No sabía cuánto tiempo había pasado cuando volvieron a entrar los guardias. Llegaron a esposarlo sin tener consideración por el daño que podían causar las esposas. Lo arrastraron hacia afuera donde se topó con sus hermanos. Sus caras habían adquirido el color opaco de la habitación. Sus ojos apenas se abrían por la claridad que les golpeaba la cara. Al verlo, el rostro de Samuel quiso mostrar alegría; pero sus gestos estaban cansados, al igual que su garganta; por eso, no habló. Tomaron el camino que los guardias les indicaron. Fueron escoltados hacía el lugar donde se llevaría a cabo el juicio.
El área parecía más una arena de pelea donde la gente se acomodaba alrededor para observar el sufrimiento ajeno. Les ordenaron pararse justo frente al alto podio que se alzaba para que los jueces tuvieran una vista completa de todo el lugar. Isaac, barrió su vista borrosa por todo el lugar. Las caras satisfechas de las personas que asistieron se grabaron en su memoria. Sintió miedoCuando volvió a ver la luz, todo su cuerpo cosquilleaba. Como si mil hormigas viajaran por sus extremidades. Le tomó un tiempo sentarse. Despertando la poca sangre que le quedaba, haciéndola correr por sus venas para que el cuerpo reaccionara. Se levantó, justo cuando vio llegar a cuatro guardias. Eran el doble de lo usual; sin embargo, dos de ellos se dirigieron a la otra celda. Después de que fue esposado, salió. Preocupado, dirigió la vista a un lado. Luego de esposar a Lucas, los dos guardias lo agarraron de los brazos, arrastrándolo, obligándolo a levantarse; sin embargo, su cuerpo no podía soportar con su propio peso. Entonces, todo el trabajo fue dejado a los poco gentiles guardias.Los pies de Lucas colgaban hacía atrás, a diferencia de Isaac, él aún llevaba zapatos. Lo que lo libraba de que sus pies se rasparan contra el suelo. Mientras los dirigían hacia afuera, Isaac no podía evitar echar vistazos al cuerpo decaído de Lucas. Su cabeza colgaba al frente, cubierta
Una joven de rostro serio se levantó de su cama exageradamente dura. El colchón poco suave le causaba dolor en la espalda cada mañana; pero acostumbrada a ello, ya no le prestaba atención a su cuerpo rígido. Después de bañarse en la pila que adornaba una esquina del patio de su casa, se vistió con prendas limpias y olorosas. Mientras peinaba sus cabellos, de pronto, una pequeña persona se acercó.-¿hermana? - el pelo alborotado de la pequeña avisaba que se acababa de levantar - ¿cuándo vendrá mi hermano a jugar conmigo?.Sofía detuvo sus movimientos - No lo llames así, dile señor - informó.De pronto, desde el otro lado de la casa se escuchó un llamado. Sofía, dejó el peine sobre el mueble y salió de su habitación para dirigirse al cuarto del enfermo. Cuando entró, su padre ya estaba sentado a la orilla de la cama, con los pies sobre el frío suelo. La vio y extendió una mano hacia ella - Ya tengo fuerzas para levantarme, ven, ayúdame un poco.Susp
En ese momento, el alma de Sofía voló en el aire. Incrédula, le resultaba difícil asimilar ese hecho. Había pensado que Isaac era muy inteligente, que era bueno escapando y que la probabilidad de ser descubierto era nula; sin embargo, los hechos contradecía su pensamiento - Disculpe, pero creo que no estamos hablando de la misma persona.El muchacho mostró una sonrisa amarga. Levantó la vista hacía Sofía - yo también quisiera eso, pero los jóvenes que estaban en esta casa fueron aprehendidos ayer y juzgados hoy.El calor se escurrió de las manos de Sofía, dejándolas heladas al igual que su expresión. Si bien, su cara no mostraba mucho, internamente estaba agitada. Su corazón palpitaba extremadamente fuerte, haciéndola sentirse sofocada. Incómoda, dobló el tobillo y se giró. De modo que el joven solo pudiera ver su perfil - Entiendo - enderezó la espalda - entonces, no tengo nada más que hacer aquí.-Eh… - el joven pareció querer agregar algo más; pero Sofí
-¡Rápido!, ¡Se escapan!.Los grupos de guardias, que corrían a mitad de la noche, alarmaron a todo el pueblo. La gente cerraba sus puertas y ventanas; mientras los oficiales buscaban a los fugitivos. -¡Sigamos! - adelantado a los demás, las luces de las lamparas sombreaban su cuerpo de amarillo; a la vez que llamaba a los que corrían por detrás. En ese tiempo, no había nadie que no supiera acerca de la banda de ladrones que se había hecho su nombre en toda la región. Con solo escuchar el alboroto, era un claro aviso que se habían vuelto a salir con la suya. -¡Vamos! ¡Vamos!. El sonido de los pasos y el tintineo de la armadura hacían eco por las oscuras calles. El sonido duró hasta el día siguiente. El sol ya había salido y las personas comenzaron sus labores, cuando los guardias aún seguían pasando; sin embargo, la tensión ya había disminuido. Un joven, que acababa de despertar, abrió la puerta de su casa y se asomó para ver la situación - ¿volvieron a venir? - le preguntó a su v
