Capítulo 2

Hazel

Dejar el pasado atrás y las personas que lo conforman puede ser una de las decisiones más difíciles de la vida, dolorosas y que pueden llenarte de heridas, de inseguridades y desconfianza. Pero era preferible a seguir sufriendo por no ser suficiente para esa persona, sabiendo que si te falló una vez lo hará toda la vida.

«Puedes con esto, Hazel. Tu siempre has podido» me dije ante el reflejo del espejo, había maquillado mi rostro cubriendo las enormes bolsas debajo de mis ojos. Forcé una sonrisa tratando de practicar el gesto para mostrar que todo estaba bien conmigo, que nada podría afectarme y que mi corazón era una cúpula de hielo.

Dejé salir el aire retenido mirándome una última vez enfundada en un vestido color plata que brillaba con la gran cantidad de cristales que colgaban de él. Estaba lista para ir a divertirme y olvidar el desastre que era mi vida, o lo que decían que era.

Tomé mi bolso saliendo de la habitación del hotel donde llevaba hospedándome estas últimas semanas. Un auto esperaba por mi frente al edificio, la atención mediática seguía sobre mi y lo que haría en mi vida, no me molestaba porque les mostraría la pantalla que quería que vieran. Siempre fue así, manipular a la prensa y usarla a mi favor, no iba a dejar que alguien más me destruyera, la única que tenía la potestad de hacerlo solamente era yo misma.

Mi amiga se encontraba dentro mientras mi hermano subía a su propio vehículo, los dos habían sido de gran apoyo, mientras él se encargaba de todo lo legal, Lilly fue la que me ayudó emocionalmente y a mantenerme cuerda con todo esto que por un momento pensé que me sobrepasaría.

—Me ha llamado Caden, dice que nos presentará algunos amigos suyos —me codeó mi amiga guiñándome un ojo —pueda que tengamos acción esta noche.

—Todo depende de cómo están —reí —Caden me ha decepcionado mucho en años pasados, puedo esperar cualquier cosa de él.

—No me importa si todos tienen la billetera gruesa, podría irme con cualquiera —rió mientras se veía en un pequeño espejo dentro de la cartera —pensé que no volvería a llamarnos, ahora que se codea con la élite más grande todo se puede esperar de él.

Dejé escapar un suspiro, los hombre de esa élite solían ser demasiado exigentes con las mujeres. Tenía experiencia con ellos y siempre esperaban tener a una que fuese perfecta en todos los aspectos sintiéndose en la potestad de exigirlos al estar podridos en dinero. Tal y como yo deseaba estarlo.

A mis casi treinta años había recaudado grandes cantidades en mis cuentas bancarias pero todavía no llegaba ni de cerca a la lista de los diez más millonario de Forbes. Soñaba con ver mi nombre en esa lista, pero eso seguramente me llevaría más años de arduo trabajo.

—¡Hemos llegado! —exclamó Lilly saliendo del auto, hice lo mismo y al mostrar las tarjetas que Caden nos hizo llegar por la tarde nos dieron paso de inmediato. James, mi hermano, se colocó a mi lado manteniéndose a la defensiva con cualquiera que se quisiera acercar.

—¡Ha llegado mi invitada especial! —me recibió Caden pasando uno de sus brazos por sobre mi hombro —me encanta como te ves, no pareces una recién divorciada.

Solté a reí dejándome llevar hasta una mesa que estaba llena de hombre y algunas mujeres.

—Caballeros, les presentó a la espectacular Hazel Loughty. La mujer más hermosa de Manhattan —varios de ellos me sonrieron a modo de saludo, otros prefirieron levantarse y saludarme más de cerca. Algunos rostros se me hacían conocidos, empresarios de gran reputación, dueños de multinacionales de diversos rubros.

Caden nos llevó a la mesa junto a ellos, pronto se nos fue servida la primera ronda de tragos que no dudé en tomar y pedir más. La música en el lugar era alta, las luces neones creando ilusiones en mi cerebro, mi amiga gritaba para que pudiese escucharla comentando de lo fabuloso que era el lugar y de lo guapo que estaba la víctima que había fichado. James no tardó en desaparecer con una hermosa mujer a la pista de baile y pronto fui abandonada por Lilly.

