Matias y Samuel voltearon sus rostros para quedar frente a frente. Después de una larga mirada, como si se hubieran puesto de acuerdo mentalmente, fijaron su vista en Isaac y juntamente dijeron - ¡a ti!.
Realmente no se esperaba esa respuesta; de tal manera que sus ojos se abrieron mientras sus gestos se paralizaron por un momento. Desenroscó sus manos para luego levantar una y señalarse con un dedo - ¿a mí? - ambos asintieron al unísono. Luego, Isaac río alegremente - bien, lo haré yo - concedió. Luego, Matías hizo señas con su cabeza hacia Samuel. Indicándole que debían salir. Isaac los vio alejarse desde la cocina; mientras ellos platicaban entre sí, calladamente. Desde su posición, solo el siseo de sus voces podía ser escuchado. Cuando desaparecieron de su vista, se levantó. Empujando su silla hacia atrás, produciendo un ligero rechinido de la madera vieja que la componía. Casi todas las cosas que se podían ver a simple vista eran viejas. Necesarias para aparentar la riqueza en su interior. En ese pequeño cuarto, una mesa para seis personas estaba colocada justo en medio, ocupado la mayor parte, dejando apenas un poco de espacio de punta a puta. De tal manera que para poder moverse cómodamente, uno tenía que guardar las sillas bajo la mesa. Por tal motivo, al levantarse, Isaac por costumbre empujó el respaldo de la silla hasta que esta topó a la mesa. Así, se dio la vuelta para encontrarse con un recipiente puesto sobre una barra de madera detrás de él. El recipiente era un cazo de tamaño considerable, hecho totalmente de barro. A parte de la hoya, este era el único recipiente que tenían para cocinar. A un lado de esa larga barra, se encontraba un levantamiento de ladrillos. Donde en la parte más alta, se situaban varios barrotes de hierro usados para sostener los recipientes en el fuego de abajo. En ese lugar colocó el cazo Isaac, para después inclinar su espalda y soplar las tenues brazas de abajo. En vista de que no eran suficientes para calentar el recipiente, tomó varios palos apiñados a un costado de él. Entonces, movió el fuego con uno de ellos y lo acomodó antes de colocar correctamente la leña sobre ese calor abrasador. Volvió a soplar y al terminar, vio cómo las llamas se elevaban fervientemente hasta cubrir la leña. Satisfecho entonces, quebró los huevos y los comenzó a mover. Pero a pesar de su arduo trabajo; aun así no evitó que el contenido se pegara en el interior del recipiente. Molestó, ejerció más fuerza en la paleta para despegar los huevos. Fue tan agresivo que incluso la paleta estuvo a punto de romperse. Solo hasta que el contenido comenzó a tornarse de un color negro se decidió a sacarlo. Lo depositó en sus respectivos platos. Ordenándolo pacientemente para darle una mejor vista. Después, vertió en cada plato una cantidad exacta de los frijoles que estaban en la otra hoya. Estaba por servir el último cuando un sonido llamó su atención. En la puerta sus dos hermanos lo observaron con caras de incredulidad. Con el brazo de Samuel estirado al máximo para cubrir su hombro, Matías dijo - hermano, tus habilidades en la cocina siguen igual que siempre. Isaac pudo sentir como una ceja le temblaba - Cállate y cómetelo - las palabras apenas pasaron a través de sus dientes apretados. A pesar de haber cuidado de sus hermanos desde hacía mucho tiempo, sus habilidades culinarias no mejoraron en lo absoluto. Tanto que hasta era gracioso. Sus hermanos ya estaban acostumbrados a los desastres que él así cada vez que se hacía cargo y aunque sabían que era pésimo; aún así, nadie se quería hacer cargo de esa labor todos los días. Así que era mejor turnarse; de ese modo, ellos no cocinarían todos los días y tampoco comerían muy seguido los guisos de su hermano. Con los platos puestos ante ellos, llenos de una sustancia que se mezclaba entre amarillo y cafés. Los dos jóvenes arrugaron sus rostros; mientras sostenían ante sus vistas una cucharada. Sospechosos, no se atrevían a probarlo. Isaac, metió un poco en su boca y se dio cuenta que el sabor no estaba del todo mal. Entonces los incitó - Coman, no sabe mal. La mano de Samuel temblaba cuando acercó la