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Árbol de la vida
Árbol de la vida
Por: Rosalía Fernández de Córdova
capítulo I: despertar tranquilo

-¡Rápido!, ¡Se escapan!.

Los grupos de guardias, que corrían a mitad de la noche, alarmaron a todo el pueblo. La gente cerraba sus puertas y ventanas; mientras los oficiales buscaban a los fugitivos. 

-¡Sigamos! - adelantado a los demás, las luces de las lamparas sombreaban su cuerpo de amarillo; a la vez que llamaba a los que corrían por detrás. 

En ese tiempo, no había nadie que no supiera acerca de la banda de ladrones que se había hecho su nombre en toda la región. Con solo escuchar el alboroto, era un claro aviso que se habían vuelto a salir con la suya. 

-¡Vamos! ¡Vamos!. 

El sonido de los pasos y el tintineo de la armadura hacían eco por las oscuras calles. El sonido duró hasta el día siguiente. El sol ya había salido y las personas comenzaron sus labores, cuando los guardias aún seguían pasando; sin embargo, la tensión ya había disminuido. 

Un joven, que acababa de despertar, abrió la puerta de su casa y se asomó para ver la situación - ¿volvieron a venir? - le preguntó a su vecina del frente, quien se esmeraba en barrer la calle. 

Deteniendo la escoba entre sus manos, está lo vio con los ojos muy abiertos - ¿no escuchaste anoche?. 

-no - sonrió torpemente al responder - me quedé dormido. 

La señora negó con la cabeza; a la vez que retomaba su labor - Los guardias los sorprendieron ayer robando a una de las familias ricas, pero se les escaparon de nuevo. 

-¡¿Enserio?! - la sorpresa hizo que su voz se elevara. 

-¡cállate niño! - la señora lo regañó por lo bajo. Apretó fuertemente el palo de escoba; al mismo tiempo que giraba su vista lado a lado - ¿no ves que andan los guardias cerca?. 

El joven enderezó su espalda y vio el camino - no veo a ninguno - después, preguntó curioso - pero dígame, ¿a quién robaron?. 

Echando un vistazo antes de inclinarse ligeramente hacia el frente. Como queriendo acercarse más al joven. Puso una mano a un lado de su boca y susurró fuertemente para que él la escuchara - a los Alvarado. 

Isaac sabía que ella no se podía resistir a contarle; por eso madrugó para salir y preguntarle - ¿los Alvarado? - su rostro era de pura curiosidad - ¿no que su casa estaba bien protegida y que nadie podía entrar?. 

La señora bufó - lo mismo dije yo cuando me enteré - arrugó su boca haciendo un ligero puchero para luego mover los hombros adelante y atrás mientras decía - Muy riquilla podrá ser la señora, pero nada de eso la ayudó anoche - en un tono burlón y de envidia. Luego, cubrió la punta de la escoba con su puño, acercándolo a su boca - Esa banda Hojarasca - así se hacía llamar la banda - han estado arrasando con toda la gente rica - suspiró - eso es lo bueno de ser pobre, no tengo nada para que se lleven. 

Con esas últimas palabras, Isaac río alegremente. Sin darse cuenta cuando una presencia llegó a sus espaldas. De repente, sintió como una mano tocaba su hombro. Sobresaltado, la risa se le fue en un instante - ¿Matias?, ¿por qué estas despierto tan temprano?. 

El joven detrás de él respondió - Su escándalo me despertó - luego, dirigió su vista a la señora antes de volverla a Isaac - Hermano, ¿de qué hablaban?. 

El joven mayor, suspiró antes de palmear la espalda de su hermano - Nada, vamos a dentro. 

Se despidieron de la señora dejándola barrer tranquilamente. Luego cerraron las dos puertas de madera que daban lugar al pequeño patio de su casa. Desde fuera, la casa se veía como cualquier otra, simple y desgastada; pero eso no les impedía tener algún que otro tesoro escondido. A parte de la cocina, solo tenían una habitación más donde dormían tres personas.

Después de entrar, caminaron juntos por el patio hacia el lado derecho con dirección a la cocina. Los hermanos iban abrazados con un brazo encima del hombro. Pasaron hasta quedar desprotegidos por la sombra del árbol situado al otro costado del patio. Justo a un lado de la puerta de la cocina se encontraba un gran recipiente, casi del tamaño de una persona, lleno de agua. En su cima, flotaba de un lado a otro una totuma, su color café resplandecía con la luz de la mañana. 

Al entrar, ambos jóvenes se separaron. Matias, llegó al lado del niño sentado a la mesa - ¿despierto tan rápido? - se sentó y tomó un pan del plato del chico. 

Dando un gran bocado, el chico habló con la boca llena. Las palabras apenas entendibles - me moría de hambre. 

Isaac, hermano mayor de los chicos, había tomado el papel de padre desde que eran muy jóvenes - Traga antes de hablar -  regañó, la molestia se hizo notar en sus rasgos sutiles. 

El chico, regresó su vista al plato y asintió energéticamente; mientras masticaba con vigor. Isaac cerró la puerta de la cocina tras él, antes de tomar asiento justo frente a los jóvenes - todo salió como esperábamos - su voz no era alta, tenía el volumen necesario para que lo escucharán sin problemas. 

Matias mostró una enorme sonrisa - ¿cuando no ha salido bien?. 

El chico, vio a Matías y asintió en acuerdo; a la vez que seguía masticando. Isaac, no pudo evitar sonreír mientras veía la tranquilidad que rodeaba a sus hermanos. Sus padres fallecieron por el cólera morbus cuando él solo tenía quince años, su hermano Matías era un chico de diez años en ese entonces; mientras que el más joven, Samuel, solo tenía cinco. Con mucha dificultad logró saciar el hambre por la que pasaban; sin embargo, no necesariamente por el buen camino.

Samuel, tragó con dificultad y levantó un pulgar -¡Hojarasca está causando temor! - alagó alegremente. 

Dándole un golpe en la cabeza, Matías regañó - Cállate tonto, te escucharán. 

Molesto, el menor le dedicó una mirada seria - ¡oye! ¿Por qué me golpeas?.

Cara a cara, los dos se fulminaban en un duelo de miradas; cuando Isaac los interrumpió - suficiente - dijo tranquilamente - Tendremos que vender las cosas de valor lo más pronto posible - luego añadió - no vaya a suceder que a los guardias se les ocurra hacer una inspección en todas las casas y nos descubran. 

-Descuida hermano, todo está muy bien escondido - haciendo un ademán con la mano, el despreocupado Matías habló - nuestros movimientos no dejaron seña, fueron tan sutiles como una hoja caída - agregó. 

Efectivamente, el nombre de Hojarasca se lo habían ganado por ser tan precisos y sutiles; que incluso, ni en una habitación llena de personas se darían cuenta del asedio hasta ya concluido este - no esta de más ser prevenidos - agregó Isaac, sumamente preocupado. En estos momentos, él contaba ya con veinticinco años; de tal manera que la experiencia lo advertía a través del miedo. 

-¿pero no escuchaste a doña Esmeralda? - volvió a decir Matías - que los guardias no pudieron seguir su paso, ellos no sabrán en dónde estamos. 

Cerrando su mano en un puño, Samuel la elevó con orgullo - ¡somos tan geniales!. 

Rápidamente, Matías volvió a golpear su cabeza - Cállate. 

Las cejas de Isaac estaban fruncidas; mientras dedicaba una mirada seria a sus dos hermanos - ¿qué tenemos de genial? - dijo, al mismo tiempo que entrelazaba sus dedos y colocaba sus manos sobre la mesa. 

El camino que había elegido cuando era joven no fue precisamente el correcto; más bien, lo eligió por ser la salida más fácil y rápida. Pero eso no quería decir que él no supiera del mal que hacía; por tal motivo, solo se dedicaban a robar a los que verdaderamente tenían una gran riqueza. Aunque eso no impidiera que la gente humilde les tuviera miedo. 

Los hermanos regañados, guardaron silencio ante la rígida mirada que Isaac les propinaba. Al verlos con la cara de perro regañado que ambos expresaban, éste dejó salir un largo respiro; el cual le brindó la tranquilidad que necesitaba. Levantó más el rostro y estiró los labios mostrando sus dientes con una gran sonrisa - Bien, ¿de quien es el turno de hacer el desayuno? - preguntó. 

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