Llegado el fin de semana, terminamos de acordar entre Nicolás y yo como haríamos. Durante el resto de la semana, Nicolás mandó a varios trabajadores a que arreglaran la casa, lo suficiente para que despues nosotros pudiéramos terminarla y que no tocaran la casa del árbol, despues de todo nosotros la construimos y solo nosotros tendríamos potestad para destruirla.
Lo que quedo de la semana transcurrió lo más lento que puede pasar en la vida. Sin embargo, al llegar el fin de semana, el que tanto ansiaba, no pude contenerme y desde las cuatro me levanté para esperar a Nicolás. Me coloqué ropa de deporte y encima un overol azul enterizo de mecánico que logré conseguir de mi hermano prestado sin que lo supiera y me coloqué mis botas favoritas de trabajo. Me recogí el cabello en mechones desordenados formando un cebollín en lo alto de la cabeza y arreglé como pude mi flequillo.
Abrí lo más sigilosamente la puerta de entrada y la cerré de igual forma. Me quité las botas de trabajo y corrí hacia las escaleras en medias, tratando de a toda costa no hacer ruido. Despues de que nos quedáramos dormidos en la casa, Nicolás me levantó súper temprano diciendo que tenía que llevarme a casa para que me arreglara para el instituto, y despues me dejó una calle más atrás para que mi padre no sospechara que no me quedé en casa. Troté por las escaleras hasta que la puerta del despacho de mi padre se abrió y salió de allí mi padre cruzado de brazos mirándome enfurecido. Oh, dios mío. - No pasaste la noche en casa – musitó observando mi cabello pintado, al igual que la cara, sin embargo, mi ropa estaba muy limpia porque antes de salir de la camioneta de Nicolás, me quité el
Aarón Jamás en mi vida me había puesto tan nervioso al haber invitado a una chica. Jamás me había sucedió y por ello me encantaba. Anne era diferente a las demás, lo supe en el momento en que regó su café en mi camiseta y le interesó más su libro que el hecho de que su blusa había quedado empapada. Siempre andaba leyendo, a todas horas, sin embargo, cuando no lo hacía hablaba con sus amigos y conmigo. Despues de que Isabella me dijera que me arreglará con lo que ella había dejado en su habitacion porque le aterra ver lo desordenada que es la mía. Me coloqué el traje de la bolsa y salí de casa, ignorando a nuestro padre que salió de su despacho para preguntar a donde iba. Me daba igual que lo supiera o no, simplemente me encogí de hombros y salí tomando las llaves de
Nicolás en el salón de química, no quise ir a allí... Nicolás en la cafetería, hoy decidí no ir a comer... Nicolás esperando junto a mi casillero, me giro y me voy... Suspiré rendida y cuando finalmente suena la campana para poder irnos todos, camino rápidamente hacia la salida, pero alguien me intercepta jalándome adentro de un salón. - Tenemos que hablar, Isabella – musitó cerca de mí. Me mordí el labio nerviosa y negué mirándolo fijamente. Traté de decir algo, por más tonto que fuera, pero las cuerdas vocales no me daban y finalmente tragué saliva y observé que Nicolás me imploraba con la mirada que dijera algo. Por pequeño que fuera.
La música estaba tan alta que por fin pude dejar de escuchar mis pensamientos. La casa estaba atestada de gente y a quien primero vi cuando crucé el umbral, fue a Dylan. - ¡Viniste! – gritó alegre por encima de la música con un vaso rojo en la mano, me lo tendió y pasó su brazo por mi cuello llevándome a donde supe que era la sala que estaba completamente vacía siendo la pista de baile. Al final de esta, se encontraba un muchacho con unos cascos poniendo la música mientras adolescentes iban bailando al ritmo de las mezclas. Rápidamente me alejé de él y fui a la pista de baile donde pude atisbar a Nicolás que bailaba con una chica, cuando estuve lo bastante cerca para que me pudiera ver, me quede quieta observándolo. Jamás lo había visto como lo que se había convertido. Un hombre muy
Recordar era difícil, cada palabra la podía recordar como si la estuviera viviendo en aquel momento, sin embargo, no quería hacerlo. Temía hacerlo. Ese beso lo había cambiado todo, un acto tan mínimo, ocasionó un caos en mi vida, en mi mente y en mi corazón. Jamás me había puesto a pensar en algo más allá de la amistad con Nicolás, jamás me cuestioné si lo que sentía por él era cariño de amistad... o algo más. Siempre creí que era la primera, pero ese simple beso me hizo reconsiderar la idea. Sentía algo muy extraño, ni siquiera sabía cómo describirlo, me daba alegría solo escuchar su nombre, esbozaba una sonrisa al pronunciarlo en mi mente y sentía que mi pecho se inflaba de alegría y algo más que no tenía idea de que era. Al verlo, sentía que mis piernas desfallecerían y caería al
Tenía que hablar con Nicolás. Debía sacar el valor y hablar sobre ello, sobre aquel tema que hemos pospuesto durante tantos años. Aarón no solo me hizo recordar mis mejores momentos con Nicolás, sino que también hizo que reafirmara mis sentimientos por él, aclarándolos de una forma que por fin pude entender. Entendí porque me ponía nerviosa cuando estaba con él en algunas ocasiones, como me gustaba tanto observarlo hasta que me cansara o ya fuera tiempo para que se fuera. Entendí porque me enojaba verlo con una chica coqueteando. Entendí muchas cosas y a todas ellas, por fin le encontré una solución. Después de clases, a la hora de almuerzo fui corriendo a la cafetería donde ya todos estaban comiendo y hablando. No hice fila para comprar mi almuerzo, después de todo, no tenía hambre y tampoco me dirigí a la mesa donde estaban mis amig
Todo en mi vida era un caos, uno maravilloso y que no quería que se fuera. Me sentía llena, viva y muy feliz... y esta vez sabía la razón. Era Nicolás, siempre fue él y jamás pensé que fuera él. Pero ahora lo sabía, y me gustaba aquella sensación. Esbocé una sonrisa y toqué su mejilla cuidadosamente para que no despertara, conocía todo de él, sus miedos, virtudes, metas, lo que era capaz de hacer por los que ama, sabía todo de él y verlo frente a mí, a centímetros de mi rostro dándome una completo análisis de sus facciones mientras duerme, hizo que recorriera con las yemas de los dedos sus pómulos, bajando hasta su barbilla y subiendo nuevamente hasta sus labios. Suspiré y me acerqué dándole un beso en la boca quien al sentir mis labios sobre los suyos correspondió el beso aun con l
Todo a mi alrededor había cambiado por completo, el poder del tiempo me abrumaba y aún más mientras pasaban las horas sin parar mientras todos me observaban, unos sin pudor y otros se giraban, pero aun así sentía sus miradas en mí, finalmente cuando acabaron mis clases, salí de literatura acompañada de María para dirigirnos a la cafetería. La verdad, me daba terror siquiera entrar allí. - ¿Quieres comer en la cafetería? O ¿te gustaría afuera? – pregonó en un susurro mi amiga pelinegra a mi lado. Me giré a verla y sonreí amablemente – Inevitablemente tendré que entrar – afirmé con una ceja levantada sonriéndole aún. - No si no quieres, conozco mejores lugares para comer. Solté un