La cama era demasiado cómoda. No se parecía en nada al colchón delgado del orfanato. Estaba cubierta por una frazada de color beige que parecía nueva. Las paredes eran blancas, simulando darle más espacio al lugar. Me acerqué a la ventana, la abrí y asomé mi cabeza. Un extenso jardín se abría ante mis ojos, y estaba maravillada. Había distintos tonos de verde, gracias a los árboles y arbustos que abundaban. Y a lo lejos, se podían ver algunos caballos galopando con libertad.Definitivamente, me gustaba esta habitación.
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