La casa de los padres de Ángel era increíble. Muy bonita, moderna y lujosa. Casi no tenían muchas cosas, solo lo necesario y la decoración era, cómo le dicen, muy minimalista. Aurora tenía lista la mesa. El padre de Ángel le pidió que lo acompañará bebiendo un poco.
—La casa no es la misma desde que los hijos se van —dijo ella.
Estábamos en la cocina. Me ofrecí a ayudarle sirviendo los platos.
— ¿Cuántos hijos tiene? —le pregunté.
Ella tenía un delantal puesto. Sus aretes eran de oro y al igual que su hijo, ella también sonreía de forma muy elegante.
—Tres. Tuve tres hijos. Uno ya se casó, la otra está a punto. Y Ángel. Mi Angelito es libre aún.
La forma en que ella miraba a su hijo me transmitió mucho cariño, ternura, amor. ¡Yo nunca tuve eso! Ángel era su hijo menor.
—Supongo que está contenta por la boda de su hija.
—Si. Aunque siendo sincera, mi futuro yerno no es de mi agrado. Pero bueno, yo no me voy a casar con mi yerno, Claudia es la que tendrá que soportarlo cada día. ¡Ella sabe lo que hace! Después de todo ya es toda una mujer adulta.
Reímos. La forma tan simple y fácil de decir las cosas me sorprendió, Aurora era una mujer sin filtro. Nos sentamos a comer. Ella había preparado crema de lenteja y tinga de pollo con tostadas. ¡La tinga era lo mejor! El sabor de la comida me hizo desear querer aprender a cocinar.
— ¿Y hace cuánto que se conocen? —pregunto Samuel.
Su pregunta me tomó desprevenida. ¡Que tenía que responder!
—Hace como un año. Nos conocimos en un viaje —respondió Ángel.
Baje la vista a mi plato y di mi último bocado de tinga.
— ¿Y se divirtieron? —pregunto Samuel.
Era mi turno de hablar.
—Si. Bueno al principio fue un poco complicado. Pero después todo se volvió bueno. ¡La pasamos muy bien!
Ahora yo era cómplice de Ángel. ¿Por qué había decidido no contar la verdad? Ahí pude notar más que nunca la empatía de Ángel.
—Muy bien. Pues deberíamos salir algún día como familia.
¡Caramba! Querían que yo fuera parte de su familia. Eso sí que no me lo esperaba.
—La verdad es que me siento contenta de que estés aquí con nosotros. Hace tiempo que Ángel no traía alguna chica a nuestra casa. Me siento contenta, no sé, como muy tranquila de ver feliz a mi hijo.
¿Por qué se sentiría así doña Aurora? Ángel se ruborizo un poco. Lentamente se giró a mirarme. Estábamos sentados en el mismo lado de la mesa. ¿Él era feliz conmigo? ¿Acaso no era demasiado pronto para pensar en cosas como esa?
— ¡Gracias! La verdad es que han sido muy amables conmigo y eso es algo que realmente me hace sentir tranquila. De cierto modo, cómo que la entiendo, yo también me siento feliz de haberlos conocido.
Ella sonrió.
Al terminar la comida y devorar el postre, Aurora me invitó a su estudio. Un salón muy elegante con toques decorativos sencillos. Me ofreció una copa de vino, las dos nos sentamos en los sillones de gamuza color chocolate. La tela era muy suave.
—Sé que Ángel te presento como su amiga y eso me da gusto. Pero me gustaría saber más sobre su relación. Obviamente estás en confianza querida y por eso quiero preguntarte algo. ¿Realmente son amigos?
¿Qué debía responder? La bondad de estas personas comenzó a hacerme sentir culpable por no haber dicho la verdad sobre cómo es que Ángel y yo nos conocimos. ¿Debía ocultar mi pasado? ¿Me juzgarían cruelmente? ¡Qué más da! Debía ser yo quien le diera a la nueva Karol la oportunidad de ser sincera la mayor parte del tiempo. Era hora de decir la verdad.
—Si. Somos amigos. De hecho, Aurora yo, tengo que confesarle algo. Hace rato que su esposo nos preguntó sobre cómo fue que nos conocimos, Ángel mintió. Sé que él es un buen muchacho y me ha ayudado bastante. Resultaba que hace tres días que nos conocimos.
Ella se sorprendió, pero me siguió escuchando. No me interrumpió.
