La sala tenía forma de rectángulo. Sus paredes eran muy altas, a groso modo, podía calcular que pasaban los diez metros de alto y ocho de ancho. Nos encontramos cerca de la puerta que daba a esa sala, por su forma deduje que era la sala del trono. Muchos banderines de color morado decoraban los laterales de la sala. Las paredes tenían un color amarillo pálido. Justo en frente nuestra había unas vidrieras que representaban una espada y un ser saliendo de ella. Demasiado turbio. El trono que estaba situado debajo de ellas, estaba cubierto con unas mantas que eran grises. Lo que me resulto extraño era el silencio que había en ese sitio. Nunca había estado en un castillo pero siempre me lo imaginé lleno de vida, con gente de un lado a otro o soldados en los patios entrenando o en cualquier otro sitio. Pero el silencio era tal que mi respiración se oía en toda la sala, incluso las pezuñas de Will se oían repiquetear en el suelo de mármol. —¿Y la gente?—preguntó Lily al ai
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