Arvid
Las puertas de mi oficina se abrieron de golpe, una menuda mujer entraba furiosa lanzando los documentos que le hice llegar esta mañana y lanzarlos sobre el escritorio. Su rostro que en años pasados lucía pacífico se había vuelto amargado por lo sucedido hace unos meses, la buena vida se le hacía acabado y no estaba dispuesto a soltarle nada más.—¿Qué crees que estás haciendo, pequeño Arvid? —soltó entre dientes, llamándome de aquella forma que odiaba con cada parte de mi ser, despertando mis demonios al recordar mis días más oscuros y la razón por la que la odiaba tanto —He sido la esposa de tu padre durante años, tengo tanto derecho a esa empresa como tú y no puedes quitármelo ahora.—Parece que él olvidó cambiar su testamento e incluirte en él, Saanvi —sonreí recostándome sobre él respaldar de la silla, despreocupado por darle una merecida lección después de tantos años —y no deberías quejarte tanto, después de todo se te pasará una pensión por los siguientes cinco años.—No te burles de mi, pequeño Arvid —me señaló con su dedo, las arrugas marcándose en su rostro que por mucho procedimiento estético no pudo evitar llenarse de ellas —Esa casa me pertenece, tu padre me la dio el día en que nos casamos.Me encogí de hombros e hizo un gesto de aburrimiento. La mujer frente a mi era la esposa de mi padre hasta hace seis meses, él había muerto y al ser su único hijo sus propiedades habían pasado a mi nombre. Algo que no fue del agrado de Saanvi, la mujer que se encargó de oscurecer mi infancia, de marcar mi cuerpo con tantos castigos que marcaron mi vida, llenándome de ciertos traumas y la razón por la que me marché del país por más de quince años.—Como lo he dicho tantas veces, no hay ninguna propiedad a tu nombre sólo esa pequeña cuenta bancaria. Es lo único que tienes, Saanvi. —señalé los documentos con la pluma que sostenía en mi mano —y esa orden de desalojo no se deshará sólo porque vengas a gritarme a mi oficina. Tienes hasta el viernes para marcharte de ahí y buscar otro lugar donde vivir.Su pecho subía y bajaba, se llevó la mano ahí haciendo una mueca de dolor como si su viejo corazón comenzara a fallarle. Retrocedió un paso recargándose sobre una de las silla, abriendo la boca para respirar trayendo un pequeño recuerdo a mi mente. Hace unos años ella estuvo en mi misma posición, viendo a mi madre morirse y no hizo nada, siendo la causante de su muerte al causarle un enorme disgusto con aquellas declaraciones que el débil corazón de mi madre no pudo resistir.Alcancé el teléfono de mi escritorio para pedir una ambulancia, aquella señora no podría morir en mi oficina y menos sin sufrir el castigo que la miseria impondría para ella. Saanvi se merecía lo peor de esta vida por haber sido tan cruel y una aberración de persona.—Respira —le dije levantándome y caminando a su alrededor calmadamente —la ambulancia viene en camino, no puedes morirte en lugar como este, no te lo mereces.Solté una pequeña risa saliendo y llamando a mi secretaria para que la auxiliara en lo que venía la ambulancia. Caminé lejos de ahí hasta los baños, abriendo el grifo y mojando mi cara para espantar todos los recuerdos que amenazaban con atormentarme de nuevoEsta mañana había sido demasiado pesada, muy diferente a lo qué pase el fin de semana en mi regreso a la ciudad. Sonreí ante el recuerdo de la mujer de bonitas curvas con la que estuve hace dos noches y que se atrevió a abandonarme por la mañana como si nada. Hasta ahora había sido la primera mujer que hacía algo como aquello, tomó lo que quiso y después se marchó.Aquella mujer me había parecido tan sensual e interesante, tal vez la volvía a buscar para repetirlo de nuevo, para ver ese escultural cuerpo moviéndose sobre mí con tanta hambre, como si desde hace mucho no se alimentara como era debido. De sólo recordar esa noche donde la tomé una y otra vez hasta que nuestros cuerpos se saciaron por completo, la erección creciente se dejó ver en mis pantalones, dejándome en evidencia lo mucho que deseaba volver a verla.Por un momento olvidé que aquella mujer se estaba muriendo en mi oficina por lo que me decidí en volver en el momento justo en que los paramédicos le daban los primeros auxilios y se la llevaban al hospital para que tuviera una mejor atención.