—Yo estaba escapando de un hombre que me perseguía y en ese momento me estampe contra la camioneta de Ángel. Me sentía asustada, me dolía el cuerpo y al final casi no logro escapar. Le pedí ayuda a Ángel y aunque es cierto, su mirada estaba sorprendida pues nunca nos habíamos visto y aún, pudiendo dejarme ahí, él decidió ayudarme. Mi intención era escapar de aquel lugar y Ángel me ayudó. Le conté mi historia cuando ya estaba fuera de peligro. Él me escucho, no me juzgó y no me trató como un objeto. Aurora, yo escapé de un prostíbulo al que por muchos años me vi obligada a estar. Yo era una prostituta hace tres días y aunque le supliqué muchas veces a Ángel que me dejara en una gasolinera, se negó a dejarme abandonada. Le dije que él debía seguir con su camino y yo debía continuar con el mío. Entré tanto ruego mío, él me pidió que fuéramos amigos. Pensaba rechazarlo porque pues él es un buen hombre y yo soy, nada. No quería y no quiero ocasionarles problemas, si es que mi presencia les es una molestia, entiendo perfectamente que deberé irme. ¡Aurora lo siento! Esa es la verdadera historia de cómo es que yo conocí a su hijo. ¡Discúlpeme por no haber sido sincera hace rato en la mesa! No es mi intención mentirles.
Ella me miraba de forma tranquila, meneo su copa por algunos segundos y su semblante parecía sereno. Dio un trago de vino, se acomodó en el sillón y entonces me dijo algo que yo no esperaba escuchar.
— ¿Y él ha cuidado bien de ti?
Emocionalmente me quedé pasmada. ¿Enserio estaba preguntándome eso?
—Me ha cuidado demasiado bien. En verdad yo...
— ¡Tranquila! Yo, de verdad lo siento. Lamento mucho lo que has vivido y me da gusto que ahora estés mejor. No conozco las circunstancias por las cuales tú estabas allí sufriendo y realmente, me alegro el que ahora puedas estar con nosotros. Dime, ¿Puedo hacer algo por ti?
Resulta que no todas las personas reaccionan cómo nosotros imaginamos. Nuestros pensamientos y estereotipos son erróneos cuando no nos esforzamos por pensar más allá de lo superficial. ¡No todas las apariencias engañan y muy pocas son extraordinarias!
—Todo está bien. En serio. Su hijo ya ha hecho bastante por mí y soy yo quien está en deuda.
Ella sonrió.
—Dos años pasaron desde que él trajo a una chica a mi casa. Ella era su prometida. Daniela, una chica aparentemente agradable, pero en el fondo fue tan arrogante que termino rompiendo el corazón de mi hijo. Desde ese momento él no sonreía, no salía a fiestas y cuando venía a casa, regularmente sus ojos no brillaban. ¿Cómo pudo cambiar tanto mi hijo en tan poco tiempo? ¿Cómo pueden tres días iluminar el corazón de una ruptura de hace dos años? Ayer en la fiesta yo los vi en la mesa de dulces y la escena se volvió turbia de pronto. Sé que conociste a Daniela. También sé que defendiste a mi hijo. Pero sobré todo sé que eres una buena persona por qué no eres arrogante y eso me importa mucho. Te lo digo enserio. Podrías sentirte tocada por Dios porque realmente eres bonita y con hermosa figura, podrías haber aprovechado la oportunidad de estar con mi hijo para convertirte en alguien importante, tengo la corazonada de que eso no te importa en lo más mínimo. ¡Gracias por aceptar la propuesta de mi hijo!
—No tiene que agradecer Aurora, yo le agradezco por haberme invitado a su casa y por mostrarme bondad y cariño. ¡Le agradezco de todo corazón!
***
Ángel conducía de regreso a casa y no podía dejar de pensar en lo que su madre me había contado acerca de su historia de desamor. ¿Realmente se iba a casar con esa chica? ¿Por qué termino con el corazón roto? Ángel era ese tipo de chicos con los que podrías sentirte segura, inspiraba confianza. Es verdad, Ángel es un hombre y dicen que todos los hombres son iguales. Pero pienso que las chicas que dicen eso de los hombres, lo dicen por qué seguramente no son capaces de buscar algo que valga la pena. ¿Qué cosas se yo sobre el amor? Creo que el amor es algo que no se ha cuidado últimamente, se ha desprestigiado y se ha convertido en una labia que las personas usan para engañar.
— ¿Quieres ir a caminar? —me pregunto él.
Le preste atención.
—Mmmmm si claro. No tengo a donde ir, así que es una buena idea.
Él asintió y sonrió. Su piel blanca parecía de porcelana con los rayos del atardecer. Detuvo el auto justo enfrente de un parque.
—Este es el parque del arte. Suele estar muy tranquilo a esta hora del día.
