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La casa Richman no era realmente una casa, era una mansión.

No demasiado grande ni ostentosa, pero sí cómoda y con signos de ser habitada.

Seguramente esta sí tenía las cien habitaciones de las que él se había burlado, y según lo que sabía, la casa era propia, no alquilada como hacían algunos millonarios famosos. Él la había reconstruido, prácticamente, luego de haberla comprado en un remate. En las revistas habían mostrado todo el proceso de reconstrucción y rediseño de aquella mansión, y si no era más grande que la suya, sí era más moderna, más práctica y pensada para una familia.

Se había anun

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