—Ve con ella e infórmame de todo —le ordenó a una de mis secretarias antes de volver a la oficina para continuar con los pendientes.Manejaba esta empresa desde hace muchos años cuando mi padre no pudo con ella, desde la cede en Oslo, Noruega. Donde viví desde los veinte hasta la fecha actual, dejar la ciudad requirió un sacrificio demasiado grande para mi, sacándome de mi zona de confort y trayéndome de nuevo a este lugar que sólo hacía recordarme el infierno que viví.Al morir mi madre después de descubrir que mi padre le era infiel desde hace años con la que consideraba su mejor amiga, quedé a custodia de mi padre quien al mes de la muerte de su esposa volvió a casarse con su amante. Saanvi odiaba a los niños, no soportaba el llanto del niño de cinco años que lloraba a su madre después de haber tenido que contemplar con sus propios ojos como la vida de la mujer que le dio la suya se esfumaba con una última frase que me destruía por completo. Que a pesar de los años seguía tan gravada en mi cabeza, la manera en la que me contempló por última vez y susurrarme "te amo, mi pequeño Arvid".De ahí porque Saanvi me llamaba de aquella forma para atormentarme, para traerme recuerdos que eran demasiado dañinos para mi, que me rompían en el alma sin dejarlo ver a simple vista. Porque ese día me sentí tan impotente, tan culpable por no haber hecho nada por mi madre y sólo lloré por la pérdida.Su presencia sólo había traído de nuevo momentos tan dañinos que terminé marchándome de la empresa y yendo a casa, un Pent House en la mejor zona de la ciudad con vista a Central Park.Caminé directamente al mini bar para servirme el trago más fuerte y encender un tabaco para tranquilizarme. Pensando en otra cosa que no fuera en la muerte de mi madre y que no fuera en aquella mujer de hace dos noches. A quien buscaría de nuevo, de eso no había duda, pero no sería hoy o mañana. Quería que ella ansiara tanto volver a verme que también moviera sus influencias para encontrarme, al haber estado tan ebria soltó palabras qué tal vez no debía, confesiones que seguramente no se las había hecho a nadie más, tan intimas que me hicieron querer borrarle de su mente las palabras humillantes que su ex esposo le había dicho.«¿Desde cuando me había convertido en un paño de lágrimas?» por alguna razón quise ser la persona con la que se desahogara mientras la hacía ver las estrellas, mientras disfrutaba de su cuerpo y la hacía gemir tan alto hasta que su garganta ardiera.Me dejé caer en una de las tumbonas sobre el balcón, dejando salir el humo por mi boca y bebiendo el trago en mi mano con la mirada perdida en la ciudad. Tenía tantos planes que no sabía por donde comenzar, cuando el abogado de mi padre se contactó para informe que todo había quedado a mi nombre fui feliz sabiendo que haría de la vida de Saanvi una miseria. La haría comer tanta m****a por lo que le hizo a mi madre y por lo que me hizo a mi.Recordaba el momento preciso en que me encerró en un pequeño cuarto tan estrecho y oscuro por tres días, sin alimentarme, ni beber agua y siendo mordido por las ratas. El castigo que consideró adecuado por haber roto un horrible jarrón de su colección, aprovechando que mi padre se encontraba en un viaje de negocios y nadie haría nada para ayudarme.La oscuridad me estremecía, me hacía sudar frío al igual que los lugares estrechos. Se me dificultaba respirar, era simplemente los lugares que no soportaba porque hacía revivir mis traumas. Esos días que los repitió tantas veces quiso, las múltiples ocasiones en las que sujetaba mi brazo enterrándome sus uñas hasta hacerme sangrar simplemente porque mi existencia le fastidiaba al ser el vivo recuerdo de mi madre. La única mujer que pudo tener el corazón retorcido de mi padre.Hazel La simplicidad de las cosas muchas veces era maravillosa, como disfrutar del atardecer desde la azotea de un gran edificio en la Gran Manzana, dejando que el aire azote mi cabello y una refrescante Margarita en mis manos. Sin preocupaciones, sin que nadie esté reclamando por un tiempo que no tengo y que en lugar de darme apoyo sólo me... ¡Maldición! «¿Por qué todos mis pensamientos terminaban en el mismo punto? ¿Por qué la traición de ese bastardo seguía taladrando mi mente? ¿Por qué el corazón era tan estúpido?». Mi momento de paz se vio afectado por la dirección de mis pensamientos pero es que la ira de haber estado tanto tiempo con alguien, siendo ciega cuando sólo me clavaban navajas en la espalda. Sacudí mi cabeza ante la frustración del tema, ante lo reciente que estaba el asunto de mi separación y por mucho que creyera que estoy superándolo en realidad no lo hago. Sólo doy un paso para retroceder dos, la aventura de una noche que creí me serviría para distraer mi mente,
