- Promételo, Nicolás – amenacé viéndolo a través de la pantalla que reía mostrándome el papel.
- Míralo, aquí está escrito. Juro no decir nada – volvió a reír a lo que asentí.
Observé a través de la cámara de él su contrato e hice ademan de que lo alejara de la pantalla al haberlo leído completo.
- Bien, ahora firma con tu sangre.
- ¿Qué? – chilló a través de la cámara haciendo que estallara en una carcajada.
Tomé mi laptop y la llevé a la cama, donde me acosté mirándolo – Solo pínchate con una aguja y déjala caer en la hoja. Los contratos de sangre son más viables para mí, que una simple firma de pacotilla.
- Lo dices como si
María Suspiré rendida viendo entrar a todos los estudiantes mientras mi hermana mayor por un año aparcó frente al instituto. - Llegamos, ¿quieres que te ayude? – se ofreció, pero negué con una sonrisa. Abrí la puerta con mi mano derecha mientras que el izquierdo lo tengo enyesado y salí del auto lentamente teniendo cuidado de no caer, como ya lo he hecho en repetidas ocasiones. - Aun no entiendo algo – murmuró saliendo del auto para rodearlo y ayudarme a colocar la maleta. - ¿Qué cosa? - Pregunté metiendo mi brazo enyesado - ¿Dónde están tus amigas? Negué de
- De por dios, no vayas a hacer ninguna locura – repitió por enésima vez mi hermano mientras se detenía frente a la casa de Nicolás, quien se supone dijo me esperaría para cenar con sus padres. Me gusta cenar con ellos, de por si su padre es muy estricto, me recuerda mucho a mamá y su madre a... a su madre porque nunca había conocido a una mujer tan bondadosa a pesar de que perdió a su hija y antes de ello tuvo dos abortos quien sabe porque qué cosa, jamás Nicolás me lo mencionó, pero siempre me pareció que esa familia de por si era muy misteriosa, tal vez por ello fue por lo que me volví amiga de Nicolás. Le guiñé un ojo a mi hermano mientras me desabrochaba el cinturón - no te aseguro nada – Salí rápidamente cerrando de un portazo escuchando los quejidos de mi hermano porque traté a patadas su auto.
Llegado el fin de semana, terminamos de acordar entre Nicolás y yo como haríamos. Durante el resto de la semana, Nicolás mandó a varios trabajadores a que arreglaran la casa, lo suficiente para que despues nosotros pudiéramos terminarla y que no tocaran la casa del árbol, despues de todo nosotros la construimos y solo nosotros tendríamos potestad para destruirla. Lo que quedo de la semana transcurrió lo más lento que puede pasar en la vida. Sin embargo, al llegar el fin de semana, el que tanto ansiaba, no pude contenerme y desde las cuatro me levanté para esperar a Nicolás. Me coloqué ropa de deporte y encima un overol azul enterizo de mecánico que logré conseguir de mi hermano prestado sin que lo supiera y me coloqué mis botas favoritas de trabajo. Me recogí el cabello en mechones desordenados formando un cebollín en lo alto de la cabeza y arreglé como pude mi flequillo.
Abrí lo más sigilosamente la puerta de entrada y la cerré de igual forma. Me quité las botas de trabajo y corrí hacia las escaleras en medias, tratando de a toda costa no hacer ruido. Despues de que nos quedáramos dormidos en la casa, Nicolás me levantó súper temprano diciendo que tenía que llevarme a casa para que me arreglara para el instituto, y despues me dejó una calle más atrás para que mi padre no sospechara que no me quedé en casa. Troté por las escaleras hasta que la puerta del despacho de mi padre se abrió y salió de allí mi padre cruzado de brazos mirándome enfurecido. Oh, dios mío. - No pasaste la noche en casa – musitó observando mi cabello pintado, al igual que la cara, sin embargo, mi ropa estaba muy limpia porque antes de salir de la camioneta de Nicolás, me quité el
Aarón Jamás en mi vida me había puesto tan nervioso al haber invitado a una chica. Jamás me había sucedió y por ello me encantaba. Anne era diferente a las demás, lo supe en el momento en que regó su café en mi camiseta y le interesó más su libro que el hecho de que su blusa había quedado empapada. Siempre andaba leyendo, a todas horas, sin embargo, cuando no lo hacía hablaba con sus amigos y conmigo. Despues de que Isabella me dijera que me arreglará con lo que ella había dejado en su habitacion porque le aterra ver lo desordenada que es la mía. Me coloqué el traje de la bolsa y salí de casa, ignorando a nuestro padre que salió de su despacho para preguntar a donde iba. Me daba igual que lo supiera o no, simplemente me encogí de hombros y salí tomando las llaves de
Nicolás en el salón de química, no quise ir a allí... Nicolás en la cafetería, hoy decidí no ir a comer... Nicolás esperando junto a mi casillero, me giro y me voy... Suspiré rendida y cuando finalmente suena la campana para poder irnos todos, camino rápidamente hacia la salida, pero alguien me intercepta jalándome adentro de un salón. - Tenemos que hablar, Isabella – musitó cerca de mí. Me mordí el labio nerviosa y negué mirándolo fijamente. Traté de decir algo, por más tonto que fuera, pero las cuerdas vocales no me daban y finalmente tragué saliva y observé que Nicolás me imploraba con la mirada que dijera algo. Por pequeño que fuera.
La música estaba tan alta que por fin pude dejar de escuchar mis pensamientos. La casa estaba atestada de gente y a quien primero vi cuando crucé el umbral, fue a Dylan. - ¡Viniste! – gritó alegre por encima de la música con un vaso rojo en la mano, me lo tendió y pasó su brazo por mi cuello llevándome a donde supe que era la sala que estaba completamente vacía siendo la pista de baile. Al final de esta, se encontraba un muchacho con unos cascos poniendo la música mientras adolescentes iban bailando al ritmo de las mezclas. Rápidamente me alejé de él y fui a la pista de baile donde pude atisbar a Nicolás que bailaba con una chica, cuando estuve lo bastante cerca para que me pudiera ver, me quede quieta observándolo. Jamás lo había visto como lo que se había convertido. Un hombre muy
Recordar era difícil, cada palabra la podía recordar como si la estuviera viviendo en aquel momento, sin embargo, no quería hacerlo. Temía hacerlo. Ese beso lo había cambiado todo, un acto tan mínimo, ocasionó un caos en mi vida, en mi mente y en mi corazón. Jamás me había puesto a pensar en algo más allá de la amistad con Nicolás, jamás me cuestioné si lo que sentía por él era cariño de amistad... o algo más. Siempre creí que era la primera, pero ese simple beso me hizo reconsiderar la idea. Sentía algo muy extraño, ni siquiera sabía cómo describirlo, me daba alegría solo escuchar su nombre, esbozaba una sonrisa al pronunciarlo en mi mente y sentía que mi pecho se inflaba de alegría y algo más que no tenía idea de que era. Al verlo, sentía que mis piernas desfallecerían y caería al