Él es mi perdición
Él es mi perdición
Por: Christina Nissell
Un mal día

Hoy llega el reemplazo de Gustavo, mi ex jefe y mi mejor amigo. Trabajé para él por al menos 4 años y ayer fue su último día con nosotros.

Cabe destacar que me ha dolido mucho esto, siempre fue un excelente jefe y un amor con nosotros, mi apoyo en cada paso que di, incluso cuando quedé embarazada de un imbécil que me abandonó, Gustavo nunca me dejó sola. Hoy ya no está y mi corazón duele.

Ayer le hicimos una despedida, todos salimos a un pub restaurant y celebramos lo hermoso que fue para nosotros el haberlo tenido en nuestras vidas, bebimos y comimos con él para despedir nuestra amistad, nuestro tiempo juntos y por sobre todo, a un jefe inigualable, solo espero que nuestro nuevo jefe sea tal cual era Gustavo, cariñoso, amable, comprensivo, sonriente y honorable.

Estamos en la sala de reuniones para realizar el protocolo de bienvenida al nuevo jefe, espero no sea mañoso dado que tendré que trabajar directamente con él, como lo hacía con Gustavo.

De pronto entra Silvana, la recepcionista, junto a ella viene él, mi nuevo jefe.

Alto, ojos profundos y negros como la noche, cabello negro, ondulado y corto peinado hacia atrás, anchos hombros y cintura estrecha, esas largas piernas se ven tonificadas a través de ese pantalón negro de traje elegante, esa chaqueta a juego marca aquel cuerpo de Adonis sexy y serio, sus labios sin ser demasiado carnosos o demasiado delgados quedan a la perfección con aquella nariz perfilada y ese rostro de modelo, ese caminar y esa forma de imponer su presencia que llega a ser atrayente al punto de que todas las chicas dentro de esta sala se le quedan mirando y tragando como si acabaran de ver un manjar andante.

Debo reconocer que aquella mirada firme, fría y arrogante es casi tan atractiva como su cuerpo de Dios del Olimpo tan perfecto y que exuda sex appel.

- No me gustan las pérdidas de tiempo, es producción perdida así que vamos al punto, mi nombre es Jason Cooper y sólo necesito que sigamos trabajando como lo hacían con Gustavo. Ahora volvamos a nuestros puestos.

¿Eso fue todo? Pero que rayos. No se sentó, sólo habló y se fue, es el un completo imbécil. Por dios, ¿que todos los tipos lindos son unos idiotas?

Una vez que se va mirando su teléfono todos volteamos a ver, no sabemos que se supone que pasó aquí, el no nos miró, no nos habló, ni siquiera nos saludó, se comportó como un niño engreído que sólo quiere seguir mirándose el ombligo.

- Nat, ¿dime qué no era lindo? - Habla Camila.

- Era un dios griego ese pedazo de hombre. - Esa es Gaby.

- Demonios, me lo comería con papas, ¿vieron ese porte y ese cuerpo? - Maggie.

- Yo más bien quiero ver ese cuerpo, pero sin ropa. - Teresa hablando.

- Por favor, puede ser lo más lindo del mundo, pero si su actitud es un asco, el es un asco. - Digo yo y es la verdad.

Me paro y salimos, lo que no sabía es que alguien fue a decirle lo que yo había dicho de él, pronto me estaban llamando para ir a su oficina. Ahora sí me quedo sin trabajo, yo y mi bocota, ¿que no puedo mantenerla cerrada?

Me dirijo hacia allá, pongo mi mejor cara, arreglo mi traje y golpeo.

- Pasa. - Voz sexy y mandona, no sé qué me molesta más, si que se vea bien en traje o que sea un imbécil pedante.

- Permiso.

- Siéntate.

- Usted dirá.

- Eres Nataly Ormeño, la secretaria y asistente personal de Gustavo, muy buenas referencias de ti y de tu trabajo. ¿Así que te parece que soy un asco?

Eso me tomó por sorpresa. Pero bueno, vamos de frente, cómo a mi me gusta.

- Yo sólo dije que no importa el físico de una persona, si la persona es un asco, por muy guapo que se vea, seguirá siendo un asco.

