Duncan iba a toda velocidad en su Audi.
Sabía que aquello no era muy sensato, y que estaba abusando de la buena suerte, pero no era capaz de desacelerar.
Ella había quedado llorando, y él había tenido que aferrarse a toda la ira que estaba sintiendo para no retractarse e ir y abrazarla y consolarla.
Y eran los momentos en que más se odiaba a sí mismo. Ella no había tenido ningún pesar por su hermano cuando sacó a relucir lo de su pasado, y él, idiota y mil veces idiota, se compungía cuando la veía llorar, aunque se lo mereciera.
Se aferró al volante y trató de normalizar su respiración.
Allegra aún lo af
¿Cuántas horas habían pasado? Se preguntó Duncan. ¿Diez? ¿Veinte?Todo seguía obscuro. Sólo alguien abría de vez en cuando una puerta metálica a su derecha y le dejaba al alcance un plato de comida, que quién sabe cómo iba a comer, pues tenía las manos esposadas a la espalda. Tal vez esperaban que se precipitara sobre el plato como un perro, pero hasta ahora no les había dado el gusto.Llegaría el momento en que estuviera famélico y perdiera la dignidad, pero mientras tanto, iba a luchar.Nadie había venido a explicarle por qué estaba allí. Nadie había venido para decirle que habían pedido rescate por él a su familia, o que pretendían que modificara
La puerta metálica se abrió, y Duncan movió levemente la cabeza huyendo de la luz. Sus ojos se habían acostumbrado a la obscuridad.—¿Lo has entendido ahora?Al escuchar la voz se tensó. Luego se echó a reír, sin humor.—Tú, maldito anciano.Haggerty dio unos pasos avanzando hacia el que en el pasado fue su pupilo. Duncan seguía en la misma posición: de rodillas, con la espalda doblada hacia el frente y la cabeza apoyada en el suelo.—No podía ser de otro modo. Dime, ¿me habrías escuchado si te digo que Allegra nunca te engañó? ¿Que fue tan víctima como tú? ¿
La casa Richman no era realmente una casa, era una mansión.No demasiado grande ni ostentosa, pero sí cómoda y con signos de ser habitada.Seguramente esta sí tenía las cien habitaciones de las que él se había burlado, y según lo que sabía, la casa era propia, no alquilada como hacían algunos millonarios famosos. Él la había reconstruido, prácticamente, luego de haberla comprado en un remate. En las revistas habían mostrado todo el proceso de reconstrucción y rediseño de aquella mansión, y si no era más grande que la suya, sí era más moderna, más práctica y pensada para una familia.Se había anun
Duncan abrió los ojos y vio a Allegra.Oh, bien, ahora estaba delirando.Allegra estaba allí, más hermosa que nunca, y lo miraba a los ojos con mil preguntas en su mirada. Él, tan débil como estaba, sólo atinó a sonreír. Alzó una mano hacia ella y acarició una de sus aterciopeladas mejillas.—Tan hermosa.—Lo mismo decía yo –farfulló ella, y él frunció el ceño.—Debo estar muy enfermo, si te traje aquí con mi imaginación.—No sé si con tu imaginación, pero sí que estoy atrapada aquí —Dun
Allegra despertó con una extraña sensación. Había algo fuera de lugar allí, alguien la tenía abrazada, como cuando…Como cuando despertaba abrazada a Duncan.Oh, diablos, ¿qué era toda esa locura?Se movió lentamente, y se encontró con que, efectivamente, estaba abrazada a Duncan.Cerró sus ojos y recordó de golpe. Había ido hasta allí para preguntarle qué demonios buscaba con eso de devolverle la empresa a cambio de nada, para luego quedar encerrada en su habitación gracias a Nicholas. Luego descubrió que él estaba enfermo, y por tanto, en una actitud más comprensiva, y después, cediendo a su orden de dormir una sie
Cuando llegaron al video que ambos habían visto cuatro años atrás, ella se puso en pie dirigiéndose al televisor. Al ver sus intenciones, él la detuvo.—¡Ese maldito! –Exclamó Allegra en un grito de aflicción—. ¡En cuanto lo vea lo mataré! ¡Esta vez te juro que no fallaré y lo mataré!—Ya, ya. Lo encontraremos y le haremos pagar.—¡Pero mira lo que me hizo! ¡Por su culpa! ¡Por su egoísmo!Duncan la abrazó fuertemente.Ella empezó a llorar de nuevo y él no dejó de abrazarla, masajearle la espalda y consolarla. Él también sintió
—Estar enfermo es un asco –dijo Duncan, molesto, y escuchó la risa de Allegra.Estaban tirados en el piso con moqueta, abrazados, pero él estaba débil todavía.Quería con toda su alma hacerle el amor, pero entre que las drogas le producían sueño, y le dolían todos los huesos del cuerpo tanto por la paliza, como por el malestar, no había podido continuar con el juego de besos y caricias en el que Allegra lo había metido tan seductoramente.—Recupérate, y te haré el amor otra vez.—Mmmm… ¡cuánto te he extrañado!—No más que yo –él se echó a reí
Allegra despertó con un suspiro, de esos que sueltan los niños cuando se han quedado dormidos llorando.Miró alrededor y se quedó quieta; no reconocía del todo aquella habitación.—Buenos días, princesa –era la voz de Duncan. De hecho, estaba sobre él en un sofá.Se recostó de nuevo sobre su cuerpo, besando su pecho amplio a través de la camiseta que llevaba puesta. Era una lástima que él estuviera tan enfermo, pues deseaba con toda su alma desvestirlo para volver a estudiar su cuerpazo como lo había hecho hacía cuatro años.—Es real, estás aquí –susurró