un poco los hombros.
—Anoche regresó cerca de la media noche con olor a alcohol y perfume barato. Cuando le pregunté donde había estado intentó mentirme.
Nicolás era el tipo de hombre que no estaba hecho para relaciones estables, aunque fingía que sí y para demostrarlo estaba con Zinerva. Como si fuera poco, siempre estaba haciendo algo que hacía sentir a su amiga como si no fuera suficiente. Las pocas veces que se habían tenido que juntar los tres, ella se había limitado a mantenerse callada. No tenía nada bueno que decirle al bastardo.
Su padre siempre decía que, si no tenías nada bueno que decir, lo mejor era el silencio. En caso de Nicolás era eso lo que hacía, aunque no estaba tan segura de lograrlo la próxima vez. Alguien debía poner en su lugar a ese bastardo.
No entendía porque su amiga no lo dejaba. Se lo hubiera dicho, pero ese no era el momento, no cuando ella parecía tan afectada. Eso no quería decir que no buscaría un momento adecuado para tratar de hacerle ver que tal vez su relación ya no funcionaba.
—Él no te hizo daño ¿verdad? —preguntó.
Mia siempre temía el momento en que Nicolás no controlara su carácter y dañara de alguna manera a Zinerva. Por su bien esperaba que ese día no llegara.
—No. Él no haría eso. —Se suponía que la ingenua era ella. Su amiga sonrió antes de cambiar de tema—. Ya basta de mis problemas ¿qué hay sobre ti? ¿Ya hiciste algún amigo en el lugar dónde vives?
Su pregunta de inmediato le hizo pensar en su vecino. Había logrado olvidarse de su existencia por toda la mañana. ¿Él podía considerarse como un nuevo amigo? No, definitivamente no. Si acaso era lo opuesto.
—No, pero…
—¿Qué pasa? Tienes esa mirada en tus ojos.
—¿Cuál?
—La que pones después de haber hecho alguna de tus travesuras. —Zinerva sonrió, por la forma que lo habló la hizo sentir como una pequeña.
—No soy una niña —musitó—. Como sea, ¿quieres que te cuente o seguirás fastidiándome?
—Está bien, lo siento.
Mia le contó sobre todo lo sucedido del día anterior. Se guardó para ella lo sexy que le pareció su vecino y como lo había espiado por la mañana. Cuando terminó de hablar, su amiga se estaba tratando de ocultar su risa y fallando miserablemente.
—No puedo creer que hicieras eso —le dijo ella.
—Yo creí que nadie vivía allí —trató de defenderse.
—Deja que tu mamá se entere —le dijo Zinerva aún más divertida.
—Lo bueno de ya no vivir con mis padres, es que ya no tienen que enterarse de todo lo que hago. No puedo creer que esperé tanto para mudarme.
—Qué bueno que lo hiciste, apenas llevas una semana viviendo sola y ya te infiltraste en un departamento ajeno y casi terminas muerta a manos de un posible asesino a sueldo. —Su amiga se estaba divirtiendo bastante con todo eso—. Bueno, después de esa presentación, no creo que ser amiga de tu vecino sea una opción.
Soltó un suspiro y sonrió. Aún si no se hubieran conocido bajo esas circunstancias, dudaba que su vecino habría querido ser su amigo.
Giovanni no dejó su departamento en todo el día más que para su usual carrera matutina. Estaba acostumbrado a la actividad y era difícil quedarse sin hacer nada; pero no se había sentido con ánimos de ir a su empresa y mucho menos de ver ningún rostro conocido, en su lugar había optado por quedarse en casa. Su compañía de guardaespaldas podría sobrevivir sin él por unos días más. Además, había dejado a su amigo a cargo por si algo sucedía. Después de todo, desde hace unos meses su único trabajo era ir y supervisar que la compañía siguiera en pie. No era precisamente de su agrado, lo suyo estaba en el campo de acción y, aunque seguir personas de un lado para otro no era igual de emocionante, al menos era mejor que estar sentado detrás de un escritorio. Su celular vibró en la mesa y se acercó para tomarlo. Era un mensaje de Luka, su mejor amigo. >, decía el mensaje. Un esbozo de sonrisa apareció en su rostro. Luka siempre se preocupaba por el resto. Los dos se habían co
Como era viernes por la noche y al día siguiente no tenía que trabajar, Mia estaba aprovechando para terminar de desempacar. No quería seguirlo postergando más. Pero le estaba tomando más tiempo del debido, no solo porque se distraía con los recuerdos que algunos de sus objetos le traían, sino también porque quería encontrar el lugar perfecto para cada uno de ellos. No se había traído todas sus cosas con ella, solo las necesarias para hacer de ese lugar su hogar.Estaba colocando algunas fotos en los estantes de su sala cuando la luz se fue. La habitación quedó apenas iluminada por el brillo de la pantalla de su celular que estaba reproduciendo un video. Cuando hacía algo le gustaba bastante escuchar alguna música y a veces se entretenía bailando. Caminó hasta él y lo tomó, vio que ya no le quedaba mucha batería y con su ayuda fue hasta s
