Entré a mi habitación y me despedí de las chicas, quienes solo al ver mi cara, y después a Nicolás decir que después de siete meses mi madre decidió hacer acto de presencia. Ellas solo me dieron un abrazo, me desearon suerte y se fueron también despidiéndose de Nicolás.
Suspiré rendida dejándome caer en la cama.
- Me gustaría tener tus padres – comenté mirando al techo con los brazos abiertos.
Nicolás se sentó junto a mí mirándome con las cejas enarcadas - ¿Por qué? ¿Te recuerdo que mi hermana mayor huyó al cumplir la mayoría de edad?
Si, lo recuerdo y jamás dejaría de hacerlo. Michelle era la hermana mayor de Nicolás, tenía la misma edad que mi hermano e incluso ella fue una de sus conquistas, de hecho con la que más duro. Michelle... siempre que le recuerdo, era hermosa, morena de cabello castaño al igual que el de su hermano, pertenecía al grupo de porristas del instituto y mi hermano como era el capitán, se hizo novio de ella. Hasta duraron siete meses, pero terminaron porque Michelle dijo que ella lo único que podría sentir por el solo sería cariño, nunca podría ser amor. Eso devasto a Aarón y desde entonces jamás volvió a querer a otra mujer, claro está, que no fuera yo.
El día de su décimo octavo cumpleaños, se fue. Llevaba dos semanas de graduada así que no le supuso ningún problema haberse ido. Jamás se volvió a saber de ella, recuerdo que Nicolás lloró mucho porque había creído que murió y yo fui quien todas las noches fui a su casa y lo consolaba hasta que nos quedábamos dormidos juntos. Con el tiempo lo superó, aunque aún se pone mal en su cumpleaños, a pesar de que trató de alegrarle el día.
Sus padres por el otro lado eran muy amorosos, o solo su madre ya que ella siempre estaba en la casa, porque es una famosa diseñadora de interiores, su padre por su parte es el dueño de la marca de vinos famosa casi mundialmente. Era muy rígido, incluso siempre que le veía o hablaba con él me recordaba a mi madre. Sin embargo, él quiere demasiado a Nicolás no solo porque es el único hijo que le queda, ni tampoco porque se cree el mayor culpable de la huida de Michelle, es así porque su padre nunca lo apoyo y siempre se sintió rechazado, por lo tanto siempre que puede, trata de apoyar en todo a Nicolás, dándole su opinión en todo.
- No es justo – refunfuñé girando la cabeza para verle mirándome a los ojos.
Suspiró rendido asintiendo – la vida nunca es justa, Isabella... y es por ello por lo que se convierte en lo más maravilloso que pueda existir en la tierra – murmuró recostándose cuidadosamente a mi lado.
Aparté mi brazo, acercándome a él. Por su parte pasó su brazo por mi cuello atrayéndome hacia él y con el otro brazo, rodeó mi cintura haciendo que encajara con la suya, por lo que subí mi pierna rodeando su cintura mirándole fijamente.
- ¿Te imaginas que fuera de tu familia? – pregunté esbozando una sonrisa.
Me miró serio - ¿Te imaginas que fuéramos solo nosotros dos una familia? – susurró acercando sus labios a los míos. Mi respiración empezó a entrecortarse y tragué saliva observándole acercarse a mi sin hacer nada.
Mi mente se puso en blanco, mientras seguía observando sus ojos azules sintiendo cada movimiento que el hacía, acercándome más a él, dejándole. Bajando la mano en la parte baja de mi cintura donde casi el encaje del vestido terminaba, y no hice nada para detenerle. Acercando sus labios a los míos hasta que nuestras respiraciones se entremezclaban, las dos entrecortadas y lo permití.
- ¿Aun quieres ir a la cena? – preguntó en un susurro tan bajo que si no estuviera tan cerca de mí, jamás hubiera podido saber lo que me decía.
Tragué saliva mirándole – no tengo hambre – susurré casi sobre sus labios.
Una punzada me atravesó el cuerpo, al mismo tiempo que todo el aire se me fue de los pulmones aun viéndolo a los ojos.
- En ese caso deberíamos... - murmuró sintiendo un leve roce de sus labios con los míos que hizo que ansiara que pudiera tocarlos verdaderamente.
- ¡Isabella! – gritó Aarón entrando tan fuerte, que hizo que Nicolás y yo diéramos un salto y en mi caso, de lo torpe que soy, cayera al piso.
