CINCUENTA Y SIETE

...

May corrió a la puerta cuando oyó el timbre. Algo le decía que se trataba de William Horvatt.

Efectivamente, al abrir la puerta, se encontró con su maestro, desmejorado por una herida en la boca y en una postura encorvada de quien parecía a punto de rendirse. May avanzó hasta él y lo estrechó entre sus brazos, con tanta fuerza que él terminó por quejarse de dolor.

— Lo siento — se disculpó ella, apartándose un poco — ¿Qué ocurrió?

William se encogió de hombros.

— Mi padre. Nos peleamos.

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