cuchara a sus labios y abrió su boca. Así, fue el primero en probarlo. Sus ojos estaban fuertemente cerrados mientras era escaneado atentamente por los otros dos. Lentamente, su barbilla se movió hacia abajo, luego hacia arriba. Poco a poco, las arrugas en su frente fueron desvaneciéndose antes de abrir sus ojos - Es soportable - avisó. Matias río mientras levantaba su cuchara y metía un bocado en su boca. Confirmando lo que el valiente Samuel había probado - Tienes razón, Sami - al decir esas palabras, colocó una mano sobre la cabeza de este y la agitó. Moviendo los cortos cabellos que la adornaban. Molestó, Samuel dio un manotazo. Dando justamente en el brazo de Matías - ¡No me llames Sami! - sus oscuros ojos se concentraron en la cara de su hermano. Una clara advertencia estaba escrita en ellos. Lo cual, provocó aún más el entusiasmo de Matías; de tal manera que la mano que había quedado en el aire, después de ser golpeada, la volvió dirigir a la cabeza y agitó con más fuerza - ¿mn? - dijo con los labios apretados mientras insistía en frotar la cabeza del joven que se retorcía evitando su contacto - ¿que dijiste Sami?. Al ver ese alboroto, al instante el ceño de Isaac se frunció - Basta - su voz no era fuerte; pero sí ronca - coman tranquilamente.Los dos chicos se paralizaron para luego componer sus posiciones. Sin decir una palabra más, siguieron con su tranquilo desayuno. Luego de haber terminado, Isaac se levantó primero - Iré a investigar al pueblo los movimientos de los guardias - informó. Tomó su plató y salió. Dejó el plato junto al recipiente de agua junto a la puerta antes de retomar su andar y salir a la calle. Cuando salió, la señora Esmeralda ya no estaba afuera; en su lugar, solo había una limpia calle rocosa donde ni una hoja se atrevía a asomarse. Cerró la puerta tras él y siguió en el camino a su derecha. La calle era amplia adornada con faroles de la altura de una persona, en cada cuadra. Caminó tranquilamente paseando su vista sobre las casas, su cabeza estaba en alto; mientras sus manos se agitaban a sus costados. Como si no tuviera nada que temer. Después de haber pasado unas cuantas cuadras, a lo lejos vio un grupo de personas hablando energéticamente. Sus gestos eran exagerados; sin embargo sus voces eran bajas. Difíciles de distinguir a la distancia. Los pasos de Isaac se detuvieron cuando distinguió la forma de una de las figuras. Luego, sonrió y se acercó - ¡Buenos días! - saludó a todas las señoras en general, para de último, fijar su vista sobre doña Esmeralda. Al principio, hubo un sobresalto en ellas. Las que estaban hablando se cubrieron la boca; mientras que las otras retrocedieron un paso. Las miradas se posaron sobre él y pudo ver claramente como los rostros se fueron tranquilizando cuando lo reconocieron. Los nervios se calmaron en el ambiente; aunque había dejado secuelas. La voz quebrada de una mujer se escuchó primero - Hola, Isaac - su cara redonda brillaba por el sudor que la cubría - ¿cómo has estado?, hace días que no te veía. Isaac río tímidamente. Poniendo una mano tras su nuca, respondió - He estado un poco ocupado. -oh, tus hermanos te atarean mucho, deberías dejarlos un poco. La sonrisa en la boca de Isaac se tensó. Claramente no le agradaban las palabras que escuchaba. Para él sus hermanos eran la cosa más importante en su vida; por lo tanto, cuando se trataba de ellos no aceptaba segundas opiniones - Dejemos eso de lado - subió una mano y la agitó en el aire. Cambió de tema - los guardias aun siguen agitados, ¿cierto?.El silencio inundó la calle, que hace un momento estaba llena de energía. El miedo se podía ver en las caras de cada persona parada ante él. La confusión lo inundó por un momento hasta que se dio cuenta de su error. Había hablado demasiado alto. Rápidamente bajó su cabeza para meterla dentro del círculo de señoras - lo siento - susurró - ¿nadie me escuchó, verdad? - sus ojos se abrieron haciendo una mueca de preocupación. Pronto, las señoras curvaron sus espaldas para volver a formar el círculo de cabezas. Comenzaron a susurrar - Según lo que escuche están formando un nuevo grupo de vigilancia - habló