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Capítulo 5

- Sí Señor - respondí volviéndome hacia él. 

-Ya que está aquí, quisiera que firme el contrato laboral- 

Su voz era tan segura, que me hacía dudar si alguna vez se equivocaba. 

-Oh, de acuerdo- me acerqué a él una vez más.

Sacó un papel del cajón que estaba  a su derecha.

-Siéntese-  ordenó y lo hice.

Se sentía raro estar aquí, sentada en su lujosa oficina, sólo con él. Había un silencio muy intrigante que comenzaba a enloquecerme. 

-Aquí está. Necesito que lo lea, y si está de acuerdo, firme- concluyó y dejó una pluma bañada en oro en el escritorio.

Nunca me había faltado nada en el Orfanato. Pero al ver que había gente que vivía así... Me causaba una profunda incomodidad. No los juzgaba, pero me costaba creer que existieran dos realidades tan opuestas en el mismo mundo. 

Tomé el papel y comencé a leerlo. Estaba detallada la fecha de hoy, y explicaba que el contrato finalizaba dentro de cinco años. Pero, si alguna de las partes quería terminarlo antes de tiempo, se podía llegar a un acuerdo. 

Cuando llegué a la cifra que iba a cobrar, abrí los ojos sintiendo que iban a salirse de mis órbitas.

-¿Algún problema?- preguntó Andrew. 

Lo miré, en su rostro había curiosidad. Y no era el típico semblante suyo donde hablaba pero no transmitía nada, sino que realmente era un sentimiento genuino. Se notaba en sus ojos expectantes. 

-Sólo que no imaginé que el sueldo sería tan alto...- respondí con sinceridad. 

-Es el dinero acorde al empleo- dijo simplemente. 

No respondí. Honestamente me parecía demasiado pero también era una realidad que lo necesitaba. 

Seguí leyendo y cuando terminé, lo firmé. 

-Ya está, Señor- le entregué el contrato. -Si no necesita nada más, voy a...- 

Estaba poniéndome de pie, cuando su voz me interrumpió.

-¿Dónde vivía, Señorita?-

Joder, ¿Ahora era un charlatán? 

Éste hombre me volvía loca.

-Vivía en el pueblo Lake Town, a unas horas de aquí-

Recostó su torso sobre la silla, sin separar su mirada de la mía. 

-¿Y qué la trajo hasta aquí?- frunció el ceño.

¿Por qué sonaba como un interrogatorio? ¿Desconfiaba de mí? 

-Vine en busca de otras oportunidades laborales- mentí.

-¿No había allí?- indagó.

Me consideraba una persona simpática y educada, pero la paciencia no era mi virtud. 

-Disculpe Señor, pero no entiendo a dónde va esta conversación - respondí con molestia.

Él alzó su ceja derecha.

M****a, me iba a despedir.

-¿Le molesta que le haga preguntas?-

-No, me molesta sentir que desconfía de mí- 

Ahí tienes, jefecito. 

Asintió en silencio. 

Al final, no estaba tan errada, él si desconfiaba. 

-Puede retirarse, Señorita-

Me puse de pie y huí con rapidez de allí.

Peor que convivir con su frialdad, era soportar sus órdenes.

¡Y no llevaba ni un día aquí!

Por dios, ¿Podría aguantar?

Pensé en el sueldo. Era una cantidad de dinero que jamás había tenido en mis manos. Y con ella, podría cumplir todos mis sueños... O la mayoría. 

Siempre quise saber acerca de mis verdaderos padres. Quiénes eran, qué les sucedió, por qué me abandonaron allí.

Pero para eso, debía contratar a un abogado y pedir una orden a un juez, para tener acceso a los historiales y documentos del orfanato.

Si, así de complicado era. 

Y si, para todo ello, se necesitaba bastante dinero.

Suspiré regresando a la cocina. Al fin el aire estaba más liviano. 

¿Cómo hacía Marta para vivir con él? 

-Aquí estás. Ten, tu cena- la señora me extendió un plato de carne con algunas verduras. Se veía delicioso. Ayer no había podido comer mucho, así que parecía un gran manjar. 

Nos sentamos en silencio sobre la mesa que había en la cocina.

-¿Siempre comes aquí sola?- cuestioné. -Oh y por cierto, esto está riquísimo- sonreí luego de degustar el primer bocado. 

-Me alegro que te guste, cariño. No, en realidad suelo comer con Andrew en el comedor principal. Pero como hoy tiene mucho trabajo, cena en su oficina-

Vaya. No me esperaba que compartieran las comidas juntos. 

-Ah... ¿Se conocen hace mucho tiempo?- interrogué.

-Oh si. Prácticamente lo crié. Trabajo aquí desde hace cuarenta años. Sus padres me contrataron como niñera y luego, bueno, simplemente me quedé trabajando para él- contestó con melancolía. 

-Sus padres deben quererla mucho- sonreí -Le confiaron lo más preciado que tienen-

Marta no respondió. Sus ojos no se despegaron del plato de comida. 

Quise seguir charlando del tema, o preguntarle la causa de su silencio. Pero sabía que eso era sumamente incorrecto, sobre todo siendo mi primer día en la mansión.

Debía esperar y lograría avanzar poco a poco hasta entender esta historia. 

El resto de la cena hablamos sobre cosas triviales de nuestras vidas. Y le comenté un poco sobre el orfanato, cómo era, los amigos que tenía allí y cómo había llegado acá en busca de trabajo. 

Ella se había conmovido mucho, y me dijo que estaba muy feliz de que pudiera ir en busca de mis sueños.

Además le pedí que no le mencionara nada al jefe sobre donde me había criado. Tenía miedo de que me tildara como inexperta y me echara. 

Aunque ella insistió que él jamás haría algo así, me prometió que no diría nada.

Era obvio que ella lo conocía más que yo, pero realmente no me fiaba de su mal genio.

Luego de comer y lavar todo, Marta fue a buscar la bandeja al despacho de Andrew, mientras yo me encerraba en mi habitación.

Suspiré cansada cuando recosté mi cuerpo en el mullido colchón.

Observé el techo blanco sumida en el silencio del lugar.

Hace dos noches, dormía en el orfanato.

Ayer, en un autobús. 

Y hoy, en una mansión.

Jamás imaginé que la vida podía ser tan impredecible.

Cerré los ojos y el rostro de Andrew vino a mi mente. 

¿Qué carajo? ¿Por qué estaba pensando en él? 

No debía hacerlo. 

Lo detestaba.

Era soberbio, pedante, maleducado y frío.

Aunque extremadamente sexy.

Pero eso no venía al caso. 

Supuse que mis pensamientos por él eran a causa de los misterios que lo rodeaban. 

La habitación de arriba, su forma de ser, su relación con Marta, sus padres...

Dios. No podía con mi curiosidad. 

Debía detenerme, o me iba a quedar en la calle.

Todo ésto no era de mi incumbencia. Simplemente tenía que limitarme a hacer mi trabajo. Para eso estaba aquí.

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