Mis nervios comenzaron a aumentar a medida que los minutos comenzaban a pasar. En cualquier momento sonaría el timbre y ellos llegarían. Le había enviado mi ubicación a Alán para que pudiera reenviársela al chofer y así llegaran directamente hasta aquí, a mi casa. Había preparado algo de comer, Víctor había puesto la mesa y los dos queríamos recibir de buena forma a nuestras visitas. ¡Claro! Nuestras visitas eran canijas, pero yo no iba a ser igual que ellos.
— ¿Está todo listo?
—Sí, acabe de acomodar los platos.
—Bien. Entonces...
Sonó el timbre. Me quite el delantal y lo colgué en la percha de mi alacena. Fui a lavarme las manos. Víctor se encargó de abrir la puerta. Las voces de mis hermanos comenzaron a retumbar en mi cabeza. Cuando termine de lavar y secar mis manos, me gire para poder mirarlos. ¡
— ¡Lamento que tenga que ser así! — ¿Así como? —Que tú tengas que estar para los hombres del público. Marlon me había dejado seguir sobré él. Su miembro encajaba a la perfección con mi alma y sus manos acariciaban la curva de mi culo. Habían pasado algunos segundos desde el orgasmo. — ¡No quiero! —No puedo ayudarte. Aunque quisiera que no fueran así las cosas, no te convendría estar conmigo, soy un padrote. —Pues aunque no esté contigo, no me dejes estar al público. Mis manos le acariciaron el pecho, era suave y me gustaba la sensación de poder tocarle. ¡Marlon fue esa chispa que me alentaba a disfrutar de las cosas malas! —No te prometo nada.
— ¡Un gusto conocerla señorita Karol!— ¡El gusto es mío José! Gracias por invitarme a su casa.Él sonrió de oreja a oreja.—No agradezca señorita. Yo debería agradecerle por aceptar mi invitación. ¡Es usted una escritora muy talentosa!
DEDICATORIA Para todos los que aun a pesar de tener una vida dolorosa, no se han cansado de vivir. ¡Para todos los que luchamos por cumplir nuestros sueños! Para ti que estás leyendo esto, estas letras te pertenecen. INTRO Admito que no se en donde me encuentro ahora mismo, desconozco mis coordenadas y no sabría ubicarme en un mapa. Desde hace cinco años vivo en una jaula con cuatro paredes y una puerta que se abre por las noches para abrirme camino entre oscuridad y deseo. ¿Cuál deseo? Avanzópor un pasillo oscuro y término siendo más que el espectáculo de muchas personas masculinas con hábitos sucios. Soy el placer de muchos hombres. ¡Soy una prostituta! ¿Tendrías sexo conmigo? — ¡Yo no me acostaría contigo! Subí la cremallera de mi mini falda, mi ropa interior era de color negro. Ese brassier de encaje se veía bien,
El pasillo estaba oscuro. Su mano me sujetaba por el brazo y el sonido de nuestros pasos comenzaba a desaparecer con el sonido de la música. Tener su tacto sobre mi cuerpo me hacía pensar en todas la veces que estuvimos juntos. ¿En la cama? Nos detuvimos frente a la puerta. —Después del último hombre que atiendas, ¿puedo estar contigo? —me pregunto él. Le miré por algunos segundos, mi lápiz labial era rojo y decidí sonreírle. Esta vez no le había contado que mí plan se llevaría a cabo justo en esta noche. ¿Se molestaría conmigo? Su respiración retumbó en mi cuello y su aroma era tan intenso como el tabaco. No le respondí con palabras, tenía la intención de que él pudiera descifrar mi semblante. Su mano estaba tibia y pensé en su petición. ¿Me convertiría en una traidora? Él abrió la puerta y enseguida subimos unas escaleras. Atravesamos una cortina de terciopelo color rojo y ahí estaba todo. Había más mujeres baila
La primera vez que estuve con un hombre me sentí de muchas formas. Estar expuesta y a pleno tacto, fue algo que le reproche a mi cuerpo muchas veces. ¡Después lo supere! Al principio, quitarme la ropa interior frente a un hombre era algo que me hacía sentir nerviosa, vulnerable y rota. Después se volvió algo vacío. Aprendí que desnudar mi cuerpo era solo eso, mostrar piel, causar excitación en el sexo de los hombres y esto solo duraba unas fracciones del tiempo. ¡Era cierto! No me gustaba para nada ser una prostituta. Me sentía como una basura, un objeto simple, muy insignificante y sin valor. Pero después del sexo y los diferentes hombres que me tocaban, yo siempre necesitaba ánimo. ¿Quién me lo daría? ¿Quién se sentaría junto a mí para animarme a no rendirme? Entonces comprendí que mi cuerpo desnudo era algo que pertenecía de forma fugaz a los hombres, pero, mis sentimientos y emociones eran algo que no podía y no debía desnudar ante ellos. ¡Sí! Aprendí a se