Seguí bebiendo por cada recuerdo que llegaba a mi mente, tan doloroso que sentía ahogarme, no me explicaba cómo es que algo así pudiera hacerme sufrir tanto. Verme sola en aquel lugar, Emmett nunca quiso acomodarle a estos lugares y ahora comprendía el motivo.

Me moví de la mesa cuando se me acabaron las bebidas y ninguna de las chicas que servían aparecía, caminé hasta la barra mientras balanceaba mis caderas, sintiéndome sexi e irresistible por la manera en la que se marcaba mi sensual cuerpo.

—Un brandy —pedí sentándome en la silla de la barra.

—Que sean dos —dijo alguien llegando a mi lado, una voz grave y sensual que llamó mi atención. Mi respiración se contuvo al ver al hombre que se giraba hacia mi, devorándome con una sola mirada sin llegar a lo obsceno —Hola, preciosa.

—Hola —contesté mostrando mis dientes y repasando el sexi cuerpo del hombre, tenía rasgos demasiado afrodisíacos, como de esos de las series de vikingos. Grandes, musculosos y con un físico de dioses. Me preguntaba quien era aquel hombre de ojos tan azules como un topacio y brillantes cual diamante ante la luz solar.

—Me pregunto qué hace una mujer tan hermosa como tú en lugar cómo este —su voz era tan sensual que lograba contraer mi cuerpo con cada palabra que soltara. No sabía si era por la cantidad de alcohol en mi cuerpo que me parecía tan sexi o en realidad el hombre estaba tan bueno para despertar un repentino interés.

—¿Qué te hace pensar que estoy sola? —había venido acompañada pero había sido abandonada vilmente por mis amigos.

—Bueno, considerando que no veo a nadie a tu lado —ladeó su rostro —he asumido que estás sola.

Sonreí tomando el trago que me sirvieron en ese momento.

—Lo estoy, he de admitir.

Su mirada intensa se deslizó por mi cuerpo logrando ponerme nerviosa, Emmett solía quejarse de mi cuerpo por ser "llamativo" ante la vista de los hombres y para darle gusto a él mi estilo se basaba en prendas over size. Y aún así se tomaba el descaro de decir que nunca lo complací.

—Si no le incomoda, podría hacerle compañía —dijo dándole un trago a su bebida sin apartar los ojos de mi, seduciéndome con un gesto tan simple.

—Si me lo pide de esa forma, sería imposible negarme —contesté ensanchando una sonrisa coqueta y bebiendo el trago que sostenía en mi mano. La noche parecía ponerse interesante.

—En ese caso —pidió otro trago para los dos y me invitó a su mesa al otro extremo de donde estaba la mía. Me levanté de la silla y caminé por delante de él, sintiendo su mirada devorando todo mi cuerpo como hace mucho no lo hacía nadie.

Sonreí a medias disimulando la punzada en mi pecho y el amargo sabor que producía cuando la imagen de ellos dos en mi cama se reproducía en mi mente.

Tomé asiento en el sillón cruzándome de piernas con la elegancia que me distinguía y mirándolo desde abajo como se quedaba a unos pasos mirándome con esa misma intensidad que calaba en mis huesos, sus manos dentro del bolsillo de aquel pantalón que se marcaba deseablemente, relamí los labios alzando los ojos para encontrarme con los suyos. Una sonrisa pícara se deslizó por mis labios, jugando un juego de seducción que hace mucho olvide y no sabía si estaba siendo demasiada obvia o realmente lo hacía bien.

—Es un buen retorno a la ciudad tener que compartir mi primer noche con usted, señorita... —se relamió los labios en espera de que le revelara mi nombre.

—Hazel.

—Hazel —repitió como si saboreara mi nombre y debo decir que en su voz se escuchó demasiado ardiente —bonito nombre.

Se sentó a mi lado pero respetando una considerable distancia entre nosotros.

