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Viktor Marchea se llamaba en realidad Paul Ender y no tenía hijos. Ni siquiera estaba casado. De hecho, era un encubierto homosexual que satisfacía sus deseos sexuales en antros de mala muerte muy lejos de la ciudad, para luego concurrir a la iglesia muy temprano por la mañana para pedirle a Dios el perdón de su alma. Pero, ese no era su único pecado, a juicio de él. También, trabajaba en la industria D&M como el sujeto de los mandados y en muchas de sus tareas había tenido que deshacerse de lo que sus superiores llamaban "documentos sospechosos". También, había tenido que apaciguar una que otra revuelta por las supuestas enfermedades provocadas por los desechos vertidos por la industria liderada por un tal Enric Wester, a quien no había visto ni vería nunca personalmente.
...Después del extenuante viaje a Matanza, May pasó la noche en el amplio loft de William Horvatt. Antes de ir a dormir, cenaron algo rápido que William ordenó a uno de sus restaurantes favoritos, tomaron un largo baño en la amplia tina y retozaron un buen rato en la cama, después de hacer el amor con la televisión encendida en el canal de noticias.No prestaron atención a lo que decía el notero, pero si lo hubieran hecho habrían descubierto algo interesante. Alguien hablaba de aguas contaminadas en las regiones del sur del país. "Un pequeño cause de color casi púrpura" anunciaba el notero, por debajo de los jadeos y gemidos de May y William.La nota acabó poco antes de q
...Aaron recibió una llamada el lunes, a eso de las seis y media de la mañana. Desayunaba tranquilo en el comedor de su casa en un tranquilo barrio residencial al norte de Menfis, cuando su teléfono comenzó a sonar sobre la mesa. Era un número desconocido.Pensó en dejarlo, porque no solía responder ese tipo de llamadas, pero entonces recordó que había dado su teléfono a más de veinte personas de la pequeña localidad de Matanza y se apresuró a responder.— ¿Señor Fitzmore? — pronunció una voz del otro lado, extrañamente familiar.Aaron Fitzmore se revolvió los sesos para recordar d
...Aaron ya había salido de su casa y se dirigía a su primera audiencia del día cuando May recién abría los ojos y constataba que iba atrasada, como siempre. Esta vez, sin embargo, no se apresuró a salir de la cama y arreglarse, pues no tenía la menor intención de asistir a una clase de derecho común que no sería impartida por William Horvatt.El derecho había perdido un poco de gracia después de que él había sido despedido. Qué ironía, ¿no? Hace solo unos meses, él había sido el culpable de que, por unos días, odiara la carrera con todo su alma.Bajó los pies de la cama, bostezó ampliamente y revisó su tel&ea
...Benjamín Horvatt desayunaba tranquilamente cuando el conductor de noticias dio paso a una nueva y alarmante noticia. El reconocido abogado penalista, Aaron Fitzmore, había sido asesinado en la pequeña localidad de Wallas, presuntamente como consecuencia de un intento de atraco.De inmediato, se incorporó sobre su adolorida espalda y bajó los pies de la cama, furioso y asustado. Extendió una mano hacia su teléfono celular, que reposaba sobre la mesita de noche, y lo cogió entre sus temblorosos dedos. No marcó enseguida, se quedó un buen rato pensando si era buena idea o no hacerlo. Lo cierto era que tenía miedo. Un miedo que helaba y le hacía doler los huesos, algo que jamás había experimentado antes.
...Las noticias seguían hablando de Aaron Fitzmore y la investigación en torno a su extraña muerte. A varios expertos no les hacía sentido que un abogado como Aaron hubiera ido a dar una vuelta a Wallas solo porque sí, mucho menos que hubiera sido asaltado por unos delincuentes. Después de todo, había sido hallado con todos sus artículos personales. Incluso, su auto estaba aparcado a unos cuantos metros de distancia, intacto.— Ni siquiera se llevaron la rueda de repuesto — comentaba el periodista, mientras imágenes del coche de Aaron, aun en el lugar del delito, pasaban en una secuencia que se alternaba con fotografías del famoso penalista.May, que se preparaba para asistir a su primer
...Paul Ender no era de los que sintiera remordimientos. Había nacido así, lo suponía, porque no tenía recuerdos de su infancia temprana y los que sí tenía apuntaban a una no muy buena. Había matado animales solo por placer. Pájaros, conejos, enormes ratas escondidas en el sótano de su casa. No estaba seguro de qué era lo que lo llevaba a hacerlo, pero sabía muy bien que no era normal. Así que, sabía también que no estaba loco, porque un loco no razonaría lo que hacía y determinaría que no estaba bien. Un loco se dejaría llevar por sus impulsos anormales sin cuestionárselos. Él estaba bien de la cabeza, solo que era diferente a los demás y no le importaba si estaba bien o mal.
...William no pudo eludir más tiempo el llamado a declarar por la muerte de Aaron. La fiscalía de Matanza se consiguió una orden del juez y se presentó ante su apartamento cuando eran las diez de la mañana del día sábado.Que oportunos, ¿no?Recibió la orden, con el apercibimiento legal destacado en negrita, y cerró la puerta emitiendo un largo suspiro. Contempló un momento el papel y luego lo dejó sobre la mesa de la cocina.Del refrigerador, sacó leche, huevos y fruta. Puso el hervidor y comenzó el proceso de preparar un desayuno que esperaba no terminara en desastre. Nunca había preparado huevos revueltos, pero
...William no había pensado en la esposa de Aaron, ni en sus colegas de la oficina ni en absolutamente nadie además de él mismo cuando llegó a fiscalía de Matanza y se enteró de que ellos también habían declarado.Entonces, se le cerró la garganta y durante unos segundos no supo que decir. Se sentía como un estúpido. Era evidente que habían sido citados a declarar. Todo aquel que tuviera algún vínculo con Aaron había sido citado a declarar. Sin embargo, a él le había preocupado su propia declaración y, ahora que también lo sabía, la de May.Que idiota podía ser el ser humano cuando estaba asustado.
Último capítulo