Gruñí adolorida al tiempo que Aarón soltó una carcajada y Nicolás preocupado se lanzó al piso a ayudarme a levantar.
- ¿Estás bien? – tomé su mano asintiendo mientras me sobaba la cabeza fulminando con la mirada a Aarón, quien sonrió inocentemente.
Se encogió de hombros - ¿interrumpí algo? – preguntó burlón.
Negué esbozando una sonrisa diabólica en su dirección – nada, querido hermanito. No interrumpiste nada, nosotros ya nos íbamos – comenté dirigiéndome al vestier en busca de unos tacones que hicieran juego con el vestido.
- ¿Si? – preguntaron Nicolás y Aarón al unísono.
Tomé un abrigo igual de largo al vestido con los tacones en la mano, tomé de la mano a Nicolás pasando por el lado de Aarón después.
- ¡Adiós! – grité mientras salía corriendo por el pasillo jalando a Nicolás para que me siguiera.
Bajamos las escaleras rápidamente aun descalza justo en el momento que mi madre salió de la sala para verme.
- ¿A dónde crees que vas? – preguntó cruzándose de brazos.
Le miré despreocupada tomando el bolso con mis llaves y el móvil, que tenía en la mesa de entrada – nos vamos, madre – articulé colocándome el bolso al hombro – si tienes alguna objeción sobre mi salida, le puedes consultar a Aarón...
- Soy tu madre, ¿se te olvida? – afirmó seriamente.
Negué – claro que no, nunca lo haría, sin embargo... - alcé un dedo para puntualizar – le pedí permiso también a mi padre, el cual me dijo de inmediato que si...
Al ver que no tenía intenciones de escucharla más, abrí la puerta saliendo al frio de la noche con Nicolás, quien se despidió educadamente de ella. Me detuve en la acera mientras Nicolás me abría la puerta del copiloto.
- ¡Mi padre mandó saludes, y dijo que su vuelo aterrizará a las ocho! – Grité mientras le veía que colocaba las manos en la cintura enojada - ¡dale una buena bienvenida, porque se quedara aquí! – grité finalizando entrando al auto soltando una carcajada.
Que coincidencia. Mi madre odia a mi padre, no le soporta ni un minuto y ahora tendrá que aguantarle hasta que ella decida irse porque mi padre se quedará un mes. Lo cual le da tiempo para que me ayude con los preparativos de mi fiesta de cumpleaños.
Nicolás aceleró el auto negando mientras sonreía. Aun enérgica encendí la radio empezando a sonar varias canciones al azar, desde enérgicas hasta lentas y todas las canté, mientras Nico me hacía coro.
- Isabella – comentó entre risas Nicolás apagando la radio.
Me giré a verlo bajando mi puño- micrófono - ¿Qué sucede?
Me miró fijamente acercándose a mí, dándome un beso en la frente. Al separarse, me sonrió.
- Llegamos – murmuró cerca de mí. Esbocé una sonrisa girándome a ver por la ventana.
No. Lo. Puedo. Creer.
Nicolás se bajó y me abrió la puerta del coche mientras observaba el restaurante asombrada y feliz al mismo tiempo, de que se acordara de nuestro restaurante italiano favorito. Al entrar, el recepcionista nos saludó y le preguntó el apellido, tardó unos segundos en encontrarlo entre unas listas. - Por aquí, por favor – finalmente nombró cortésmente. - Ven conmigo – añadió Nicolás tomándome de la mano. Asentí, siguiéndole. El señor nos llevó a la parte trasera del restaurante, donde había un patio decorado muy bonito, habían árboles con artos alumbrados y habían veladoras blancas en el piso, y en el centro del patio había una carpa en donde estaba una mesa para dos personas. Nos sentamos mientras observaba impactada, cuando Nicolás me vio, esbozó una pequeña sonrisa.