—Estoy en espera de escuchar su nombre —ladee mi rostro acomodándome para quedar de frente a él.

—Arvid —contestó en el momento en que llegaron con nuestras bebidas, esta vez con algo más suave para no enloquecer por completo o el día siguiente me arrepentiría.

—Es bonito —me imaginé en otro contexto pronunciando su nombre bajo y sensual —y sexi.

—¿Le parece? Diría que sexi es usted.

Sentí un leve escozor en mis mejillas, seguramente levemente sonrojada por lo que tomé como un cumplido.

—Eso me han dicho —contesté mostrando seguridad y que su pobre halago no me había impresionado. Su reacción fue alzar las cejas y luego sonreír de lado viéndose malditamente bien.

—Me gusta —murmuró —¿y puedo saber algo más que su nombre señorita Hazel?

Me encogí de hombros, no había nada de malo en decir quien era a un hombre que seguramente vería el periódico de mañana y saliera mi nombre en los titulares por mi reciente divorcio.

—No creo que resulte interesante.

—Yo creo que si —de nuevo esa mirada provocadora.

—¿Qué decir? —me encogí de hombros —Soy la directora y dueña de una cadena hotelera, vivo por el trabajo.

Resalté el último detalle recordando que fue el motivo por el que me cambiaron por otra mujer. Sin poder evitarlo solté una risita que lo hizo fruncir el ceño levemente.

—Interesante, las mujeres exitosas me parecen muy interesantes —se removió en el sofá —aunque me gustaría saber el motivo de su risa.

—Oh, un pequeño chiste familiar. O ya no tan familiar —volví a reír —resulta que debido a ese último detalle fue la excusa de mi ex esposo para serme infiel.

Alzó ambas cejas dándole un trago a su bebida, asintió levemente como si no supiera qué decir exactamente.

—Considero que sólo un completo imbécil le sería infiel teniendo una mujer como usted, hermosa, sensual y exitosa —sonrió —y deduzco que usted es la famosa Hazel Loughty.

—Así es —sonreí —¿y cuál es tu profesión, Arvid?

—Tengo algunos negocios por la ciudad —se encogió de hombros restándole importancia al tema —nada interesante.

—Yo creo que si —dejé descansar mi cabeza donde mi mano murándolo con curiosidad —un hombre con una sexi apariencia, de nombre bonito y caballeroso. Creo que si, es muy interesante de conocer.

Él sonrió terminando de beber el trago y sirviéndose otro en la botella que trajeron.

—Sería mejor que lo descubriera por usted misma, ¿no lo cree?

—La ciudad es muy grande, me costaría mucho dar con usted —dejé el cóctel sobre la mesa viendo cada detalle de su rostro sin sentirme intimidada. El color de sus ojos era uno de los detalles que más sobresalía, su cabello una combinación de rubio y castaño, su mandíbula marcada y su cuello... ¡Dios! Mi cabeza fue un mar de pensamientos pecaminosos, indebidos y que inconscientemente me hicieron presionar mis piernas. Mi ojos bajaron a sus brazos, lo poco que traía descubierto se notaban las venas en ellos, la grandeza de sus manos y comparándolas las mías se verían demasiado pequeñas y delicadas.

—Lo hará, no dudo de sus habilidades —guiñó uno de sus ojos provocando demasiado, era un hombre tan atractivo que era imposible no sentirme atraída por él, de moverme unos centímetros más sin poder despegar mis ojos de los suyos y descender a sus labios, gruesos y deliciosos, relamí los míos cuando esto se secaron presos del deseo de probar lo que tenía delante de mi, de caer esa trampa del pecado u enredarme en ella.

Estuve tan cerca de él, nuestros rostros a tan sólo pequeños centímetros con las respiraciones mezclándose, podía sentir sus ojos sobre mis labios. Él también lo deseaba, quería lo mismo que yo anhelaba, el toque de un hombre, su toque y que me diera la atención que no tenía desde hace mucho.

