Tenía miedo, como nunca antes en mi vida, sin embargo, la felicidad podía más con mi cuerpo. Mientras terminé de empacar maletas y alistar los últimos detalles de mi vuelo a Milán, solo pude pensar en una persona. Nicolás.
Le extrañaba como nadie, había sido mi mejor amigo desde que llegué a este país, ha sido mi confidente, mi apoyo, mi pañuelo de lágrimas. Fue quien estuvo para mí cuando nadie más lo estuvo y ahora sentía una barrera entre nosotros que con cada día que pasaba era aún más alta y me dolía en cierta forma que me iría en unas horas y no podría despedirme de él como es debido.
El me trajo momentos de felicidad incontables veces, me enseñó lo que es amar y también lo que es el desamor, me mostró la verdad aunque me doliera en el alma y jamás me mintió y ahora que habíamos construido esta barrera lo único que anhelaba hace
Un mensaje. Dos mensajes. Tres mensajes. Exasperada tomé mi móvil y abrí un ojo fijándome en los mensajes de Danna, bufé dejándolo en la mesilla sin prestar atención, sumergiéndome en las cobijas. Un mensaje. Dos mensajes. Llamada. - ¡Joder! Que quieres. Trato de dormir – Chillé al descolgar. - Que genio. No se te olvide que soy mayor que tú cuatro meses – contestó Rodé los ojos. - No se te olvide que soy más... baja que ¿tú? – enarqué las cejas negando. Que defensa, Isabella. Que defensa. - Eso no lo discuto, bella – rio – levántate, estoy en diez en tu casa – afirmó colgan
Al llegar a clase de geografía, me senté en uno de los últimos puestos y me coloqué mis auriculares mientras comenzaba la clase. Al rato, comenzaron a lanzarme papelitos a la cabeza... me quité los auriculares y cuando iba a buscar a responsable, llegó el profesor. ******** - Isabella – susurraron a espaldas mías. Me giré para encontrarme a Nicolás con su cabellera desordenada. Esbocé una sonrisa cuando extendió un papelito. Lo tomé entre los dedos forcejeando por la fuerza de él, hasta que lo soltó. Con cuidado de no ser vista por el profesor, lo abrí. ¿Iras al juego de hoy?
Al entrar a casa e inundarme la oscuridad, Aarón apareció con la mandíbula tensa cruzado de brazos con una linterna señalándome inquisitivo. - Isabella White – riñó encendiendo la luz. Caminé hacia el sofá acostándome – Aarón White Mi hermano mayor de inmediato tomó asiento frente a mí observándome con sus ojos azules escrutadores. - ¿Quién era? Me giré a verlo encogiéndome de hombros – Un chico. - Vale, sí. Eso me fije - Qué bueno... – comenté mirando al techo cerrando los ojos – si jamás habías visto uno, te recuerdo que tú eres uno. Un chico – aclaré volviéndome a verlo p
Despues de las clases más aburridas de toda la historia, exceptuando calculo y física, que son mis favoritas, entré a la cafetería a la hora del almuerzo. Compré mi almuerzo y me fui a la mesa donde mis amigas ya estaban conversando animadamente. Me senté junto a Malia y le quité su manzana acaramelada haciendo que refunfuñara cuando le di un mordisco gigante. Me pase el bocado ignorando la mirada fulminante de Malia - ¿Sucedió algo? – pregunté dándole otro mordisco a la manzana. - Isabella, nos debes una muy buena explicación – me riñó Danna haciendo que María y Malia se giraran a verme enojadas. Rodé los ojos resoplando - ¿Ahora que hice?... – me giré a ver a Malia señalándole la manzana – si es por la manzana, supéralo. Despues
Después de aquel... encuentro desagradable que tuve con Dylan, mis amigas no hablaron sobre ello, menos Danna. Por varios días no hablé con ella, solo un encuentro de palabras sobre el estudio pero no me tocó el tema de Dylan, supongo porque se siente culpable de que él me hubiera besado a la fuerza. De igual forma estoy enojada es con Dylan, no con Danna. Ella no tiene la culpa de lo que sucedió, solo Dylan y ahora cree que yo también estoy enojada con ella. - Gracias por traerme – musité suspirando rendida al ver que el auto de Danna estaba estacionado en el parqueadero. Ya llegó al instituto. Aarón se giró a verme preocupado - ¿Paso algo entre Danna y tú? – preguntó enarcando las cejas. Negué intentando abrir la puerta pero Aar
Suspiré rendida probándome el séptimo vestido, si aún poder decidirme por uno. Salí del vestier de mi habitación apareciendo María y Malia sentadas en la cama, la primera con mi laptop y la segunda molestando en su móvil. - ¿Qué tal? – di una vuelta lentamente para que me pudieran examinar perfectamente. Cuando me quede frente a ellas, no pude ignorar la mueca de asco de Malia y el gesto de maría de que estaba más o menos bien. - Lindo – aseguró María. - Lo más asqueroso que vi en mi vida – añadió al mismo tiempo Malia dejando la laptop para guiarme al espejo. Me observé con el vestido blanco hasta las rodillas que tenía un cinturón celeste sencillo. Exasperada gruñí disgustada lanzándome a la cama. Ya me he probado siete vestidos
Entré a mi habitación y me despedí de las chicas, quienes solo al ver mi cara, y después a Nicolás decir que después de siete meses mi madre decidió hacer acto de presencia. Ellas solo me dieron un abrazo, me desearon suerte y se fueron también despidiéndose de Nicolás. Suspiré rendida dejándome caer en la cama. - Me gustaría tener tus padres – comenté mirando al techo con los brazos abiertos. Nicolás se sentó junto a mí mirándome con las cejas enarcadas - ¿Por qué? ¿Te recuerdo que mi hermana mayor huyó al cumplir la mayoría de edad? Si, lo recuerdo y jamás dejaría de hacerlo. Michelle era la hermana mayor de Nicolás, tenía la misma edad que mi hermano e incluso ella fue una de sus conquistas, de hecho con la que más duro. Michel
Nicolás se bajó y me abrió la puerta del coche mientras observaba el restaurante asombrada y feliz al mismo tiempo, de que se acordara de nuestro restaurante italiano favorito. Al entrar, el recepcionista nos saludó y le preguntó el apellido, tardó unos segundos en encontrarlo entre unas listas. - Por aquí, por favor – finalmente nombró cortésmente. - Ven conmigo – añadió Nicolás tomándome de la mano. Asentí, siguiéndole. El señor nos llevó a la parte trasera del restaurante, donde había un patio decorado muy bonito, habían árboles con artos alumbrados y habían veladoras blancas en el piso, y en el centro del patio había una carpa en donde estaba una mesa para dos personas. Nos sentamos mientras observaba impactada, cuando Nicolás me vio, esbozó una pequeña sonrisa.