Estaba hojeando mi cuaderno. Las hojas estaban desgastadas y un poco manchadas, supongo que a causa del incendio. Habían pasado dos semanas desde que Román me dio el cuaderno y hasta ahora era que yo hojeaba mis recuerdos del pasado. Tenía algunos dibujos hechos a lapicero, algunos retratos de mi bravucón y muchos escritos crudos. ¿Crudos? Intensos, fuertes desahogos largos que mi alma solía necesitar en el prostíbulo. Cómo te he dicho anteriormente, tuve que aprender a ocultar mi parte frágil, así que siempre que me sentía terrible acudía a mi cuaderno para poder escribir. Cuando empecé a estar para el público en general, Marlon me dijo que lo hacía muy bien. —Tranquila. Tú eres de las mejores chicas que he sentido y tenido. ¡Te irá bien aquí! Nunca más volví a sentir el cuerpo de Marlon, ni sus brazos, ni su sexo. ¡No más de él! Recuerdo que esa noche use una minifalda roja y un brassier de
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