La primera vez que estuve con un hombre me sentí de muchas formas. Estar expuesta y a pleno tacto, fue algo que le reproche a mi cuerpo muchas veces. ¡Después lo supere! Al principio, quitarme la ropa interior frente a un hombre era algo que me hacía sentir nerviosa, vulnerable y rota. Después se volvió algo vacío. Aprendí que desnudar mi cuerpo era solo eso, mostrar piel, causar excitación en el sexo de los hombres y esto solo duraba unas fracciones del tiempo. ¡Era cierto! No me gustaba para nada ser una prostituta. Me sentía como una basura, un objeto simple, muy insignificante y sin valor. Pero después del sexo y los diferentes hombres que me tocaban, yo siempre necesitaba ánimo. ¿Quién me lo daría? ¿Quién se sentaría junto a mí para animarme a no rendirme? Entonces comprendí que mi cuerpo desnudo era algo que pertenecía de forma fugaz a los hombres, pero, mis sentimientos y emociones eran algo que no podía y no debía desnudar ante ellos. ¡Sí! Aprendí a se
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