CUARENTA Y SIETE

...

William llegó a su oficina. Cerró la puerta con llave, fue a su escritorio y sacó el frasco de pastillas, no le dolía la cabeza, pero había hábitos que era difícil dejar. Comenzó a mover el frasco entre sus manos, haciendo sonar las grajeas en su interior.

Estaba un poco preocupado. Le había dado a May su número particular porque se moría por estar con ella de nuevo, pero todavía ni siquiera tenía resuelta su situación sentimental con Elena. De hecho, esta no atendía sus llamadas desde el sábado, lo que complicaba mucho más el escenario. ¿Y qué tal si sabía todo? Era difícil, pero a veces las mujeres sabían las cosas solo porque sí, en una suerte de sexto se

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