Hazel Llegué a la empresa de mi padre encaminándome al ascensor y marcar el último piso. Mi relación con él era bastante buena tanto en lo personal como en lo laboral, antes de hacer cualquier negocio que consideraba bastante importante me pedía opiniones y estar presentes en la firma de estos. Así como también yo hacía lo mismo con respecto a las decisiones importantes de los hoteles.Al entrar a su oficina sonreí recibiendo un abrazo de su parte. —¿Cómo estás, cariño? —preguntó con preocupación, escrutando cada parte de mi rostro en busca de un indicio de dolor. —Mejor que nunca, padre —sonreí restándole importancia al asunto, ignorando el hecho de que mi corazón se sentía oprimido con el asunto tan reciente —No hay nada que tu hija no pueda superar. Sonrió nuevamente revolviendo mi cabello yendo a sentarse de nuevo a su silla tras el escritorio. —Eso es, mi pequeña. Te lo he dicho muchas veces, ningún hombre merece tus lágrimas, ni siquiera yo. Asentí sentándome frente a él,
ArvidAlguna de las cosas que me parecían sensuales en una mujer era lo seguras que se mostraban de sí mismas, siendo consientes del impacto que causaban en los hombres. Hazel era una mujer impresionante en cuanto a físico, su cuerpo curvy que llamaba a mis manos a tocarla, a explorar cada parte de él y saciarme de todo. Sentía tanta hambre por aquella mujer, por mostrarle los placeres que le ofrecía el sexo desenfrenado, podía notar lo inexperta que estaba en el tema y por alguna razón me encantaba la idea de ser yo quien la llevase a ese mundo tan poco explorado por ella. Quería inducirla a lo carnal, a estar con alguien sin necesidad de un vínculo amoroso y no salir dañado en el intento. El dolor que ella cargaba era muy obvio para mi, bastaba con mirarla más de cinco minutos para ver a través de la muralla que intentaba poner entre sus emocione, para que estos no la dominaran por completo. Poco entendía de los vínculos amorosos, nunca llegué a entablar nada con nadie, he tenido
Hazel Tomé una calada de aire tratando de tranquilizar mi nerviosismo, mirando fijamente al ascensor en espera de que este se abriese y encontrarme de nuevo con aquel hombre que me tenía apretando mis piernas deseosa de ser tocada y de ser poseída como nunca. Entré abrí mis labios cerrando mis ojos pensando en cómo recibirlo, después de unos segundos me moví para servirme un trago de whisky y sentarme en un sillón individual cruzándome de piernas, sintiéndome sexi en aquel atuendo que había comprado para sorprender a Emmett y que ahora lo haría para impresionar a otro. Mentiría si dijera que eso no me ponía más caliente de lo que estaba, me habían visto con él y era obvio que ya estaba al tanto de que no me había encerrado a llorar por el término de nuestro matrimonio sino que estaba gozando lo que no pude en estos años atrás. Bebí un trago en el momento en que las puertas metálicas se abrieron dejándolo pesar, sonreí poniéndome de pie para ir a su encuentro, sus ojos parecían dos
Hazel —No, definitivamente no —lancé el quinto babydoll sobre la cama, ninguno me parecía lo suficiente bueno para mostrar lo que de verdad quería. Eran muy "recatados" y tampoco quería que me recordara lo que quería desechar de mi memoria. Con fastidio tomé el móvil entrando a una tienda en línea para buscar un conjunto que fuera mejor de lo que tenía en mi armario, quería verme sexi y apetecible para él. Mordí mi labio inferior al encontrar uno en color rojo con moñitos como pezoneras. Era justo lo que quería, lo pedí y mientras tanto me di una ducha para preparar mi piel para que estuviese suave y reluciente. Después de eso peiné mi cabello en una coleta y maquillé mi rostro pintando mis labios de rojo intenso, definiéndolos para resaltarlos más su grosor. Mientras los pintaba cerré mis ojos por unos segundos recordando lo que había tenido entre ellos hace unas horas, presioné mis piernas sintiendo mi humedad, quería probarlo de nuevo, prenderme de él hasta saciarme por completo.
