CUARENTA Y NUEVE

...

May llegó a casa con la sensación de que alguien venía tras ella. Elena, la novia de William, la había estado observando en la cafetería como el cazador lo hacía con su presa y había resultado aterrador. Lo extraño era que May no entendía cómo había llegado a enterarse, si era que lo sabía. Porque también podía ser solo idea suya y en realidad la mujer la miraba como podía mirarla cualquier otra persona.

No, no iba a subestimar su propia inteligencia. Aquella mirada había sido reveladora. La novia de William sabía o, a lo menos, lo sospechaba. ¿Cómo? Esa era una buena pregunta.

Pensó en escribirle a William para comentár

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