Cerré mis ojos cuando nuestros labios se rozaron, una tentación que ninguno de los dos puso resistirse y terminamos adueñándonos de la boca del otro. Su mano aferrándose a mi cabello, presionándome y moviendo sus labios de una forma que jamás alguien había hecho. Tan afrodisíaco, tan incitador a repetirlo una y otra vez que dudaba mucho pudiera detenerlo. Era demasiado para mi, difícilmente podría controlarlo.

Me aferré a sus grandes brazos, tomando confianza y dejándome arrollar por el tumulto de sensaciones que estaba experimentando, haciéndome sentir ese corrientazo por todo mi cuerpo. Por unos segundos nos detuvimos, nuestras miradas encontrándose por unos segundos, como si esperase recibir mi consentimiento para continuar y es que la pregunta estaba demás. Tomé la iniciativa apresando sus labios, dominando esta vez y sintiéndome como nunca antes, apasionada, seductora y terriblemente ansiosa por probar lo que nunca tuve para mi.

Mi experiencia sexual no era amplia, mi única pareja había sido mi esposo y no conocía nada más que lo que aprendí con él. Quizá por eso me había catalogado como aburrida y sin iniciativa, cuando era él quien debía culparse hasta en ese tema.

Sentí la mano del hombre posarse sobre una de mis piernas y colocarlas sobre su regazo, acercándome más a él y dejando que siguiera mi ritmo. Me gustaba la ferocidad con la que creábamos contacto, el deseo puro dominándonos. En un momento mi cerebro lanzó la pregunta que me hizo dudar por un instante «¿Qué estás haciendo Hazel? Esta no eres tú»

No, no era la misma Hazel de antes. La tímida y sumisa, la que sólo aceptaban lo que le daban. No, no más. Ahora tomaría lo que quería, lo que deseaba y aquel hombre... quería tenerlo, quería probar y experimentar algo diferente, nuevo y que no tenía duda alguna que me encantaría. Pero era peligroso crear una adicción, estaba segura, y más cuando aquel sólo podría ser un encuentro de una sola vez.

«¿Quería eso?» Si, de ahora en adelante sólo serían aventuras de una sola noche, no quería verme involucrada en asuntos del amor y terminar de la misma manera. Con el corazón hecho pedazos, burlada y humillada por un hombre.

—¿Quieres que vayamos a otro lugar, preciosa? —preguntó separándose de mi boca y descendiendo a mi cuello, lamiéndolo suavemente y mordisqueando me suavemente, tentándome y arrastrándome con él a las llamas de la pasión.

—Si —respondí con mis ojos entrecerrados, embriagada de lo que aquello me provocaba, de saber que compartiría mi cama con otro hombre y que lo disfrutaría tanto como mi ex esposo disfrutaba engañándome.

Sus gruesas y grandes manos sujetaron mi cintura, sus dedos enterrándose en mi piel incluso con la delgada tela de mi vestido.

—¿Estás segura de que lo quieres? —volvió a preguntar, esta vez apartándose para mirarme con sus intensos ojos.

—Si —asentí bajando mi pierna y levantarme del sofá para que supiera que lo quería tanto como él. Sonrió imitándome y tomando mi cintura para caminar a mi lado fuera del club. Pasando entre tantos cuerpos sudorosos, con olor a excitación, alcohol y sustancias ilícitas.

Mientras caminaba a su lado saqué el móvil mandándole la ubicación real a mi amiga, junto a un mensaje diciéndole que iría a darle la bienvenida a mi soltería como se ameritaba.

Su respuesta fue inmediata, recalcando que me protegiera y que estaría al pendiente.

Al estar afuera la brisa sacudió mi cabello al momento que sentí un flash dispararse contra nosotros en el momento que su auto de alta gama se aparcaba frente a la acera. Sin mirar a ningún lado subí al vehículo cuando abrió la puerta para mi y supe en ese instante que mi venganza estaba por ser concluida.

Emmett sabría que en verdad podría sobrevivir sin él y que mejores prospectos aguardaban por mi. Que después de todo no había nada que no fuese reemplazable en esta vida.

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