Después de aquel... encuentro desagradable que tuve con Dylan, mis amigas no hablaron sobre ello, menos Danna. Por varios días no hablé con ella, solo un encuentro de palabras sobre el estudio pero no me tocó el tema de Dylan, supongo porque se siente culpable de que él me hubiera besado a la fuerza.
De igual forma estoy enojada es con Dylan, no con Danna. Ella no tiene la culpa de lo que sucedió, solo Dylan y ahora cree que yo también estoy enojada con ella.
- Gracias por traerme – musité suspirando rendida al ver que el auto de Danna estaba estacionado en el parqueadero. Ya llegó al instituto.
Aarón se giró a verme preocupado - ¿Paso algo entre Danna y tú? – preguntó enarcando las cejas.
Negué intentando abrir la puerta pero Aarón la cerró con seguro sin dejarme salir - Dime la verdad, Isabella. Algo te pasa, me preocupo – comentó haciendo que me girara a verlo - ¿Qué pasó hace una semana para que sigas así?
- Nada importante, Aarón... - afirmé mirándolo a los ojos mintiendo acerca de ello, porque se de ante mano que no le puedo decir lo ocurrido hace una semana o irá en busca de Dylan para golpearlo y aunque me agrada la idea, ya estoy lo suficientemente grandecita para poder solucionar mis problemas –...solo ocurrió un malentendido y Danna piensa que es su culpa, por ello no me habla.
Aarón finalmente me soltó cuando sonó la campana dándome un beso en la frente - si sucede algo grave, dímelo ¿okay? – me miró fijamente, a lo que asentí tragando saliva nerviosa.
- Lo sé. Adiós – Salí del auto tomando una bocanada de aire, me coloqué bien mi mochila y salí corriendo para al llegar a la entrada girarme a despedirme de Aarón sonriente.
Se despidió de mí esbozando una sonrisa, acelerando directo a la universidad. Entre junto con los demás estudiantes y me lancé a correr por los pasillos debido a que voy tarde y mi clase es en el tercer bloque y para más piedra, en el cuarto piso.
Subí las escaleras estrellándome con varios estudiantes, y con un profesor, a lo que salieron a volar miles de papeles cuando le empujé. Me detuve para ayudarlo pero al fijarme de la hora en mi reloj de manilla, salí corriendo mientras me disculpaba a gritos ya por delante de él.
Finalmente cuando entré al laboratorio de química, me fui a mi mesa y senté junto a mi compañero.
- ¿Tarde otra vez? – se burló Nicolás, me giré a verlo dándole un empujoncito leve en el hombro.
- Mi hermano me retrasó en su auto al llegar – comenté justo en el momento que llego nuestro profesor de química.
Suspiré aliviada al fijarme que había llegado a tiempo recostándome en la mesa. De inmediato el profesor me vio dejando el maletín sobre su escritorio.
- ¡Señorita White! ¿Tarde otra vez? – me riñó cruzándose de brazos.
Me levanté de la mesa de súbito mirándolo directamente negando – No señor. Llegué hace rato.
- No me mienta señorita White... - sentenció levantando un portafolio con artos papeles desordenados – fue usted quien me empujó sacando a volar mis papeles, para después salir corriendo gritando disculpas baratas.
Abrí los ojos como platos mientras mis demás compañeros se empezaron a reír por lo bajo murmurando, me traté de hundir en mi asiento pero Nicolás me tomó de la mano.
- Profesor ¿no se habrá confundido? Porque yo vine con Isabella hace rato a clase
- ¿Me está acusando de mentiroso, señor Wright? – farfulló el profesor acercándose a nosotros.
Nicolás y yo negamos rápidamente.
- No, yo solo digo que hay muchas chicas rubias, enanas que llegan tarde a clases, de pronto usted la confundió con otra rubia enana
- Nico... - murmuré por lo bajo mientras mis compañeros estallaban en risas y el profesor se enrojecía cada vez más furioso – no digas más, lo estas empeorando.
- Eso, escuche a la señorita White... - afirmó el profesor deteniéndose en medio del salón dándome la razón – al menos ella si tiene sentido común de los dos.
- ¡Oiga! – alego Nicolás pero lo callé, colocando mi mano en su boca.
Esbocé una sonrisa en dirección al profesor que nos fulminó con la mirada volteándose a la pizarra caminando a su escritorio. Tomó su libro de química y empezó a escribir ignorando a todos.
- Mañana tendrán examen de todo lo que hemos visto en la semana – pronunció calmado, haciendo que todos los demás excepto Nicolás y yo alegáramos.
Aun con la mano en la boca de Nicolás el profesor se giró a vernos, señalándonos con el libro - Agradézcanselo a la señorita White y el señor Wright – finalizó generando que todos en las dos horas de clase nos fulminaran con la mirada y murmuraran blasfemidades en dirección a nosotros.