Había muchos árboles y pasto. Un lago artificial con gansos de verdad y lirios acuáticos. Él viento era fresco y la puesta del sol comenzaba a aproximarse.
—Es bonito. Que padre que hayan hecho un lago.
—Si. Ojalá fuera natural.
—Pues para mí parece natural. La verdad es que nunca he estado en algún lugar natural, no conozco algún río y el mar es algo que nunca me ha tocado.
Él me miró de forma curiosa, cómo si el brillo de sus ojos fuera la guirnalda de su sonrisa. ¡Su bonita sonrisa con hoyuelo!
—Algún día iremos. ¡Te lo prometo!
Comenzamos a caminar. La tarde era bonita. Él me había pedido que bajará con mi regalo. Aún no lo había abierto. Nos sentamos debajo de un árbol, los gansos se estaban bañando en el agua. ¡Se veían muy coquetos!
—Creo que ahora sí. Ya puedes abrir tu regalo.
Asentí. Saque la caja de un bolsillo de mi pantalón. ¿Cómo que un bolsillo del pantalón? Pues sí. Metí la caja dentro del bolsillo y lo hice con mucha presión. Pues ahora era el momento de abrir esa caja.
—Antes de abrirlo, quiero decirte algo.
Él asintió.
—Adelante. Te escucho.
—Realmente no era necesario que comprarás un celular para mí. Y no solo eso. Has hecho muchas cosas por mí en tan poco tiempo, quizá esas cosas sean insignificantes para ti, pero para mí no y por eso es que estoy en deuda contigo. Me la pasé súper bien con tu familia, tu mamá es increíble. ¡Gracias por intentar ocultar la realidad!
Él asintió. Se quedó mirando unos segundos hacía él frente, hacía él pasto.
— ¿Qué te ha dicho mi madre? —Preguntó con curiosidad—. Sabes, ella no suele invitar a nadie a su estudio. Seguro que le caíste bien.
¡Orales! Yo le había caído bien a la señora Aurora.
—Pues platicamos de varias cosas. Me invitó un poco de vino y decidí contarle la verdad.
Sus ojos se abrieron como platos.
— ¿La verdad? ¿Le contaste como nos conocimos?
Asentí. Supongo que no tenía razón para sentirme avergonzada. Sí, debía olvidar el pasado, pero en parte el resultado de lo que soy ahora tiene mucho que ver con la persona que fui en años atrás.
— ¡Si! Le dije la verdad sobre mí y del porque es que somos amigos. No me sorprende que tú seas muy bondadoso, tú madre, es decir, tus padres te educaron bien y eso es algo bonito. ¡Eres una buena persona!
Parecía contentó al recibir un halago de mi parte.
—Creo que a veces no me siento como una buena persona. Pero agradezco mucho tu opinión.
Entonces abrí la cajita. La pantalla brillaba con la luz de la tarde y al sacarlo del empaque, me sentí muy emocionada. ¡Era de color morado! Él me pidió que lo prendiera. Lo encendí y al instante una manzanita mordida apareció en la pantalla. Después él me ayudó a configurarlo y finalmente, termino anotando su número se celular en mis contactos.
—Bien. Pues creo que ahora tengo que explicarte sobre el empleo que encontré. Y bueno, antes de que te explique, necesito que me respondas algunas preguntas.
Dirigí toda mi atención hacía él. Me sentía tranquila.
—Está bien. Pregúntame.
— ¿Alguna vez te has enamorado? Y. ¿Cómo me describirías en una sola palabra?
¡Vaya! Sus preguntas me sorprendieron. Sonreí. Baje la mirada y comencé a pensar en que responder. Después de unos segundos, comencé a hablar. Su mirada estaba atenta a mi respuesta, al movimiento de mi boca.
—Si me he enamorado. Una vez. Bueno. No sé si realmente pudiera llamarlo enamoramiento, porque resulta ser que nunca llegamos a ser más. Hablábamos. Nos contábamos cosas. Él cuidaba de mí. Puedo decir que los dos nos teníamos confianza —hice una pausa—. Y sobre tu segunda pregunta. ¡Mmmm! Empatía. Esa palabra usaría para definirte. Resulta ser que la empatía es algo que nos impulsa a actuar y al actuar hay más factores. Pero el factor principal es la empatía y esta predomina en ti.
Él parecía meditar en mis palabras. Estábamos recargados contra el tronco, nuestras manos tocaban el pasto y el atardecer era bonito.
—Gracias por pensar así de mí. Creo que no había visto esa definición en mí. Me hiciste pensar en mis acciones —dijo—. Y bueno, ¿Qué pasó con él? Me refiero al chico del que me has hablado.