Matias y Samuel voltearon sus rostros para quedar frente a frente. Después de una larga mirada, como si se hubieran puesto de acuerdo mentalmente, fijaron su vista en Isaac y juntamente dijeron - ¡a ti!. Realmente no se esperaba esa respuesta; de tal manera que sus ojos se abrieron mientras sus gestos se paralizaron por un momento. Desenroscó sus manos para luego levantar una y señalarse con un dedo - ¿a mí? - ambos asintieron al unísono. Luego, Isaac río alegremente - bien, lo haré yo - concedió. Luego, Matías hizo señas con su cabeza hacia Samuel. Indicándole que debían salir. Isaac los vio alejarse desde la cocina; mientras ellos platicaban entre sí, calladamente. Desde su posición, solo el siseo de sus voces podía ser escuchado. Cuando desaparecieron de su vista, se levantó. Empujando su silla hacia atrás, produciendo un ligero rechinido de la madera vieja que la componía. Casi todas las cosas que se podían ver a simple vista eran viejas. Necesarias para aparentar la riqueza en
Al escuchar eso, internamente, la cara de Isaac se iluminó. Enderezó su cintura, alzando su cabeza en lo alto. Sobresaliendo a través de los cuerpos bajos de todas las damas - Disculpen, ya me tengo que ir - giró su cuerpo y comenzó su marca. Con grandes zancadas, rápidamente llegó ante las puertas de su casa; las cuales, poniendo ambas manos, una en cada lado, empujó haciéndolas abrirse de golpe. Después de dar unos pasos dentro, las puertas regresaron a su lugar debido a la fuerza ejercida. Este, se giró sólo para darles un leve empujón y que se terminarán de cerrar. Las ramas del árbol se agotaron con el viento que produjo al pasar tan rápido. Haciendo que una hoja volará hasta alcanzarlo y tranquilamente depositarse en su hombro. Frente a la puerta de la cocina, en la pared de lado derecho, había una puerta de madera. Carcomida por los insectos. Con pequeñas púas sobresalientes. Isaac, abrió la puerta haciendo que los que estaban dentro del lugar se sobresaltaran. Sin prestarle
Al salir, su visión se encontró con el desolado patio. Giró su cuello al lado derecho. La puerta de la cocina estaba abierta; sin embargo, no había nadie dentro. Las sillas estaban vacías separadas de la mesa como si esperaran por alguien que llegara a ellas. Pero ese alguien no fue Isaac. En su lugar, caminó en dirección hacia ellas; pero un poco antes de llegar a la puerta, sus pies giraron a un lado. Donde las paredes de la habitación y la cocina se entrelazaban. Entre todas las tablas viejas y descascaradas que parecían que podían romperse con el menor movimiento, había una de ellas similar a las demás. Solo por el hecho que Isaac tenía el conocimiento previo sobre esa tabla era que notaba la diferencia invisible para los ojos humanos. Parado frente a la pared de la cocina. Subió una mano, colocándola entre la unidad de las paredes. En una mínima rendija de la tabla metió sus uñas en ella, empujando sus dedos hasta que fueron capaces de caber completamente.Ejerció un poco de fue
Dylan llegó a la cama del lado derecho. Se volteó y se lanzó. Cayendo sobre la persona que dormía plácidamente en ella. Su espalda aplastó la del otro. Haciéndolo despertar de un brinco. Los cabellos amarillos quedaron completamente a la vista; mientras Tomas intentaba zafarse del peso que lo aprisionaba - ¡muévete, maldito hijueputa! - su voz era de furia; pero aun así logró mantener el volumen bajo.Los labios de Dylan mostraron sus dientes cuando una sonrisa satisfecha apareció en ellos. Sin perder tiempo, se levantó. Pasó cerca de la cama del medio donde estaba Matías. En el proceso, estiró una mano. Tocando con tres dedos el pecho de este, despertándolo. Luego, rodeó el borde de la cama. Metiéndose en el pasillo en medio de las ellas. Cuando llegó al otro lado, dejó caer su pesado cuerpo sobre el bulto cubierto.Sin embargo, para su sorpresa, la persona bajo el no se movió; en cambió, emitió un ligero suspiro como si siguiera sumergido en un agradable sueño. Matías a un lado, se