Mis ojos picaron por soltar las lágrimas que estaba conteniendo, mi corazón rompiéndose en pequeños fragmentos ante la imagen asquerosa que estaba contemplando. No podía creerlo, la persona con la que conviví cinco años de mi vida me había traicionado de la forma más baja. Yacía con mi hermanastra en mi propia cama, sin sentir vergüenza por haber apuñalado mi confianza y por un instante pensé «¿qué hice mal para merecer esto?»
Con el dolor del mundo y aprovechando que todavía no reparaban en mi presencia saqué mi móvil para grabarlos y asegurarme de tener las pruebas suficientes para no cederle ninguna pequeña parte de mis posesiones. No iba a obtener nada de lo que con esfuerzo trabajaba mientras él se revolcaba con Celine en mi ausencia.Harta de seguir viéndolos, cerré con fuerza la puerta caminando lejos de mi habitación hasta la sala en el primer piso, sirviéndome una copa de vino en lo que ellos bajaban o tenían el descaro de continuar sin importarles nada. No me sorprendería, nada podría hacerlo después de lo que acababa de ver.Era bueno que esa noche decidí regresar a casa, el trabajo consumía mi tiempo al punto de regresar sólo los fines de semana y convivir con el hombre que estaba desnudo con otra mujer en la planta superior. Cinco años de mi vida echados a la basura, siendo la burla de otra mujer.—Mi amor… —Emmett bajaba las escaleras desesperado mientras trataba de abotonarse su camisa, con los chupetones en el cuello como muestra de que no había sido una alucinación. —por favor… déjame explicarte. Lo que viste allá arriba no es nada… yo…—¡Cállate! —exclamé levantándome y apresurarme a llegar a él para voltearle la cabeza con una bofetada que marcó su piel —No tengas el descaro de negarme lo que vi con mis propios ojos.—Perdóname, mi vida —pidió con el desespero en sus ojos, sus rodillas cediendo ante mi, suplicando para conseguir un perdón que ni en la otra vida se lo daría. Sabiendo que su vida rodeada de lujos se había acabado —Hazel, te juro que es la primera vez qué pasa… por favor, escúcheme, mi amor.El repiqueteo de unos tacones que no eran los míos me hizo alzar la cabeza para ver a la cínica de Celine bajando con tranquilidad las escaleras, con una sonrisa burlona en su rostro y esa arrogancia que me hizo detestarla más.—¿Primera vez? —se rió —Oh, no. Te aseguro que ha pasado muchas veces, tantas que hasta hemos perdido la cuenta.Mi estómago se revolvió y quise vomitar en ese momento por lo vil que eran. Por la escoria que siempre me rodeó y no pude verlo antes, sintiéndome estúpida por primera vez en mi vida.—Dile, Emmett querido, dile todo lo que piensas de tu esposa y has callado —soltó una carcajada que me pareció fuera de lugar. Estaba desquiciada —¿no lo harás? Pues entonces se lo diré por ti.—Celine —murmuró él entre dientes sin ser capaz de levantarse de la alfombra y sin dejar de suplicar con sus ojos mi perdón.—Eres aburrida, una mojigata en la cama, que nunca tiene tiempo para él y que su única dedicación es su trabajo —me miró con un orgullo como de haberse ganado un premio Nobel y no estuviera restregándome ser la amante de un hombre casado —. Por eso me buscó a mi, para que le diera lo que tú no eres capaz de darle.El que él guardara silencio me confirmó que Celine no mentía, él en realidad pensó eso por años y no fue capaz de decírmelo en la cara. Era tan estúpido cómo fracasado porque de no ser por mi él no tuviera ni la tercera parte de lo que ahora ostenta como logros. Era un miserable y debí escuchar a mis padres cuando me lo dijeron incansablemente, «Él no es para ti, no encaja en tu vida y si te casas con él vas a arrepentirte tarde o temprano».Nunca me arrepentía de lo que hacía hasta ahora, conocer a Emmett fue la peor de mis desgracias y no estaba dispuesta a continuar con ellas. Sabiendo el por qué estaba de rodillas ante mi suplicando mi perdón sólo consiguió que sonriera alzando mi rostro con orgullo, sabiendo que por muy aburrida que fuera tenía algo que él deseaba con cada parte de su asqueroso ser «mi dinero».—Eres tan poca cosa para mi —solté con repudio, arreglándomelas para ignorar el dolor de mi corazón y el golpe a mi orgullo —que ni siquiera mereces estar pisando mi alfombra. Recoge tus cosas y lárgate de mi casa.—¡No! ¡Hazel yo te amo! Sólo fue un desliz, ella no es nadie para mi y no es ni la mitad de lo que tú eres. Por favor, mi vida, no terminemos lo bonito que teníamos por esto.