— ¡A que te gano en llegar a la playa! —me dijo.
Estaba retándome. Su mirada me gustó, tenía un toque de picardía y juego.
—No lo creo.
Y entonces corrí hacia la puerta, la abrí rápidamente y salí de nuestra habitación. Él venía atrás de mí. Baje las escaleras a toda velocidad, mi respiración se aceleró rápidamente y el sudor no tardó en aparecer sobre mí cuerpo. Eran las cinco de la tarde cuando atravesamos la recepción de la casa. Me estaba riendo mucho y la emoción era inmensa. Cuando la arena apareció, mis pasos se atascaban a causa de mis tenis que traía puestos. El viento soplaba fuerte y la brisa del mar se sentía muy bien.
Llegué primero. Me detuve ahí donde la última ola d
Después de cenar y beber un poco, volvimos a la habitación. Ya eran las once treinta de la noche y mis ganas de dormir eran fuertes. Ángel me acompañaba, la noche estaba tranquila. Caminábamos hacia la recepción, empezamos a subir las escaleras y justo cuando íbamos para nuestra habitación, una de las otras puertas del pasillo se abrió. Un hombre salió de ahí y se nos quedó mirando unos segundos. La intensidad de su mirada me hizo empezar a recordar. —Hola Ángel, hace tiempo que no nos veíamos —le dijo él. Nos detuvimos frente al hombre. Parecía ser un tipo serio. —German, ¿cómo te trata la vida? —Muy bien. Ya sabes, ahorita el negocio de los jitomates está en su pleno apogeo. German dirigió su mirada hacía mí. Parecía ser un tipo arrogante. Alzó su mano izquierda para rascarse y en ese instante, justo ahí lo vi de nuevo. Un anillo de oro que significa la señal de estar
— ¡Lamento que él estuviera aquí! Digo, no pensé que tú y él... —Descuida. Estoy bien. Me sentí bien está mañana. Al menos ya le dije sus cosas. Él volvió a reír. — ¿Segura que no te hizo daño? —Por supuesto. ¿Por qué me haría daño? Aparentemente no tengo nada que él pueda hacerme o quitarme. Seguíamos caminando por el muelle. Eran como las seis de la tarde. —Ahí te equivocas —dijo en un tono neutro. Pensé en sus palabras. — ¿Por qué me equivocó? Alzó la vista y sus ojitos se posaron sobre los míos. —Dices que no tienes nada, pero, la verdad es que me tienes a mí. Sonreí. No esperaba que él dijera algo como eso, pero de cierto modo tenía razón. Había pasado más de una semana desde que Ángel me había ayudado a escapar de mi pasado y re
Está sería nuestra última tarde en Huatulco. Habíamos pasado algunos días aquí y tal vez ni eran gran cosa para Ángel, pero confieso que estos días se convirtieron en una eternidad dentro de mi corazón. ¿Cómo podría escribir esto en un libro? ¿Se puede resumir en palabras lo que muchas emociones fueron en un momento? Iríamos a cenar a un lugar del centro de La Crucecita. Me había puesto un conjunto cómodo y fresco. ¡De noche también hacía calor! Después de la cena caminamos por el zócalo. Había mucha gente que caminaba, miraba y regalaba de su tiempo a un chico que estaba bailando. Este chico estaba dando un show de baile y me sorprendió cuando él se acercó a mí. Me invitó a bailar, estaba sonando una cumbia, el ritmo me hizo pensar en mi pasado y en mi querido Víctor. Ángel me miraba sonriente y Claudia se emocionaba por mí. Despué
— ¡Karol! —su voz me hizo recordar aquellos momentos del pasado. — ¡Román! —no pude evitar demostrar mi alegría. Nos abrazamos. Sus brazos. Mis brazos. Nos fundimos de una forma tan agradable y repentina. ¿Cómo era posible que el estuviera aquí? — ¿Cómo me encontraste? Digo, es que fue más rápido de lo que pensé. Él vestía su playera negra,pantalones de mezclilla oscura desgastada y su tatuaje en el brazo. ¡El bravucón estaba aquí! — ¿Pensaste que no te encontraría? —pregunto con tono de inspección. —Si. Pensé que te costaría trabajo. Él bajo la mirada unos segundos. —Pues no fue tan difícil. ¡Tú nuevo amigo es muy popular! Todo el mundo lo reconoce—hizo una pausa tenue—. Ese día cuando escapaste con él, yo los vi. Después encontré una fotografía suya en un anuncio e incluso saliste en la t
