SESENTA Y CINCO

...

May estaba furiosa. Tanto que, de estar sola con el decano, le habría aventado a la cabeza un objeto muy contúndete.

¿Cómo era posible que expulsara a uno de sus mejores maestros por algo que no era la gran cosa?

Al fin de cuentas, William había actuado profesionalmente aun a pesar de lo que ocurría entre ellos y jamás había dejado que los sentimientos se mezclaran con lo académico. May no tenía las notas más sobresalientes en la materia ni mucho menos. Era una estudiante más y así podría haber sido por el resto del año si tan solo el maldito de Grunberg no hubiera metido su enrojecida cara entre ellos.

Con la

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