una - Quieren proteger las cosas de valor que quedaron en la casa de los Alvarado. Isaac escuchó atentamente. Mientras pensaba extrañado, ”que raro, no dejamos ni una cosa que brillara en toda la casa". Cuando otra mujer habló - Así es, dicen que hay un cuarto escondido lleno de joyas; el cual no pudieron encontrar esos bandidos.Al escuchar eso, internamente, la cara de Isaac se iluminó. Enderezó su cintura, alzando su cabeza en lo alto. Sobresaliendo a través de los cuerpos bajos de todas las damas - Disculpen, ya me tengo que ir - giró su cuerpo y comenzó su marca. Con grandes zancadas, rápidamente llegó ante las puertas de su casa; las cuales, poniendo ambas manos, una en cada lado, empujó haciéndolas abrirse de golpe. Después de dar unos pasos dentro, las puertas regresaron a su lugar debido a la fuerza ejercida. Este, se giró sólo para darles un leve empujón y que se terminarán de cerrar. Las ramas del árbol se agotaron con el viento que produjo al pasar tan rápido. Haciendo que una hoja volará hasta alcanzarlo y tranquilamente depositarse en su hombro. Frente a la puerta de la cocina, en la pared de lado derecho, había una puerta de madera. Carcomida por los insectos. Con pequeñas púas sobresalientes. Isaac, abrió la puerta haciendo que los que estaban dentro del lugar se sobresaltaran. Sin prestarle
Al salir, su visión se encontró con el desolado patio. Giró su cuello al lado derecho. La puerta de la cocina estaba abierta; sin embargo, no había nadie dentro. Las sillas estaban vacías separadas de la mesa como si esperaran por alguien que llegara a ellas. Pero ese alguien no fue Isaac. En su lugar, caminó en dirección hacia ellas; pero un poco antes de llegar a la puerta, sus pies giraron a un lado. Donde las paredes de la habitación y la cocina se entrelazaban. Entre todas las tablas viejas y descascaradas que parecían que podían romperse con el menor movimiento, había una de ellas similar a las demás. Solo por el hecho que Isaac tenía el conocimiento previo sobre esa tabla era que notaba la diferencia invisible para los ojos humanos. Parado frente a la pared de la cocina. Subió una mano, colocándola entre la unidad de las paredes. En una mínima rendija de la tabla metió sus uñas en ella, empujando sus dedos hasta que fueron capaces de caber completamente.Ejerció un poco de fue
Dylan llegó a la cama del lado derecho. Se volteó y se lanzó. Cayendo sobre la persona que dormía plácidamente en ella. Su espalda aplastó la del otro. Haciéndolo despertar de un brinco. Los cabellos amarillos quedaron completamente a la vista; mientras Tomas intentaba zafarse del peso que lo aprisionaba - ¡muévete, maldito hijueputa! - su voz era de furia; pero aun así logró mantener el volumen bajo.Los labios de Dylan mostraron sus dientes cuando una sonrisa satisfecha apareció en ellos. Sin perder tiempo, se levantó. Pasó cerca de la cama del medio donde estaba Matías. En el proceso, estiró una mano. Tocando con tres dedos el pecho de este, despertándolo. Luego, rodeó el borde de la cama. Metiéndose en el pasillo en medio de las ellas. Cuando llegó al otro lado, dejó caer su pesado cuerpo sobre el bulto cubierto.Sin embargo, para su sorpresa, la persona bajo el no se movió; en cambió, emitió un ligero suspiro como si siguiera sumergido en un agradable sueño. Matías a un lado, se
Con la espalda casi pegada a la pared, la vista frente al balcón. Bajó un pie para luego colocar el otro frente a este sobre la misma grada. Con cada escalón que bajaba se detenía por un segundo. El silencio era abrumador, tanto que en sus tímpanos podía escuchar el silbido del viento. Una sensación extraña subía a su pecho cada vez más cerca de su corazón.Conforme bajaba cada escalón la vista se iba ampliando ante él. Largos sofás, con acabados de madera a sus costados, estaban situados frente a la puerta. Varias cajoneras adornaban el espacio entre cada uno; sin embargo estas no estaban adornadas por nada. Por qué los artículos de valor que mantenían en ellas ya habían sido saqueados con anterioridad, quedando solo la marca en la madera donde solían estar. Cuando llegó a la última grada, caminó frente a un gigantesco mueble igual de vacío. Puesto a un lado de las gradas; de tal manera que al pasar por la puerta principal quedara a la vista el esplendor de los artículos de oro que h