Estar en el parque me transmitía mucha paz.
—Su nombre es Román. Parece que tú y el tienen la misma edad. Él era mi custodio, mi vigilante. El padrote lo asignó a cuidarme y eso es lo que hacía. Me traía de comer. Me llevaba al sanitario. Me traía la ropa que debía usar. Me esperaba en casi todo lo que yo hiciera. Y sí, a veces hablábamos. Había madrugadas en las que él me pedía estar a solas nosotros dos y no, no me pedía acostarse conmigo. Él nunca me trató como prostituta, creó que a pesar de estar en circunstancias negativas, él siempre me veía como una persona, no cómo objeto. En esas noches platicábamos de nosotros, de nuestro pasado y los recuerdos. Y a veces simplemente le gustaba verme escribir, me recargaba contra el muro y apoyaba mi pluma contra un cuaderno que él me había conseguido. Con el paso del tiempo comenzamos a planear escapar de ahí juntos, pero al final él no quiso llevar a cabo el plan. Supongo que el padrote lo tenía más vigilado a él que a mí. La noche que decidí escapar, Román me pidió la noche. No pudimos estar juntos. Le dije que me iría y él prometió encontrarme. Le di mis aretes como garantía.
Recordar a Román me hizo sentir bien. La verdad era que yo nunca compartía mis pensamientos y sentimientos con alguien que no fuese Román. ¡Pero está vez era Ángel quien me estaba escuchando!
— ¿Crees que él sea capaz de encontrarte?
— ¡No lo sé! A veces la vida no siempre es como queremos que sea. Puede que si me encuentre. O puede que no.
Él asintió. Se giró a mirarme detenidamente y sonrió.
—Es verdad. Eso lo entiendo perfectamente.
Ahí pude notar que aún había rastros de dolor en su corazón. Que era verdad que su corazón aún no se había unido y que el daño emocional que ella le causo, quizá fue más grande de lo que yo pudiera imaginar.
—Por eso quiero pedirte algo. Es un trabajo muy importante para mí y te lo pido a ti por qué somos amigos y porque acabo de descubrir que te gusta escribir. Quiero que escribas sobre lo que tú piensas, miras y sientes cuando estoy contigo. En parte se que piensas que yo soy una buena persona, pero ¿realmente lo soy? Se que tú eres la más indicada para éste trabajo, por qué desde el principio nunca te viste interesada en mi estatus o en mi dinero, es más, ni siquiera sabías quién era yo. Y aun sabiendo quien soy, eres sincera conmigo. ¡Creo que tú eres lo que estaba buscando!
Esa noche al entrar a mi habitación, me sorpr
¿Cómo debe ser el primer amor? Supongo que el primer amor debe ser sincero, coqueto y con una pizca enorme de pudor. ¿He tenido mi primer amor? No lo creo. Nunca he tenido una relación amorosa con nadie y creo que aún no estoy lista para amar a alguien. A la mañana siguiente no pude evitar sentirme emocionada y sorprendida. Resultaba que Ángel había preparado el desayuno. Jugo de naranja. Hot cakes. Chilaquiles verdes. Gelatina. ¿Enserio? ¿Este hombre era de verdad? ¡Pues si! Él era de verdad y su sonrisa también. Me pidió que me sentará a su lado en la barra que estaba en la cocina. Esta vez no llevaba puesto su traje o su camisa y era la primera vez que lo veía tan holgado. Tenía puesta una playera de algodón negra y un pantalón de pijama con muchos cuadros de colores azul, naranja y blanco. Sus pies estaban descalzos. — ¿Cómo aprendiste a cocinar? —le pregunté curiosa. Él masticaba un hot cake.
