Todos los capítulos de EL DEBIDO PROCESO # 1: Capítulo 41 - Capítulo 50
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CUARENTA
...Poco después de que habían abandonado la oficina de William Horvatt, recibió un correo de este desde su cuenta personal. Emocionada, lo abrió, pero su contenido no tenía nada comprometedor. William Horvatt la estaba proponiendo tomarle el examen otra vez, el próximo jueves, a las dos, en su oficina en el buffete de abogados de su familia. Lo único especial del correo era que terminaba con una cita de Effiel que no formaba parte de la cita automática que él tenía programada para todos sus mensajes. La había escrito especialmente para ese correo.May la leyó con el corazón dando intensos tumbos dentro de su pecho."En pocos días sería ejecutado y mi vida acaba
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CUARENTA Y UNO
...William contempló su reloj de pulsera y constató que faltaban veinte minutos para las dos. Los nervios comenzaron a apoderarse de él al comprender que volvería a estar a solas con May Lehner. Una parte de su mente, le decía que le hiciese el examen en el aula, pero la otra, siempre la más fuerte, deseaba un momento a solas con la muchacha.Sacó el frasco de pastillas del cajón y se tomó una, solo por si acaso, pero lo cierto era que no tenía dolor de cabeza desde hace un par de días. May, cuando no estaba gritando y soltando imprudencias, era casi como un bálsamo reparador para él. La sensación de sus labios seguía presente en su memoria y cada vez que volvía sobre el recuerdo, se sentía aún
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CUARENTA Y DOS
...Elena marcó a su asistente y le pidió que buscara algún paquete de viaje conveniente para dos personas, en los próximos diez días.— ¿Tiene pensando tomarse unas vacaciones, señorita Folks? — preguntó Lev, más confiado.— Algo así.Lo cierto era que Elena no veía eso como unas vacaciones, sino como una estrategia. Si alejaba a William de esa muchacha, podía lograr que dejara de pensar en ella. Porque, algo le decía que lo que ocurría entre ellos no era más que pasajero. Un flechazo exiguo. Una locura para sentirse vivo y relajado. A veces los hombres recurrían a esas vías de esca
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CUARENTA Y TRES
...Elena marcó a William para contarle por fin que había reservado unos días en las Bahamas. No tuvo suerte durante la mañana y solo pasado el mediodía logró que William atendiera el teléfono. Sin embargo, no estaba muy dispuesto a hablar.— Te tengo una sorpresa — le dijo, emocionada.— No tengo mucho ánimo para sorpresas, Elena — respondió William y de verdad parecía que no había tenido un buen día. Su voz se escuchaba apagada.— Vale, pero esta es una buena sorpresa — intentó.— ¿De qué se trata?

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CUARENTA Y CUATRO
... Era viernes y May aceptó salir con Evie y Carol. Quería dejar de pensar en el idiota de William Horvatt de una buena vez y la mejor forma sería yendo a bailar a un antro con sus amigas. Esta vez, decidió arreglarse para la ocasión. Un vestido negro ceñido, aretes dorados y uno tacones de casi ocho centímetros. Sobre el vestido, se puso una chaqueta de cuero con unas lindas incrustaciones doradas y cerró el proceso con un labial rojo intenso, el mismo que había usado la noche que William Horvatt apareció en su apartamento. Sus amigas pasaron por ella a eso de las diez. El antro al que llegaron, estaba prácticamente vacío porque aún era demasiado temprano. Decidieron ubicarse en una mesa cerca de la barra y comenzaron con la ronda de margaritas, para luego subir a
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CUARENTA Y CINCO
...May, borracha como estaba, tuvo problemas para encajar la llave en la cerradura. Parecía que esta se le escapaba cuando intentaba meter la llave. Después de tres intentos fallidos, William preguntó si podía hacerlo él. May, orgullosa como era, se negó, pero en su cuarto intento fallido, desistió de su empresa y le hizo entrega de la llave.— No es tan sencillo como parece — advirtió, pero William encajó la llave al primer intento.El apartamento estaba a oscuras y había ropa secándose en un precario tendedero que ella instalaba en el living-comedor. Como estaba borracha, no le avergonzó el detalle de que había bragas a la vista y paciencia de todo el mundo.Leer más
CUARENTA Y SEIS
...Elena lo odiaba. Era oficial. Sentía tal indignación hacia William que había olvidado si alguna vez lo había llegado a amar de verdad. Y es que a este tipo nada le importaba. Vivía su vida como si no tuviera novia a quien debía mantener al tanto de lo que hacía.Ahora mismo, por ejemplo. No devolvía las llamadas y Elena no tenía ni maldita idea de dónde andaba porque al llegar a su apartamento lo había encontrado vacío. Sabía que él jugaba al golf con su padre y su hermano, pero siempre estaban listos antes de las once y media, y William a las doce en punto estaba en su apartamento otra vez, preparándose un café o revisando trabajo en la habitación que tenía como despacho.

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CUARENTA Y SIETE
...William llegó a su oficina. Cerró la puerta con llave, fue a su escritorio y sacó el frasco de pastillas, no le dolía la cabeza, pero había hábitos que era difícil dejar. Comenzó a mover el frasco entre sus manos, haciendo sonar las grajeas en su interior.Estaba un poco preocupado. Le había dado a May su número particular porque se moría por estar con ella de nuevo, pero todavía ni siquiera tenía resuelta su situación sentimental con Elena. De hecho, esta no atendía sus llamadas desde el sábado, lo que complicaba mucho más el escenario. ¿Y qué tal si sabía todo? Era difícil, pero a veces las mujeres sabían las cosas solo porque sí, en una suerte de sexto se
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CUARENTA Y OCHO
...May fue al supermercado más cercano y compró una botella de champaña y algo para comer. También, solo por si acaso, compró cervezas artesanales y un vino. Cuando pasó por el escaparate de los condones, se detuvo, pensó en la opción de comprarlos, pero al final lo desechó. De todos modos, ella usaba la píldora.En casa, alistó todo para recibirlo. Un poco de maní, jamón serrano, aceitunas y galletas para untar en una salsa de ciboulette y queso crema. Vino a temperatura ambiente y una botella de champaña helando sobre una cubeta de hielo. Para terminar, luz medio baja para crear un buen ambiente.Entonces, se sentó a esperar. William llegó puntual, como er
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CUARENTA Y NUEVE
...May llegó a casa con la sensación de que alguien venía tras ella. Elena, la novia de William, la había estado observando en la cafetería como el cazador lo hacía con su presa y había resultado aterrador. Lo extraño era que May no entendía cómo había llegado a enterarse, si era que lo sabía. Porque también podía ser solo idea suya y en realidad la mujer la miraba como podía mirarla cualquier otra persona.No, no iba a subestimar su propia inteligencia. Aquella mirada había sido reveladora. La novia de William sabía o, a lo menos, lo sospechaba. ¿Cómo? Esa era una buena pregunta.Pensó en escribirle a William para comentár
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