A la mañana siguiente, me desperté con la respiración de Nicolás. Le observé por un segundo completamente tranquilo y me quité la chaqueta fijándome que solo nosotros dos quedábamos en la sala de espera.Suspiré dirigiéndome al baño para fijarme de mi estado, tenía el cabello enmarañado doblemente, estaba más pálida de lo normal y tenía el abrigo a medio poner, con una manga caída viéndose una parte del top del vestido. Me lavé la cara para despertarme hasta que tocaron suavemente.- ¿Isabella? – preguntó en un susurro Nicolás. Esbocé una sonrisa abriendo la puerta encontrándomelo con un gesto de cansancio que me tendió mi móvil – es Aarón
Sentí como balde de agua fría me cayó haciendo desaparecer mi sonrisa y mi mirada esperanzada cambiara a de competo asombro. - ¿Aarón y yo? – tartamudeé rezando por que dijera que no. Asintió - ¿Con quienes más? Son mis hijos, no les puedo dejar aquí. Sopesé la idea en mi mente volteándome a ver a Aarón que me miraba fijamente también asombrado. No nos puede hacer esto, puede que sea nuestra madre, pero Aarón ya es mayor de edad, él puede cuidar de mí y además, ella no puede regresar después de siete meses donde solo llamaba una o dos veces al mes para decir que nos lleva a España. ¡No! No lo permitiré. Apreté la mandíbula, fulminándola con la mirada – No iré – sentencié alzando la cabeza irguiéndome. Mi madre me observó casi dici
Refunfuñé entre dormida escuchando mi móvil sonar. ¿Quién es en plena noche? ¿Acaso no se puede dormir una noche en paz? Tomé mi celular de la mesilla mirando la hora mientras seguía sonando de un número desconocido. - ¿Quién es? – pregunté con pesadez al descolgar. - Soy Dylan... - dijo otra voz del otro lado de la línea – tu verdadero amor, cariño – afirmó egocéntrico. Bufé rodando los ojos - ¿Qué quiere? ¿Cómo consiguió mi número? – pregunté acurrucándome más dentro de las cobijas. - Le robé el celular a Danna... - comentó despreocupado – y allí lo encontré. Esa chica tiene muchos números de teléfono ¿sabías? - ¡Lo sé, idiota! ¡Es mi mejor amiga, sé que tiene muchos amigos! –
- Gracias por acompañarme a llevar a María a su casa. Te debo una – comenté dándole un beso en la mejilla a Nicolás como despedida. Abrí la puerta del auto y salí al tiempo que negó – No me debes nada, Bella. Que duermas bien – finalizó. Le guiñé un ojo agradecida y cerré la puerta corriendo a la entrada. Abrí la puerta con prisa y subí las escaleras corriendo hasta que mi madre se dio cuenta de que había llegado y salió de su estudio. ¿Por qué tiene que estar junto a la puerta principal? - Isabella, tenemos que hablar – ordenó. Me giré a verla, recargándome en la barandilla – Estoy cansada, madre, además si es por la hora, te dejé una nota en la nevera. Ella negó indicándome que bajara. Bufé bajando los escalones.
- Isabella... despierta – susurraron zarandeadme un poco haciendo que abriera los ojos encogida del frio.Bostecé estirándome sobre la cama - ¿Qué sucede? – pregunté volviéndome a dormir.De nuevo me zarandearon encontrándome a Aarón con sus ojos verdes mirándome. Tragué saliva nerviosa y me levanté.- Ve a arreglarte, y toma... - me tendió mi móvil, enarqué las cejas sin entender fijándome que tenía la ropa de anoche puesta – llama a Nicolás o a Danna para que vengan por ti, tengo que irme.- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿A dónde te vas? – ataqué en pregunt
Salí rápidamente del instituto, encontrándome el auto de Aarón en la entrada como me afirmó que seria y corrí hacia él, al tener el convertible, di un salto quedando en un segundo después de que me vio, sentada junto a él, abrochándome el cinturón.- ¿Qué tal el día? – preguntó acelerando.Me encogí de hombros – Nada nuevo, exceptuando que llegué temprano a clase en años.Aarón soltó la carcajada – Esa no te la creo ¿Isabella llegando temprano a clase? Específicamente ¿a qué te refieres con temprano?Le pegué un guantazo en la cabeza riendo &nda
- Promételo, Nicolás – amenacé viéndolo a través de la pantalla que reía mostrándome el papel. - Míralo, aquí está escrito. Juro no decir nada – volvió a reír a lo que asentí. Observé a través de la cámara de él su contrato e hice ademan de que lo alejara de la pantalla al haberlo leído completo. - Bien, ahora firma con tu sangre. - ¿Qué? – chilló a través de la cámara haciendo que estallara en una carcajada. Tomé mi laptop y la llevé a la cama, donde me acosté mirándolo – Solo pínchate con una aguja y déjala caer en la hoja. Los contratos de sangre son más viables para mí, que una simple firma de pacotilla. - Lo dices como si