— ¡A que te gano en llegar a la playa! —me dijo. Estaba retándome. Su mirada me gustó, tenía un toque de picardía y juego. —No lo creo. Y entonces corrí hacia la puerta, la abrí rápidamente y salí de nuestra habitación. Él venía atrás de mí. Baje las escaleras a toda velocidad, mi respiración se aceleró rápidamente y el sudor no tardó en aparecer sobre mí cuerpo. Eran las cinco de la tarde cuando atravesamos la recepción de la casa. Me estaba riendo mucho y la emoción era inmensa. Cuando la arena apareció, mis pasos se atascaban a causa de mis tenis que traía puestos. El viento soplaba fuerte y la brisa del mar se sentía muy bien. Llegué primero. Me detuve ahí donde la última ola d
Después de cenar y beber un poco, volvimos a la habitación. Ya eran las once treinta de la noche y mis ganas de dormir eran fuertes. Ángel me acompañaba, la noche estaba tranquila. Caminábamos hacia la recepción, empezamos a subir las escaleras y justo cuando íbamos para nuestra habitación, una de las otras puertas del pasillo se abrió. Un hombre salió de ahí y se nos quedó mirando unos segundos. La intensidad de su mirada me hizo empezar a recordar. —Hola Ángel, hace tiempo que no nos veíamos —le dijo él. Nos detuvimos frente al hombre. Parecía ser un tipo serio. —German, ¿cómo te trata la vida? —Muy bien. Ya sabes, ahorita el negocio de los jitomates está en su pleno apogeo. German dirigió su mirada hacía mí. Parecía ser un tipo arrogante. Alzó su mano izquierda para rascarse y en ese instante, justo ahí lo vi de nuevo. Un anillo de oro que significa la señal de estar
— ¡Lamento que él estuviera aquí! Digo, no pensé que tú y él... —Descuida. Estoy bien. Me sentí bien está mañana. Al menos ya le dije sus cosas. Él volvió a reír. — ¿Segura que no te hizo daño? —Por supuesto. ¿Por qué me haría daño? Aparentemente no tengo nada que él pueda hacerme o quitarme. Seguíamos caminando por el muelle. Eran como las seis de la tarde. —Ahí te equivocas —dijo en un tono neutro. Pensé en sus palabras. — ¿Por qué me equivocó? Alzó la vista y sus ojitos se posaron sobre los míos. —Dices que no tienes nada, pero, la verdad es que me tienes a mí. Sonreí. No esperaba que él dijera algo como eso, pero de cierto modo tenía razón. Había pasado más de una semana desde que Ángel me había ayudado a escapar de mi pasado y re
Está sería nuestra última tarde en Huatulco. Habíamos pasado algunos días aquí y tal vez ni eran gran cosa para Ángel, pero confieso que estos días se convirtieron en una eternidad dentro de mi corazón. ¿Cómo podría escribir esto en un libro? ¿Se puede resumir en palabras lo que muchas emociones fueron en un momento? Iríamos a cenar a un lugar del centro de La Crucecita. Me había puesto un conjunto cómodo y fresco. ¡De noche también hacía calor! Después de la cena caminamos por el zócalo. Había mucha gente que caminaba, miraba y regalaba de su tiempo a un chico que estaba bailando. Este chico estaba dando un show de baile y me sorprendió cuando él se acercó a mí. Me invitó a bailar, estaba sonando una cumbia, el ritmo me hizo pensar en mi pasado y en mi querido Víctor. Ángel me miraba sonriente y Claudia se emocionaba por mí. Despué
— ¡Karol! —su voz me hizo recordar aquellos momentos del pasado. — ¡Román! —no pude evitar demostrar mi alegría. Nos abrazamos. Sus brazos. Mis brazos. Nos fundimos de una forma tan agradable y repentina. ¿Cómo era posible que el estuviera aquí? — ¿Cómo me encontraste? Digo, es que fue más rápido de lo que pensé. Él vestía su playera negra,pantalones de mezclilla oscura desgastada y su tatuaje en el brazo. ¡El bravucón estaba aquí! — ¿Pensaste que no te encontraría? —pregunto con tono de inspección. —Si. Pensé que te costaría trabajo. Él bajo la mirada unos segundos. —Pues no fue tan difícil. ¡Tú nuevo amigo es muy popular! Todo el mundo lo reconoce—hizo una pausa tenue—. Ese día cuando escapaste con él, yo los vi. Después encontré una fotografía suya en un anuncio e incluso saliste en la t
— ¿Y cómo te fue? —me pregunto Ángel. Estábamos sentados en la sala del televisor. Veíamos una película en blanco y negro, de la época dorada del cine mexicano. María Félix aparecía allí. —Muy bien. Fuimos a comer tacos cerca de aquí, visite la casa de Román y platicamos. Más que nada eso, platicamos un buen rato. Después de todo, Román me vino a dejar hasta acá, justo donde me recogió. En la puerta principal de esta casa. Luisa se sorprendió. Ella pensaba que él era un delincuente o algo así. ¡Le causaba desconfianza! — ¿Y dónde vive? Por dentro, no pude evitar carcajearme de risa. Primero Román me cuestionaba. Ahora era el turno de Ángel en su faceta de inspector. ¡Los dos tenían algo en común! —Mmmmm no recuerdo el nombre del lugar. Creo que cerca de Cholula. Alquiló un loft. ¡Es muy amplio y bonito! Ángel trataba de disfrazar su curiosidad con