Este día no podía empezar peor.
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Pasé entre todos los que iban a la cafetería, directo a mi casillero que queda junto al baño de hombres, para cuando pase por ahí, la puerta se abrió hacia afuera, dándome un golpe en la nariz botándome al piso, cayendo de culo.
- ¡Idiota, ¿no ve que estaba pasando?! – espeté cuando un muchacho se acuclillo para ayudarme a levantar.
- Lo lamento, yo... - se rascó la nuca incomodo – joder, no era mi intención – se disculpó tomándome de las manos levantándome hablando español.
Lo fulminé con la mirada sobándome la nariz – Claro, nunca es la intención de un hombre al golpear a una mujer – farfullé hablando en el mismo idioma.
- Pero si ni siquiera te vi – alegó defendiéndose a verme – Como ¿me entiendes? – preguntó mirándome estupefacto.
- Pues claro, ni que fuera estúpida... - lo fulminé con la mirada tomando los libros que estaban en el suelo – idiota finalicé pasando por su lado.
Al llegar a mi casillero lo abrí, saliendo un sobre con un sello de cera justo como las antiguas, extrañada me giré a ver por los dos lados buscando alguien que me estuviera mirando, pero ya casi nadie se encontraba en los pasillos, así que metí los libros en el casillero cerrándolo de un portazo llevándome en las manos el sobre.
Mientras caminaba a la cafetería la abrí, rompiendo el sello con las iniciales de mi nombre.
Como esta mañana Aarón me empacó mi almuerzo, no tuve que hacer la fila para comprar almuerzo, sino que me fui directo a la mesa donde mis amigas estaban hablando. Me senté saludándolas con la mano, sacando la carta pulcramente doblada.
La abrí apareciendo mi nombre en letras cursivas antiguas que de inmediato reconocí. Es su letra, esbocé una sonrisa empezando a leerla.
Señorita Isabella White
Me complace invitarla a la celebración anual de nuestra amistad, la cual se celebrará el día 15 de febrero del presente año.
Como tradición desde hace siete años, será recogida a las siete y media de la noche (ya pedí permiso a su querido hermano), por lo cual le ruego que esa hora ya esté lista.
Siempre tuyo, Nicolás Wright.
Psd: Me complacería que este año, no me lance un balde de agua helada como lo sucedido hace un año.
Solté una carcajada buscando con la mirada a Nicolás, quien estaba en la mesa con sus amigos mirándome fijamente con una sonrisa.
Me levanté caminando hacia él, al tiempo que hizo lo mismo quedándonos frente a frente en medio del pasillo mientras alrededor todos comían o hablaban. Hice una pequeña reverencia con mi falda hasta las rodillas volviéndome a verlo, que sonreía, correspondiendo a mi reverencia.
- Encantada de su invitación, señor Wright... - afirmé haciendo que varios se giraran a vernos extrañados por nuestra actitud – sería un honor...
- Eso señorita White no es necesario que lo diga, yo sé que sería un honor tener una cena conmigo – afirmó arrogante.
Negué – No me dejó terminar, señor Wright, eso es de mala educación – señalé con el índice – me refería a que sería un honor volver a lanzarle un balde de agua con hielo cuando venga por mí.
- Qué mala – refunfuñó
- Yo siempre – afirmé arrogante – al menos cada año te hago una entrada perfecta – me burlé haciendo que soltara la carcajada abrazándome.
Recargué mi cabeza en su pecho escuchando su risa mientras sus brazos me rodeaban en protección.
- Jamás dudare que me haces muy feliz
Suspiré rendida probándome el séptimo vestido, si aún poder decidirme por uno. Salí del vestier de mi habitación apareciendo María y Malia sentadas en la cama, la primera con mi laptop y la segunda molestando en su móvil. - ¿Qué tal? – di una vuelta lentamente para que me pudieran examinar perfectamente. Cuando me quede frente a ellas, no pude ignorar la mueca de asco de Malia y el gesto de maría de que estaba más o menos bien. - Lindo – aseguró María. - Lo más asqueroso que vi en mi vida – añadió al mismo tiempo Malia dejando la laptop para guiarme al espejo. Me observé con el vestido blanco hasta las rodillas que tenía un cinturón celeste sencillo. Exasperada gruñí disgustada lanzándome a la cama. Ya me he probado siete vestidos
Entré a mi habitación y me despedí de las chicas, quienes solo al ver mi cara, y después a Nicolás decir que después de siete meses mi madre decidió hacer acto de presencia. Ellas solo me dieron un abrazo, me desearon suerte y se fueron también despidiéndose de Nicolás. Suspiré rendida dejándome caer en la cama. - Me gustaría tener tus padres – comenté mirando al techo con los brazos abiertos. Nicolás se sentó junto a mí mirándome con las cejas enarcadas - ¿Por qué? ¿Te recuerdo que mi hermana mayor huyó al cumplir la mayoría de edad? Si, lo recuerdo y jamás dejaría de hacerlo. Michelle era la hermana mayor de Nicolás, tenía la misma edad que mi hermano e incluso ella fue una de sus conquistas, de hecho con la que más duro. Michel
Nicolás se bajó y me abrió la puerta del coche mientras observaba el restaurante asombrada y feliz al mismo tiempo, de que se acordara de nuestro restaurante italiano favorito. Al entrar, el recepcionista nos saludó y le preguntó el apellido, tardó unos segundos en encontrarlo entre unas listas. - Por aquí, por favor – finalmente nombró cortésmente. - Ven conmigo – añadió Nicolás tomándome de la mano. Asentí, siguiéndole. El señor nos llevó a la parte trasera del restaurante, donde había un patio decorado muy bonito, habían árboles con artos alumbrados y habían veladoras blancas en el piso, y en el centro del patio había una carpa en donde estaba una mesa para dos personas. Nos sentamos mientras observaba impactada, cuando Nicolás me vio, esbozó una pequeña sonrisa.
