Epílogo

Giovanni miró a su hija en brazos. Era tan pequeña y muy hermosa. La enfermera la había traído unos cuantos minutos atrás en una cuna y luego le había ayudado a sostenerla, lo cual fue algo bueno. Él todavía tenía miedo de sujetarla con demasiada fuerza, se veía tan frágil y tenía miedo de romperla.

El trabajo de parto había durado alrededor de diez horas y casi había perdido la cabeza cada vez que Mia lanzaba un grito, pero se había mantenido impasible repitiendo en su mente una y otra vez que todo estaría bien.

Cuando su hija por fin vino a este mundo, lanzando un grito que no dejó dudas de la fortaleza de sus pulmones, por fin se había sentido capaz de respirar tranquilo. Luego había sostenido a su hija y ella la había tomado de un dedo con más fuerza de la que hubiera esperado para alguien tan pequeña.

Una

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