—No, mamá, no necesitas venir, todo está bien —dijo Mia esperando que su mamá le hiciera caso—. Los visitaré el siguiente fin de semana.—Está bien, cariño. Cualquier cosa no dudes en llamarnos y si te arrepientes, puedes volver en cualquier momento.—No lo haré, mamá. —Pero era bueno saber que siempre tenía un lugar al que volver si es que las cosas salían mal. No es que lo fuera a hacer, parte de crecer era lidiar sola con los problemas que podían surgir.Su madre era la que peor la había pasado con su mudanza y todavía parecía tener la esperanza de que se animara a regresar a casa con ellos. Su padre, por otro lado, aunque no había estado muy contento con la idea de que viviera por su cuenta, no había presentado mucha discusión. Tenía veinticuatro años, cerca de los veinticinco, pero al parece
Giovanni notó el pánico en los ojos de Mia, era demasiado trasparente con sus emociones. Ella lo miraba como si fuera un auto que la atropellaría en breve; sin embargo, no se movía. Solo con intención de prolongar su sufrimiento, se tomó su tiempo para bajar el frasco. Era su manera de vengarse. Le había advertido que se mantuviera lejos de su departamento, pero ella había decidido ignorarlo deliberadamente.Cuando terminó de retirar el frasco, el rostro de Mia reflejo confusión, para luego pasar al entendimiento. Ella le dio una mirada amenazante, o al menos su versión de una. Había visto una infinidad de cosas que daban más miedo que ella.Para alguien culpable era muy buena para mostrarse ofendida. Si alguien era culpable de algo allí, era ella; pero por la forma en que lo estaba mirando parecía que fuera todo lo contrario.—Mi mamá hace las m
—Muchas gracias por invitarme —dijo Mia mirando a Luka.Su amigo estaba levantando todos los servicios para llevarlos a lavar. Mia se había ofrecido a hacerlo, pero ambos hombres se habían negado. A diferencia de Luka, sus motivos habían tenido que ver muy poco con cortesía y, por la mirada que se ganó, podía decir que Mia lo sabía. —De nada —dijo sonriendo Luka—. Déjame acompañarte hasta la puerta.—Lo haré yo —se ofreció.Mia lo analizó con la mirada como si sospechara de sus motivos, pero pareció llegar a la conclusión de que estaba a salvo porque se puso de pie y recogió su cartera.—Nos vemos en otra ocasión —dijo ella acercándose a Luka y le dio un beso en la mejilla.—Eso me gustaría —dijo él.Mientras que no usaran como luga
Giovanni revisó los documentos que tenía en mano. De los diez candidatos que se habían presentado para llenar el par de puestos que estaban disponibles, solo cinco cumplían con todos los requisitos. Presionó teléfono para comunicarse con su secretaria. —Haz pasar al primero, por favor —pidió. —Sí señor. El primer hombre entró poco después y dio comienzo a la entrevista. Esperaba no tardar demasiado, pero apresuraría las cosas. Les hizo las preguntas de rutina. La mayoría de ellas, no eran demasiado relevantes. El propósito de las entrevistas era tener el tiempo de conocer a cada uno de los candidatos. Ellos podían dar respuestas falsas a sus preguntas; pero sus actitudes y reacciones mientras lo hacían, no era algo que pudieran cambiar. Giovanni estaba en busca de personas en las que pudiera confiar la seguridad de sus clientes, ellos eran muy importantes y tenía que asegurarse de que cada hombre y mujer que contrataba para cuidarlos podía hacer lo necesario para protegerlos. No
Mia caminó hacia la salida con Zinerva a su lado. Ella no dejaba de hablarle de Vico… o era Rocco. Un nombre que terminaba algo así. La verdad había dejado de prestarle atención en cuanto dijo que era un amigo de su novio. Gente como él no podía tener buenos amigos.—¿Entonces qué dices?—¿De qué? —preguntó.—No estabas escuchando. —Su amiga tenía una sonrisa divertida—. ¿Saldrás con él?—Oh, eso. —Zinerva le había dicho por la mañana que tenía un conocido al que le gustaría presentarle. Se habría agarrado a la excusa del trabajo sino fuera porque su amiga le había dicho que sería el sábado—. No estoy segura, el trabajo…—Eso es lo que te estaba diciendo, que lo vieras el viernes así no tendrías problemas con lo de levantarte temprano al día siguiente. Te prometo que es un buen tipo.Teniendo en cuenta el criterio de su amiga para juzgar a algunas personas, era comprensible que tuviera dudas sobre su definición de “buen tipo”. Sin embargo, n
La vida era más fácil cuando todo seguía un orden y una planificación. Era así como le gustaban las cosas a Giovanni. La improvisación y las sorpresas no traían buenas consecuencias. Pero al parecer Mia no pensaba igual que él. Era como si ella viviera en su propio mundo, bajo sus propias reglas. O para ser más precisos, bajo la ausencia de ellas.Se preguntó, si ahora que la había conocido, existía la mínima posibilidad de que desapareciera antes de convertir su vida en un desastre. Lo dudaba seriamente. Apenas había trascurrido una semana desde la primera vez que la vio y ya sentía que algo estaba cambiando.La observó mientras entraba en su departamento dejando la puerta abierta detrás de ella. El mensaje era claro. Lo iba a obligar a ir a decirle en persona a su mamá que no podía unirse a ellos, porque estaba seguro, como que la tierr