Nicolás se bajó y me abrió la puerta del coche mientras observaba el restaurante asombrada y feliz al mismo tiempo, de que se acordara de nuestro restaurante italiano favorito. Al entrar, el recepcionista nos saludó y le preguntó el apellido, tardó unos segundos en encontrarlo entre unas listas. - Por aquí, por favor – finalmente nombró cortésmente. - Ven conmigo – añadió Nicolás tomándome de la mano. Asentí, siguiéndole. El señor nos llevó a la parte trasera del restaurante, donde había un patio decorado muy bonito, habían árboles con artos alumbrados y habían veladoras blancas en el piso, y en el centro del patio había una carpa en donde estaba una mesa para dos personas. Nos sentamos mientras observaba impactada, cuando Nicolás me vio, esbozó una pequeña sonrisa.
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