—Suficiente, mañana mi abogado te hará llegar la solicitud de divorcio. Vas a firmarla sin protestar y ni pienses que vas a recibir un solo dólar de mi parte.Me alejé ignorándolo sus estupideces y saliendo de casa. Nunca antes experimenté lo que ahora ahogaba mi corazón, en cómo suprimí las emociones para no derramar ni una sola lágrima porque hombres como él no merecían que sufriéramos por ello. Celine y Emmett se merecían tanto, un par de desgraciados que el karma se encargaría de darles una lección. A ella por envidiosa y a él por traicionero, por ser un asqueroso infiel que se deslumbraba por la primera mujer bonita sus pasara frente a sus narices.«Hombres, todos son iguales»Hazel Planté mi firma en el documento que oficialmente me devolvía mi soltería, volvía a ser Hazel Loughty la hija de mi padre y la que no se dejaba desmoronar por nadie. De reojo pude ver cómo él tomaba el lápiz inseguro de hacerlo, después de una lucha de varias semanas que se hicieron infinitamente largas por fin se consiguió lo que quería. Emmett no recibiría nada de mi parte por haber cometido adulterio, ninguno de mis bienes serían tocados por sus manos y mucho menos por la próxima mujer que ostentara una baratija en su mano. Al concluir con las firmas se nos dio el documento que me liberaba de cualquier atadura con Emmettt Wright, sentí la palmada de ánimo de mi hermano, quien era mi abogado y quien se había encargado de todo el proceso. —¡Bienvenida a la soltería! —mi amiga me abrazó con efusividad al salir de la oficina del juez —esto tenemos que celebrarlo. —Claro que si —sonreí pasando mi vista a Celine que iba entrando por el pasillo para lanzarse a los brazos de mi e
Hazel Dejar el pasado atrás y las personas que lo conforman puede ser una de las decisiones más difíciles de la vida, dolorosas y que pueden llenarte de heridas, de inseguridades y desconfianza. Pero era preferible a seguir sufriendo por no ser suficiente para esa persona, sabiendo que si te falló una vez lo hará toda la vida. «Puedes con esto, Hazel. Tu siempre has podido» me dije ante el reflejo del espejo, había maquillado mi rostro cubriendo las enormes bolsas debajo de mis ojos. Forcé una sonrisa tratando de practicar el gesto para mostrar que todo estaba bien conmigo, que nada podría afectarme y que mi corazón era una cúpula de hielo. Dejé salir el aire retenido mirándome una última vez enfundada en un vestido color plata que brillaba con la gran cantidad de cristales que colgaban de él. Estaba lista para ir a divertirme y olvidar el desastre que era mi vida, o lo que decían que era. Tomé mi bolso saliendo de la habitación del hotel donde llevaba hospedándome estas últimas s
HazelAl subir al auto no pude evitar volver a pegar mis labios en los suyos, dejándome llevar por mis propios instintos, nunca había estado con alguien que no fuese mi ex esposo y de alguna manera aquella aventura se sentía peligrosa e indebida, como si estuviese a punto de traicionar a alguien cuando no era así. De algún modo no terminaba de asimilar que estaba divorciada. Las grandes manos de aquel sensual y ardiente hombre tomaron mis piernas, acariciándolas con dureza, haciéndome arder por completo. Un pequeño jadeo salió de mi boca al sentir su deliciosa lengua jugar con la mía, introduciéndome en aquella pelea de disfrute, de gozar los placeres que nos proporcionaban nuestros cuerpos. La voz de la razón me decía que no cayera en aquella trampa que imponía el despecho, pero otra parte sólo me incitaba a seguir y disfrutar mi sexualidad sin sentir remordimiento alguno. Ya no le debía fidelidad y explicaciones a nadie, sólo me debía a mi misma, tomaría lo que quería y en ese mo
Arvid Las puertas de mi oficina se abrieron de golpe, una menuda mujer entraba furiosa lanzando los documentos que le hice llegar esta mañana y lanzarlos sobre el escritorio. Su rostro que en años pasados lucía pacífico se había vuelto amargado por lo sucedido hace unos meses, la buena vida se le hacía acabado y no estaba dispuesto a soltarle nada más. —¿Qué crees que estás haciendo, pequeño Arvid? —soltó entre dientes, llamándome de aquella forma que odiaba con cada parte de mi ser, despertando mis demonios al recordar mis días más oscuros y la razón por la que la odiaba tanto —He sido la esposa de tu padre durante años, tengo tanto derecho a esa empresa como tú y no puedes quitármelo ahora. —Parece que él olvidó cambiar su testamento e incluirte en él, Saanvi —sonreí recostándome sobre él respaldar de la silla, despreocupado por darle una merecida lección después de tantos años —y no deberías quejarte tanto, después de todo se te pasará una pensión por los siguientes cinco años.
