30

Duncan abrió los ojos y vio a Allegra.

Oh, bien, ahora estaba delirando.

Allegra estaba allí, más hermosa que nunca, y lo miraba a los ojos con mil preguntas en su mirada. Él, tan débil como estaba, sólo atinó a sonreír. Alzó una mano hacia ella y acarició una de sus aterciopeladas mejillas.

—Tan hermosa.

—Lo mismo decía yo –farfulló ella, y él frunció el ceño.

—Debo estar muy enfermo, si te traje aquí con mi imaginación.

—No sé si con tu imaginación, pero sí que estoy atrapada aquí —Dun

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