DEDICATORIA
Para todos los que aun a pesar de tener una vida dolorosa, no se han cansado de vivir. ¡Para todos los que luchamos por cumplir nuestros sueños! Para ti que estás leyendo esto, estas letras te pertenecen.
INTRO
Admito que no se en donde me encuentro ahora mismo, desconozco mis coordenadas y no sabría ubicarme en un mapa. Desde hace cinco años vivo en una jaula con cuatro paredes y una puerta que se abre por las noches para abrirme camino entre oscuridad y deseo. ¿Cuál deseo? Avanzó por un pasillo oscuro y término siendo más que el espectáculo de muchas personas masculinas con hábitos sucios. Soy el placer de muchos hombres. ¡Soy una prostituta! ¿Tendrías sexo conmigo?
— ¡Yo no me acostaría contigo!
Subí la cremallera de mi mini falda, mi ropa interior era de color negro. Ese brassier de encaje se veía bien, me gustaba como se veía la tela transparente en mi cuerpo. Terminé poniéndome unos tacones de plataforma, eran los de color plata y siempre había estado ensayando con ellos como escapar de aquí. Mi habitación era un pequeño cuarto donde apenas y cabía mi alma. Mi cama era el suelo y mis almohadas, no podía permitirme ese lujo. Tenía un pequeño tocador y mi poca ropa colgaba en el espejo. Literalmente me tenía solo a mí y eso lo había atesorado en un cuaderno que logré conseguir. ¡Sí! Me gustaba escribir.
La puerta no tardaría en abrirse, ellos vendrían por mí para trabajar esta noche. Él vendría, abriría la puerta de mi habitación y una vez más me obligaría a caminar por ese pasillo oscuro. ¡Ese era el protocolo de todas las benditas noches! Una puerta se abriría al final y entonces estaría en el prostíbulo. Buscaría a un hombre o varios de esos que quisieran placer. ¡Si! Toda la noche y durante muchos años ha sido lo mismo. Soy la flor que baila en medio de la noche, aquella que abre sus pétalos y regala lo más dulce de su néctar. ¡Así es! Soy la flor que abre su cuerpo para que ellos logren saciar esa sed de deseo. ¡Hasta hoy! ¡No más!
— ¡No quiero sexo!
El pasillo estaba oscuro. Su mano me sujetaba por el brazo y el sonido de nuestros pasos comenzaba a desaparecer con el sonido de la música. Tener su tacto sobre mi cuerpo me hacía pensar en todas la veces que estuvimos juntos. ¿En la cama? Nos detuvimos frente a la puerta. —Después del último hombre que atiendas, ¿puedo estar contigo? —me pregunto él. Le miré por algunos segundos, mi lápiz labial era rojo y decidí sonreírle. Esta vez no le había contado que mí plan se llevaría a cabo justo en esta noche. ¿Se molestaría conmigo? Su respiración retumbó en mi cuello y su aroma era tan intenso como el tabaco. No le respondí con palabras, tenía la intención de que él pudiera descifrar mi semblante. Su mano estaba tibia y pensé en su petición. ¿Me convertiría en una traidora? Él abrió la puerta y enseguida subimos unas escaleras. Atravesamos una cortina de terciopelo color rojo y ahí estaba todo. Había más mujeres baila
La primera vez que estuve con un hombre me sentí de muchas formas. Estar expuesta y a pleno tacto, fue algo que le reproche a mi cuerpo muchas veces. ¡Después lo supere! Al principio, quitarme la ropa interior frente a un hombre era algo que me hacía sentir nerviosa, vulnerable y rota. Después se volvió algo vacío. Aprendí que desnudar mi cuerpo era solo eso, mostrar piel, causar excitación en el sexo de los hombres y esto solo duraba unas fracciones del tiempo. ¡Era cierto! No me gustaba para nada ser una prostituta. Me sentía como una basura, un objeto simple, muy insignificante y sin valor. Pero después del sexo y los diferentes hombres que me tocaban, yo siempre necesitaba ánimo. ¿Quién me lo daría? ¿Quién se sentaría junto a mí para animarme a no rendirme? Entonces comprendí que mi cuerpo desnudo era algo que pertenecía de forma fugaz a los hombres, pero, mis sentimientos y emociones eran algo que no podía y no debía desnudar ante ellos. ¡Sí! Aprendí a se
Esa noche al entrar a mi habitación, me sorpr
¿Cómo debe ser el primer amor? Supongo que el primer amor debe ser sincero, coqueto y con una pizca enorme de pudor. ¿He tenido mi primer amor? No lo creo. Nunca he tenido una relación amorosa con nadie y creo que aún no estoy lista para amar a alguien. A la mañana siguiente no pude evitar sentirme emocionada y sorprendida. Resultaba que Ángel había preparado el desayuno. Jugo de naranja. Hot cakes. Chilaquiles verdes. Gelatina. ¿Enserio? ¿Este hombre era de verdad? ¡Pues si! Él era de verdad y su sonrisa también. Me pidió que me sentará a su lado en la barra que estaba en la cocina. Esta vez no llevaba puesto su traje o su camisa y era la primera vez que lo veía tan holgado. Tenía puesta una playera de algodón negra y un pantalón de pijama con muchos cuadros de colores azul, naranja y blanco. Sus pies estaban descalzos. — ¿Cómo aprendiste a cocinar? —le pregunté curiosa. Él masticaba un hot cake.
— ¡A que te gano en llegar a la playa! —me dijo. Estaba retándome. Su mirada me gustó, tenía un toque de picardía y juego. —No lo creo. Y entonces corrí hacia la puerta, la abrí rápidamente y salí de nuestra habitación. Él venía atrás de mí. Baje las escaleras a toda velocidad, mi respiración se aceleró rápidamente y el sudor no tardó en aparecer sobre mí cuerpo. Eran las cinco de la tarde cuando atravesamos la recepción de la casa. Me estaba riendo mucho y la emoción era inmensa. Cuando la arena apareció, mis pasos se atascaban a causa de mis tenis que traía puestos. El viento soplaba fuerte y la brisa del mar se sentía muy bien. Llegué primero. Me detuve ahí donde la última ola d