Hazel La simplicidad de las cosas muchas veces era maravillosa, como disfrutar del atardecer desde la azotea de un gran edificio en la Gran Manzana, dejando que el aire azote mi cabello y una refrescante Margarita en mis manos. Sin preocupaciones, sin que nadie esté reclamando por un tiempo que no tengo y que en lugar de darme apoyo sólo me... ¡Maldición! «¿Por qué todos mis pensamientos terminaban en el mismo punto? ¿Por qué la traición de ese bastardo seguía taladrando mi mente? ¿Por qué el corazón era tan estúpido?». Mi momento de paz se vio afectado por la dirección de mis pensamientos pero es que la ira de haber estado tanto tiempo con alguien, siendo ciega cuando sólo me clavaban navajas en la espalda. Sacudí mi cabeza ante la frustración del tema, ante lo reciente que estaba el asunto de mi separación y por mucho que creyera que estoy superándolo en realidad no lo hago. Sólo doy un paso para retroceder dos, la aventura de una noche que creí me serviría para distraer mi mente,
Hazel Llegué a la empresa de mi padre encaminándome al ascensor y marcar el último piso. Mi relación con él era bastante buena tanto en lo personal como en lo laboral, antes de hacer cualquier negocio que consideraba bastante importante me pedía opiniones y estar presentes en la firma de estos. Así como también yo hacía lo mismo con respecto a las decisiones importantes de los hoteles.Al entrar a su oficina sonreí recibiendo un abrazo de su parte. —¿Cómo estás, cariño? —preguntó con preocupación, escrutando cada parte de mi rostro en busca de un indicio de dolor. —Mejor que nunca, padre —sonreí restándole importancia al asunto, ignorando el hecho de que mi corazón se sentía oprimido con el asunto tan reciente —No hay nada que tu hija no pueda superar. Sonrió nuevamente revolviendo mi cabello yendo a sentarse de nuevo a su silla tras el escritorio. —Eso es, mi pequeña. Te lo he dicho muchas veces, ningún hombre merece tus lágrimas, ni siquiera yo. Asentí sentándome frente a él,
ArvidAlguna de las cosas que me parecían sensuales en una mujer era lo seguras que se mostraban de sí mismas, siendo consientes del impacto que causaban en los hombres. Hazel era una mujer impresionante en cuanto a físico, su cuerpo curvy que llamaba a mis manos a tocarla, a explorar cada parte de él y saciarme de todo. Sentía tanta hambre por aquella mujer, por mostrarle los placeres que le ofrecía el sexo desenfrenado, podía notar lo inexperta que estaba en el tema y por alguna razón me encantaba la idea de ser yo quien la llevase a ese mundo tan poco explorado por ella. Quería inducirla a lo carnal, a estar con alguien sin necesidad de un vínculo amoroso y no salir dañado en el intento. El dolor que ella cargaba era muy obvio para mi, bastaba con mirarla más de cinco minutos para ver a través de la muralla que intentaba poner entre sus emocione, para que estos no la dominaran por completo. Poco entendía de los vínculos amorosos, nunca llegué a entablar nada con nadie, he tenido
Hazel Tomé una calada de aire tratando de tranquilizar mi nerviosismo, mirando fijamente al ascensor en espera de que este se abriese y encontrarme de nuevo con aquel hombre que me tenía apretando mis piernas deseosa de ser tocada y de ser poseída como nunca. Entré abrí mis labios cerrando mis ojos pensando en cómo recibirlo, después de unos segundos me moví para servirme un trago de whisky y sentarme en un sillón individual cruzándome de piernas, sintiéndome sexi en aquel atuendo que había comprado para sorprender a Emmett y que ahora lo haría para impresionar a otro. Mentiría si dijera que eso no me ponía más caliente de lo que estaba, me habían visto con él y era obvio que ya estaba al tanto de que no me había encerrado a llorar por el término de nuestro matrimonio sino que estaba gozando lo que no pude en estos años atrás. Bebí un trago en el momento en que las puertas metálicas se abrieron dejándolo pesar, sonreí poniéndome de pie para ir a su encuentro, sus ojos parecían dos