- ¿Así que no lo niegas?

- Nunca dije que había dicho que usted era un asco, dije eso en general.

- ¿Sabes que debes trabajar a mi lado?

- Si, pero creo que al menos usted podría ser mas amable.

- ¿Crees que quiero seguir teniéndote cómo mi secretaria?

- Probablemente no, pero hay algo que yo sé y usted no.

- ¿Y qué es?

- El manejo completo de esta oficina.

- Puedo aprender muy rápido, no lo dudes.

- Conozco el nombre de todos los empleados de esta empresa.

- Solo me interesa tener sus correos en mi agenda, no necesito sus nombres.

- Yo manejo esa agenda.

- Puede hacerlo cualquiera.

- Pero nadie conoce mejor que yo los números de ingresos y egresos que se manejan en todas las sucursales.

- ¿A ver? Muéstrame.

- San Diego, ingresos 350.000.000 egreso 120.000.000.

- Madrid, ingresos 470.000.000 egresos 112.000.000, no eres nada comparada conmigo. Conozco cada número y cada detalle de este holding. Entonces dime, ¿para que te necesito?

- Igual va a necesitar una secretaria estos días mientras se adapta y así me da tiempo de buscar otro trabajo.

- Mmm está bien. Tienes una semana. Después te vas.

- Se lo agradezco, viniendo de usted, eso es mucho.

- ¿A qué te refieres?

- A que no cambia mi opinión de que usted es un idiota insensible.

Se para y me mira, comienza a caminar hacia mí, me asusta su porte y su determinación, pero no daré un paso atrás.

- Deberías saber que soy un idiota insensible de nacimiento y no necesito que alguien como tú me lo diga. Has tu trabajo y sé mi secretaria esta semana, no necesito tus consejos, Ormeño.

- Yo tampoco necesito a un imbécil como jefe.

- Y después de esta semana no lo tendrás.

- Entonces lo agradezco.

- Sigues desafiándome. No te irá bien.

- ¿Y que es lo peor que puede pasarme si ya me despediste?

- ¿De verdad quieres saberlo? - Está pegado a mí mirándome con su mala cara y su postura arrogante.

- Si. Ilumíname por favor, glorioso señor.

- Te aseguro que si te muestro ahora lo que quiero decir, después no te querrás ir en una semana y no soportaré tus idioteces tanto tiempo.

- Entonces me iré ahora.

- Perfecto. Vete.

- Eres un idiota.

- Eres terca y arrogante.

- No dejas de ser un imbécil por eso.

- Tu tampoco. Lárgate.

- Ok.

Salgo de su estúpida oficina con la cara ardiendo de rabia, me dispongo a tomar mis cosas para largarme de aquí y de pronto, una rubia despampanante sale del ascensor camino a la oficina de presidencia, le pregunto su nombre como acto reflejo, pues es parte de mis funciones, o lo era, pero aún no hay secretaria en esta área así que lo haré yo.

- Buen día, ¿tiene cita?

- No necesito cita. - No me mira y sigue caminando. Me planto con toda mi personalidad y le prohíbo el paso.

- Lo siento, pero para entrar a este piso sí necesita cita.

- Me dejas pasar o hago que te despidan.

- No la dejo pasar si no me dice su nombre y la anuncio con el Sr. Cooper, y no le tengo miedo al despido, ¿Srta.?

- Te dije que te hicieras a un lado.

- Y yo le dije que hasta que no me dé su nombre, no va a pasar.

- Anya Gavins y vengo a ver a Jason. Si no me quiere atender, pasaré igual. Te lo advierto.

- Deme un momento, por favor.

Me acerco a la oficina de Cooper y toco.

- Pasa.

- Permiso.

- ¿Vienes a rogar?

- Ya quisiera, pero vengo a informarle que la Srta. Anya Gavins lo está esperando.

- M****a. - Dice y se para rápidamente acercándose y cerrando la puerta detrás de mi.

- Debes hacerme un favor.

- Yo ya me voy. - Digo sarcástica.

- No es momento para babosadas.

- Entonces hable.

- Debes ser mi novia por 5 minutos.

- ¿Qué?

¿Esto podría ser peor?

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP