Inicio / Romántica / Árbol de la vida / capítulo IV: preparados
capítulo IV: preparados

Al salir, su visión se encontró con el desolado patio. Giró su cuello al lado derecho. La puerta de la cocina estaba abierta; sin embargo, no había nadie dentro. Las sillas estaban vacías separadas de la mesa como si esperaran por alguien que llegara a ellas. Pero ese alguien no fue Isaac. En su lugar, caminó en dirección hacia ellas; pero un poco antes de llegar a la puerta, sus pies giraron a un lado.

Donde las paredes de la habitación y la cocina se entrelazaban. Entre todas las tablas viejas y descascaradas que parecían que podían romperse con el menor movimiento, había una de ellas similar a las demás. Solo por el hecho que Isaac tenía el conocimiento previo sobre esa tabla era que notaba la diferencia invisible para los ojos humanos. Parado frente a la pared de la cocina. Subió una mano, colocándola entre la unidad de las paredes. En una mínima rendija de la tabla metió sus uñas en ella, empujando sus dedos hasta que fueron capaces de caber completamente.

Ejerció un poco de fuerza. La necesaria para no romper la tabla; a la vez que fue suficiente para aflojarla. Un leve crujido se escuchó, lo que le indicó a Isaac su siguiente acción. La empujó, haciendo que la madera se arrastrara contra el suelo. Produciendo un sonido de arrastre al friccionar la tierra contra la tabla y el suelo. Un pequeño espacio se abrió, permitiendo el ingreso para una persona. De tal manera que Isaac topó su cuerpo a la pared, deslizándose entre la grieta con mucho trabajo.

Después de lograr pasar su cabeza, introdujo su pecho con mayor facilidad. Luego, entró sus piernas. Una vez dentro, volvió a sellar la pared. Ese estrechó pasaje le nubló la vista debido a que no podía entrar en él ni siquiera un tenue rayo de sol. Apenas había dado unos pasos cuando su cuerpo chocó contra un gran bloque.

Entre la oscuridad, escuchó una voz - hermano - no era una pregunta; mas bien, era una afirmación de la otra parte.

-Soy yo - afirmó - enciende la luz.

Después, se escuchó el sonido de rápidos chasquidos acompañados con chispas fugaces que se negaban a encender. Hasta que el fuego ilumino el lugar, llenando el rincón con un intenso olor a humo. Para ellos, era una regla inquebrantable esconderse al notar movimientos cerca de la entrada. Aunque así estuvieran seguros que eran sus propios hermanos los que intentaban ingresar. Esa era una ley de protección para todos.

El resplandor que emanaba una pequeña antorcha, hecha con un trapo viejo, colgada de la pared sobre un recipiente de metal, descubrió el espacio entre las paredes; el cual, solo era suficiente para que un hombre cupiera apenas dejando espacio entre sus hombros a sus costados. Por el contrario, hacia adelante era largo, había el espacio exacto para tres personas.

Insertados en cada tabla se encontraban clavos sobresalientes de donde colgaban diferentes armas. Tanto como ballestas, arcos y flechas. En la parte baja de la pared descansaban las armas de pólvora junto a sus municiones. Isaac, tomó una pistola con una mano, para luego abrir el revólver. Lo examinó por un rato. Después, curvó su espalda y estiró su mano para tomar una caja. Se enderezó. Colocó la caja sobre el brazo que sostenía el arma, luego la abrió. Exponiendo las municiones que emanaron un olor fuerte a pólvora.

Mientras tomaba una bala, desvío casualmente su vista hacía sus hermanos, quienes se entretenían en sus propios asuntos. Samuel, se ocupaba frotando la punta de una flecha sobre una roca gris. La afilaba con la alegría de un niño cuidando de su más preciado juguete. Por otro lado, con un aspecto serio, Matías jugaba con una daga. Midiendo su filo la acariciaba con sus dedos desde el mango hasta la punta. Sus ojos se mantenían cerrados mientras frotaba sus bordes con movimientos prácticos y suaves.

Isaac sonrió con tan solo la vista. No pudiendo imaginar cuáles serían sus pensamientos. Entonces, comenzó a llenar el revólver, hasta que los ocho espacios estuvieron completos. Luego, cerró la caja para volverla a poner en su lugar. Tomando el arma con sus dos manos, la dobló, haciendo emitir un tronido cuando las partes volvieron a quedar unidas.

-¿terminaste? - Matías levantó el rostro levemente. Forzando sus ojos hacia arriba provocando que varias arrugas se formaran en su frente.

Isaac, aseguró el arma en el clavo - ya está lista - al terminar de decir las palabras. Se volteó para abrir el pasaje nuevamente. Antes de salir aún les dejó atrás unas palabras - será mejor que se den prisa, si no quieren que yo cocine el almuerzo - los sonidos de movimiento se detuvieron; mientras salía. Dejando expresiones de miedo en los rostros de los jóvenes.

El cielo ya estaba cubierto por un manto de oscuridad. La luna se había escondido tras una nube negra; al igual, las estrellas habían escapado esa noche. Como si supieran del terror que pasaría en la tierra y temiera ver lo sucedido. Alrededor de las tres de la mañana, Isaac sostenía el huacal contra sus labios. Bebiendo del agua en él. Sintiendo pasar por su garganta el líquido que había sido enfriado por el sereno. Después de unos tragos, separó la totuma unos centímetros de su boca. Dirigiendo su vista a la puerta de la habitación, donde sus hermanos aún dormían cómodamente.

De pronto, se empezaron a escuchar sonidos sobre el techo donde él estaba. Pequeñas piedras cayeron del borde. Como si fuera una rata rascando las tejas, el sonido se fue acercando. Isaac mantuvo la calma en todo momento, como si estuviera acostumbrado a cualquier movimiento. De repente, ante él, vio caer una figura. Sus pies tocaron el suelo con tal suavidad que no emitió ningún sonido de golpe. Sostenido con la punta de sus dedos, su espalda curveada daba contra Isaac. Meneó su cabeza para atrás, viendo de reojo al hombre a sus espaldas.

Lucas enderezó sus piernas. Quedando de lado. Con la vista en la puerta de la habitación. Su cabello recogido en una cola mostraba detalladamente los rasgos de su cara - ¿aún no están listos? - su voz ronca fue llevada por el viento hasta los oídos de Isaac.

Tirando la totuma al bote de agua, Isaac tragó la última parte en su boca - Tomas y Dylan no han llegado aún.

-oh - mientras sus manos colgaban a sus costados, comenzó a caminar al frente - entonces, dormiré un poco más - Isaac no tuvo tiempo de responder cuando Lucas ya había abierto la puerta. Se quedó con una mano extendida impidiendo que se volviera a cerrar; a la vez que veía, con una expresión serena, dentro de la habitación. Sus ojos se dirigieron a Isaac antes de informar - solo falta Dylan.

Con el ceño fruncido, Isaac llegó a él dando pocas; pero grandes zancadas. Su cuerpo era más alto que el brazo de Lucas. Dándole la oportunidad de ver el interior. Se quedó sorprendido por un momento cuando notó que en cada cama del interior había una persona. No pudo evitar pensar, ”¿cómo lo dejé pasar?". Acostado sobre su propia cama, los cabellos cafés claro se escapaban de debajo de la manta. No quedaba duda que esos pelos inconfundibles pertenecían a Tomás. Sin necesidad de ver su rostro, Isaac supo quien era; de tal manera que no se molestó en entrar.

-Llegué - una voz a sus espaldas hizo que los dos se sobresaltaran. La persona estaba a un paso lejos de ellos. Intentando ver el interior, estirando el cuello sobre el hombro de Isaac - ¿aún no se levantan? - su voz cambió de divertida a enojó en un instante. Luego, empujó con su pecho, el brazo de Lucas, cuando pasó a través.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo