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Capítulo 8

El resto de la tarde estuve barriendo la planta baja. 

Marta me había comentado que mañana nos ocuparíamos de la limpieza del primer piso. 

La casa estaba en silencio. Mark ya se había ido y Andrew se había encerrado de nuevo en su despacho. 

Pero todo estaba sorprendentemente tranquilo.

Hasta que... 

Escuché una voz que gritaba enojada. Era la del jefe. Venía de su oficina, así que me acerqué en silencio a la puerta e intenté escuchar. 

-¡Ya te dije que no!- 

Silencio.

-Mira madre, no me interesan cuales sean tus planes. No quiero casarme con ella. -

¿Lo obligaba a casarse con una mujer? ¿En qué siglo vivían?

-Adiós- respondió con enojo y me alejé de la puerta, para no ser descubierta. 

¿Qué demonios había sido todo eso? 

Definitivamente él no era el tipo de hombre que hacía lo que le mandaban. 

Entonces no entendía por qué era tan  importante para su madre que se casara con esa mujer.

Había algo más... 

Continué barriendo mientras le daba vueltas al asunto en mi cabeza, y unos segundos después, Andrew salió como un huracán de su oficina. 

Llevaba un saco negro encima de una polera blanca y un pantalón de jean. 

Estaba muy enfadado, se notaba en sus movimientos bruscos y su andar acelerado. 

-Voy a salir, dile a Marta que no voy a cenar aquí- me ordenó y salió de la casa.

Todo se quedó en silencio. 

Joder. 

Nunca lo había visto así.

Si... Era malhumorado por naturaleza, en lo poco que lo conocía. Pero ésta vez parecía ser por algo grande. 

Cuando terminé con mi tarea me acerqué a Marta para comentarle lo de Andrew. Ella simplemente dijo: 

-De acuerdo- 

La miré dudosa. 

-Te digo que nunca lo ví así...-  insistí. 

-Tranquila, a veces sucede- respondió con calma, mientras lavaba los platos.

-Bueno...- murmuré dudosa. 

Era obvio que ella sabía todos y cada uno de los motivos que alteraban a mi jefe. Pero también era entendible que no me lo dijera, yo era una desconocida para esta familia.

Tal vez con el paso del tiempo se atrevería a contarme un poco más. 

Luego de compartir otra cena juntas, me recosté en la cama.

Estaba bastante cansada después del largo día. Especialmente porque al ser una casa grande, siempre había mucho trabajo. 

Cerré mis ojos sintiendo como el sueño se apoderaba de mi. 

Los grillos cantando en el fondo del jardín eran mi única compañía. 

La noche estaba bastante fría, así que me tapé hasta el cuello con la frazada beige.

Y agradecí en mi interior poder estar viviendo en esta casa y tener empleo. Me sentía muy entusiasmada acerca del futuro. 

Pero mi mente ya no quería seguir atenta ahora, necesitaba recuperar energías.

Así que suspiré y me dejé ir. 

🏵️🏵️🏵️🏵️🏵️

Ruido. Mucho ruido. 

Ollas cayéndose al piso, insultos...

Me levanté asustada. Miré la hora en el reloj que estaba sobre la mesa de luz. Eran las 3 de la mañana. 

Me acerqué en silencio a la puerta. 

¿Y si era un ladrón?

Sería bastante estúpido por hacer todo ese alboroto. 

¿Debería llamar ahora mismo a la policía?

En ese instante, se escuchó otro insulto. Y reconocí enseguida su voz. 

Era Andrew. 

Abrí la puerta lentamente unos pocos centímetros y lo ví.

Estaba sentado en la mesa, con su remera arremangada hasta los codos. Su cabello lucía despeinado y tomaba su rostro entre las manos, alborotandolo aún más. 

Sus hombres subían y bajaban a gran velocidad, demostrando que su respiración era agitada.

A su lado, sobre el mármol, había una botella de whisky medio vacía. 

Él suspiraba y balbuceaba palabras que no lograba entender. 

¿Debería volver a dormir? 

Si. Todo este asunto no era de mi incumbencia, y él no querría que me metiera.

-¿Por qué me ssucede ésto a mí? Mallldición- masculló.

Joder. No puedo con mi genio.

Terminé de abrir la puerta y me asomé lentamente. 

Estaba en pijama, pero no me importaba. 

Era un jogging gris y una remera blanca, no era tan grave. 

-Señor...- murmuré. 

Él alzó su cabeza con rapidez, sorprendido.

-Oh, hola. Lamennto si te dessperté-

Estaba más borracho de lo que imaginaba. 

Su rostro lucía perturbado, como si no supiera qué más hacer. 

-¿Necesita algo, señor?- me atreví a preguntar.

-Si-  respondió poniéndose de pie con cuidado, y acercándose lentamente a mí.

No me moví ni un centímetro. Incluso dejé de respirar.

Verlo caminar hacia mí, de ese modo... Tan relajado, tan hipnotizante y sexy.

-Dígame- murmuré teniendo su rostro a poca distancia. 

Podía observar con detalle todo de él. Tenía un hermoso lunar debajo del labio inferior, que no había notado antes. Y sus ojos eran aún más hermosos de lo que pensaba. 

Sus boca estaba entreabierta, y aunque olía a alcohol, también sentía su perfume masculino embriagarme. 

-Quiero que... Dejes de decirme señor- 

Fruncí el ceño, confundida. 

-Quiero que me digas Andrew- continuó. 

Mi corazón se aceleró.

-Pero eso no...- 

-Shh- dió un paso más - Sólo hazlo-

Tragué grueso.

De repente sentía unas ganas enormes de besarlo. 

Pero no, jamás haría algo así.

Sólo que la dulzura con la que me miraba embelesado, y su forma de hablarme, hacían que pensara de este modo. 

-Y quiero tambiénnn... -agregó -Que sepas que eres muy hermosa...-

M****a.

Tomé aire nerviosa, sin saber qué decir. 

Él miró mis labios de forma seductora y eso fue motivo suficiente para que me alejara. 

-¿Juntos?- sonrió travieso.

-¡Claro que no!- respondí nerviosa.   Dios, a este hombre el alcohol lo desinhibía demasiado.  -Cada uno, a su habitación.-

-Pero no quiero irme a dormir- replicó molesto.

-Yo sí, mañana debo trabajar Señor- 

-Andrew- repitió.

Joder.

-Andrew- sonreí con falsedad, para dejarlo conforme.

-Así está mucho mejor- rió y todo mi ser se estremeció.

¿Cómo podía ser que teniendo una sonrisa tan fantástica nunca la mostrara?

Suspiré y me despedí de él. Sabía que mañana me agradecería por no dejarlo seguir diciendo estupideces. 

Aunque si realmente pensaba eso de mí... Nunca lo sabría. 

Si, decían que los borrachos y los niños decían la verdad. Pero con Andrew nunca se podía estar seguro. 

-Buenas noches- murmuré.

-Que descanses, Agatha- 

Y dando un par de pasos, me alejé de él.

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