Hazel Mis ojos no se apartaban de los suyos, estaba disfrutando tanto de aquel nuevo rol que todavía era desconocido para mi pero no dejaba de encantarme, de descubrir una nueva versión qué tal vez siempre existió pero nunca la exploté por vivir restringida con alguien que prefería buscar el placer en otras y no en su esposa. —Mmm —saboreé mis labios cuando hubo acabado, recargándome sobre sus piernas para levantarme y depositar un largo beso que me hizo temblar de nuevo —que delicia —mordisquee su labio inferior antes de apartarme y caminar desnuda hasta donde yacía mi bata. —Si, que delicia —repitió mientras sus ojos parecían quemarme con la intensidad en ellos. Me senté en la silla frente a él sonriéndole con inocencia y señalé la comida frente a nosotros. —Será mejor empezar antes de que se nos enfríe, ¿no lo crees? —le guiñé un ojo destapando y plato que olía delicioso con el manjar servido. Mi estómago rugió de hambre y salivé ante la necesidad de probar bocado. —Pensé que
Hazel Salí de sala de reuniones en la empresa de padre después de tratar con nuevos inversionistas para la expansión de otros lugares, subí al ascensor revisando que todavía estuviera a tiempo de llegar a casa de madre para la fiesta de su cumpleaños. La reunión se había extendido más de lo planeado y madre me había llenado el buzón de mensajes preguntándome a qué hora llegaba. Hice una mueca, era tarde y no me daría tiempo de cambiarme, aunque no lucía mal con mi traje celeste de corte recto pero era demasiado elegante para la pequeña fiesta en su jardín. La pequeña caja de regalo yacía dentro de mi bolso por lo que sin ninguna preocupación entré al auto que aparcaron frente a mi. Dejé mi bolso en el asiento de copiloto y conduje adentrándome en el tráfico de la ciudad que se ponía pesado a esta hora, tardaría más en llegar y tendría que escuchar los reclamos de cómo daba más prioridad a mi trabajo que a mi familia, madre era demasiado hiriente cuando se molestaba y seguramente no
Hazel Entré a una tienda tratando de distraer mi mente en otra cosa que no fuera la imagen mental de ellos dos felices mientras yo luchaba con todas mis fuerzas para no hundirme en el dolor que había causado aquella traición. Era fuerte, si, pero seguía siendo humana y las acciones de los demás también me dañaban. Mis ojos escocían por contener las lágrimas que amenazaban con salir preguntándome si realmente había tan mala para que alguien sintiese que no era suficiente. Aspiré aire repetidas veces en el vestidor, me miré al espejo repitiéndome que yo era más que esto, que las inseguridades no eran parte de mi y que Emmett no valía ni una sola lágrima más de mi parte. Que me olvidara de los sueños que teníamos juntos, de la idea de poder crear una familia cuando él ya estaba creando otra. «Sólo soy yo contra el mundo» me dije a mi misma dando por terminada la pequeña crisis que logró alterar mis nervios. Me probé el vestido de seda en color rojo, de tirantes y muy corto, de adherí