Todos comenzaron a apresurarse. Ante él las personas corrían alocadas; mientras que su propio cuerpo no podía reaccionar. Isaac se quedó paralizado por un tiempo hasta que vio el rostro de su hermano ante él. El sudor corría por su cuello, sus ojos estaban húmedos y abiertos grandemente, un profundo temor se podía ver en ellos. En ese momento Isaac se dio cuenta de la situación; así que rápidamente suprimió sus emociones para dejar su cabeza fría.Se acercó a Samuel. Con una mano sujetó la camisa de este de la parte del hombro. Envolvió sus largos dedos en la tela, arrugándola hasta casi romperla - ¡rápido! - hizo una señal con su cabeza - ¡entren al hoyo! - Lucas estaba a punto de abrir la abertura en la pared por donde habían entrado; mientras que Dylan esperaba a su lado, cuando sus movimientos se detuvieron. Giraron sus rostros para ver a Isaac. Con toda calma este dijo - puede que nos estén esperando afuera, es más seguro por este lado.La mirada en los jóvenes se suavizó cuando
Mientras corrían, una tropa de guardias se acercó corriendo por el lado opuesto. Uno de ellos vio a los cuerpos sobre el tejado y los señaló - ¡POR AHÍ! - su estruendosa voz resonó en las calles. Los guardias que estaban en la casa se acercaron pronto a ellos. Formando un nuevo grupo más grande.-Mierda - la palabra pasó por los dientes apretados de Isaac. Estaban en la mira, les sería difícil perderlos; así que Isaac tomó una decisión - ¡DESVIENSE! - meneó su mano, moviendo el viento con ella; a la vez que los de enfrente lo miraban de soslayo - ¡HACIA EL OTRO LADO!.En lugar de seguir por las casas que estaban a las esquinas del camino. Doblaron a la izquierda saltando al lado opuesto por donde los guardias los seguían. Fueron a tomar la siguiente cuadra donde el camino estaba despejado; pero no por mucho tiempo. Tan solo al otro lado, los guardias se apresuraban a doblar la esquina; mientras ellos corrieron en dirección opuesta como si sus intenciones fueran regresar a la mansión.
La mano de Dylan se quedó en el aire. Sus ojos se ampliaron cuando giró su rostro hacía Isaac con una expresión sería. No dijo nada. Simplemente se recompuso y esperó a que Isaac actuará.-Tú - señaló con su cabeza a Matías. Evitó decir su nombre para no revelar la identidad - enciende la vela.Matías se dio la vuelta; pero no dio ni un paso lejos cuando Dylan habló - Espera - su voz estaba alterada - yo lo haré - Luego, se giró y comenzó a caminar por la habitación. Sus manos tocaban con precaución cada cosa que se encontraba. Rodeó todo el lugar en busca de la vela hasta que su pierna chocó contra un objeto que se arrastró en el suelo por la fuerza del empuje. A tientas, movió las cosas encima. Tardó un tiempo ahí hasta que logró encender la vela que estaba en esa mesa.Isaac esperó, escuchando atentamente los movimientos que producía Dylan a sus espaldas. Hasta que la habitación se iluminó. Sus ojos se ampliaron con sorpresa cuando el cuerpo en el suelo
Las vistas se giraron de Isaac a Dylan, quien aún tenía el brazo de la niña en su mano. Este vio el rostro asustado una vez más antes de dejarla ir. Isaac comenzó a caminar. Sus pasos firmes y veloces se dirigían a Dylan. Iba a la mitad del camino cuando alguien se le interpuso. Matías había dado un paso al frente, bloqueando el paso y la vista de Isaac hacia Dylan. Su enorme porte estaba atravesado - Hermano - dijo esa palabra para tranquilizar, tan bajo que incluso a Isaac le fue difícil escuchar.La mano de Isaac se alzó, con un movimiento más brusco de lo normal, la puso sobre el hombro de Matías, produciendo un sonido de choque. Inmediatamente, Dylan salió tras la espalda de Matías. Tomó el antebrazo de Isaac y lo apretó mientras retiraba la mano del hombro de Matías, dirigiéndole su mirada oscura. Isaac sabía que quería formar un lío en el lugar; pero el no se lo iba a permitir. De tal manera que decidió no echarle más leña al fuego. Así que suavemente bajó su mano. L