A la mañana siguiente, me desperté con la respiración de Nicolás. Le observé por un segundo completamente tranquilo y me quité la chaqueta fijándome que solo nosotros dos quedábamos en la sala de espera.Suspiré dirigiéndome al baño para fijarme de mi estado, tenía el cabello enmarañado doblemente, estaba más pálida de lo normal y tenía el abrigo a medio poner, con una manga caída viéndose una parte del top del vestido. Me lavé la cara para despertarme hasta que tocaron suavemente.- ¿Isabella? – preguntó en un susurro Nicolás. Esbocé una sonrisa abriendo la puerta encontrándomelo con un gesto de cansancio que me tendió mi móvil – es Aarón
Sentí como balde de agua fría me cayó haciendo desaparecer mi sonrisa y mi mirada esperanzada cambiara a de competo asombro. - ¿Aarón y yo? – tartamudeé rezando por que dijera que no. Asintió - ¿Con quienes más? Son mis hijos, no les puedo dejar aquí. Sopesé la idea en mi mente volteándome a ver a Aarón que me miraba fijamente también asombrado. No nos puede hacer esto, puede que sea nuestra madre, pero Aarón ya es mayor de edad, él puede cuidar de mí y además, ella no puede regresar después de siete meses donde solo llamaba una o dos veces al mes para decir que nos lleva a España. ¡No! No lo permitiré. Apreté la mandíbula, fulminándola con la mirada – No iré – sentencié alzando la cabeza irguiéndome. Mi madre me observó casi dici
Refunfuñé entre dormida escuchando mi móvil sonar. ¿Quién es en plena noche? ¿Acaso no se puede dormir una noche en paz? Tomé mi celular de la mesilla mirando la hora mientras seguía sonando de un número desconocido. - ¿Quién es? – pregunté con pesadez al descolgar. - Soy Dylan... - dijo otra voz del otro lado de la línea – tu verdadero amor, cariño – afirmó egocéntrico. Bufé rodando los ojos - ¿Qué quiere? ¿Cómo consiguió mi número? – pregunté acurrucándome más dentro de las cobijas. - Le robé el celular a Danna... - comentó despreocupado – y allí lo encontré. Esa chica tiene muchos números de teléfono ¿sabías? - ¡Lo sé, idiota! ¡Es mi mejor amiga, sé que tiene muchos amigos! –
- Gracias por acompañarme a llevar a María a su casa. Te debo una – comenté dándole un beso en la mejilla a Nicolás como despedida. Abrí la puerta del auto y salí al tiempo que negó – No me debes nada, Bella. Que duermas bien – finalizó. Le guiñé un ojo agradecida y cerré la puerta corriendo a la entrada. Abrí la puerta con prisa y subí las escaleras corriendo hasta que mi madre se dio cuenta de que había llegado y salió de su estudio. ¿Por qué tiene que estar junto a la puerta principal? - Isabella, tenemos que hablar – ordenó. Me giré a verla, recargándome en la barandilla – Estoy cansada, madre, además si es por la hora, te dejé una nota en la nevera. Ella negó indicándome que bajara. Bufé bajando los escalones.
- Isabella... despierta – susurraron zarandeadme un poco haciendo que abriera los ojos encogida del frio.Bostecé estirándome sobre la cama - ¿Qué sucede? – pregunté volviéndome a dormir.De nuevo me zarandearon encontrándome a Aarón con sus ojos verdes mirándome. Tragué saliva nerviosa y me levanté.- Ve a arreglarte, y toma... - me tendió mi móvil, enarqué las cejas sin entender fijándome que tenía la ropa de anoche puesta – llama a Nicolás o a Danna para que vengan por ti, tengo que irme.- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿A dónde te vas? – ataqué en pregunt