— ¿Y cómo te fue? —me pregunto Ángel. Estábamos sentados en la sala del televisor. Veíamos una película en blanco y negro, de la época dorada del cine mexicano. María Félix aparecía allí. —Muy bien. Fuimos a comer tacos cerca de aquí, visite la casa de Román y platicamos. Más que nada eso, platicamos un buen rato. Después de todo, Román me vino a dejar hasta acá, justo donde me recogió. En la puerta principal de esta casa. Luisa se sorprendió. Ella pensaba que él era un delincuente o algo así. ¡Le causaba desconfianza! — ¿Y dónde vive? Por dentro, no pude evitar carcajearme de risa. Primero Román me cuestionaba. Ahora era el turno de Ángel en su faceta de inspector. ¡Los dos tenían algo en común! —Mmmmm no recuerdo el nombre del lugar. Creo que cerca de Cholula. Alquiló un loft. ¡Es muy amplio y bonito! Ángel trataba de disfrazar su curiosidad con
Todos estaban emocionados. El día de la boda había llegado y Claudia tenía muchas emociones encontradas. Su vestido blanco brillaba dentro de la habitación, estar con ella fue algo que nunca imaginé. Me había pedido ayuda para poder arreglarla con su peinado. — ¿Cómo me veo? —me pregunto ella. Estábamos frente a un espejo con un marco lleno de focos. —Te ves hermosa, la novia más linda que he visto en mi vida. Era verdad. Ambas cosas. Ella lucia muy guapa y yo nunca había visto a otra novia tan guapa como ella. ¡Nunca había ido a una boda! — ¡Gracias por estar aquí conmigo! —No tienes por qué agradecer. Realmente me sentía bien al ayudarla. —Sabes, yo siempre quise tener una hermana, pero por alguna razón eso no fue posible. Ya sabes. ¡La genética me dio a dos hombres como hermanos! Así que para
Estaba hojeando mi cuaderno. Las hojas estaban desgastadas y un poco manchadas, supongo que a causa del incendio. Habían pasado dos semanas desde que Román me dio el cuaderno y hasta ahora era que yo hojeaba mis recuerdos del pasado. Tenía algunos dibujos hechos a lapicero, algunos retratos de mi bravucón y muchos escritos crudos. ¿Crudos? Intensos, fuertes desahogos largos que mi alma solía necesitar en el prostíbulo. Cómo te he dicho anteriormente, tuve que aprender a ocultar mi parte frágil, así que siempre que me sentía terrible acudía a mi cuaderno para poder escribir. Cuando empecé a estar para el público en general, Marlon me dijo que lo hacía muy bien. —Tranquila. Tú eres de las mejores chicas que he sentido y tenido. ¡Te irá bien aquí! Nunca más volví a sentir el cuerpo de Marlon, ni sus brazos, ni su sexo. ¡No más de él! Recuerdo que esa noche use una minifalda roja y un brassier de
— ¿Mamá? ¿Aún está con vida? —Sí, es solo que ahora está muy enferma. Existe la posibilidad de que ella muera. — ¿Cómo sé que dices la verdad? —Julia le ha comunicado a Carlos que mamá está grave de salud. Mi cabeza comenzó aturdirse por lo que acababa de escuchar. —Haber Alán. Espérate tantito. ¿Me estás diciendo que Julia la que era nuestra vecina, le dijo a Carlos que mamá está enferma? —Si. Eso mismo te acabo de decir. — ¿Y cómo sé que no me mientes? Alguna parte de mi desconfiaba de mis hermanos. Ellos nos habían abandonado y su acto de buscar un futuro mejor fue la muestra más cobarde que yo había visto. ¡No fueron capaces de aguantar y nos dejaron a nuestra suerte! —Porque yo mismo hablé con Julia. Ella y yo nos comunicamos desde hace años —ahora era Carlos quien hablaba conmigo.