La puerta metálica se abrió, y Duncan movió levemente la cabeza huyendo de la luz. Sus ojos se habían acostumbrado a la obscuridad.
—¿Lo has entendido ahora?
Al escuchar la voz se tensó. Luego se echó a reír, sin humor.
—Tú, maldito anciano.
Haggerty dio unos pasos avanzando hacia el que en el pasado fue su pupilo. Duncan seguía en la misma posición: de rodillas, con la espalda doblada hacia el frente y la cabeza apoyada en el suelo.
—No podía ser de otro modo. Dime, ¿me habrías escuchado si te digo que Allegra nunca te engañó? ¿Que fue tan víctima como tú? ¿
La casa Richman no era realmente una casa, era una mansión.No demasiado grande ni ostentosa, pero sí cómoda y con signos de ser habitada.Seguramente esta sí tenía las cien habitaciones de las que él se había burlado, y según lo que sabía, la casa era propia, no alquilada como hacían algunos millonarios famosos. Él la había reconstruido, prácticamente, luego de haberla comprado en un remate. En las revistas habían mostrado todo el proceso de reconstrucción y rediseño de aquella mansión, y si no era más grande que la suya, sí era más moderna, más práctica y pensada para una familia.Se había anun
Duncan abrió los ojos y vio a Allegra.Oh, bien, ahora estaba delirando.Allegra estaba allí, más hermosa que nunca, y lo miraba a los ojos con mil preguntas en su mirada. Él, tan débil como estaba, sólo atinó a sonreír. Alzó una mano hacia ella y acarició una de sus aterciopeladas mejillas.—Tan hermosa.—Lo mismo decía yo –farfulló ella, y él frunció el ceño.—Debo estar muy enfermo, si te traje aquí con mi imaginación.—No sé si con tu imaginación, pero sí que estoy atrapada aquí —Dun
Allegra despertó con una extraña sensación. Había algo fuera de lugar allí, alguien la tenía abrazada, como cuando…Como cuando despertaba abrazada a Duncan.Oh, diablos, ¿qué era toda esa locura?Se movió lentamente, y se encontró con que, efectivamente, estaba abrazada a Duncan.Cerró sus ojos y recordó de golpe. Había ido hasta allí para preguntarle qué demonios buscaba con eso de devolverle la empresa a cambio de nada, para luego quedar encerrada en su habitación gracias a Nicholas. Luego descubrió que él estaba enfermo, y por tanto, en una actitud más comprensiva, y después, cediendo a su orden de dormir una sie
Cuando llegaron al video que ambos habían visto cuatro años atrás, ella se puso en pie dirigiéndose al televisor. Al ver sus intenciones, él la detuvo.—¡Ese maldito! –Exclamó Allegra en un grito de aflicción—. ¡En cuanto lo vea lo mataré! ¡Esta vez te juro que no fallaré y lo mataré!—Ya, ya. Lo encontraremos y le haremos pagar.—¡Pero mira lo que me hizo! ¡Por su culpa! ¡Por su egoísmo!Duncan la abrazó fuertemente.Ella empezó a llorar de nuevo y él no dejó de abrazarla, masajearle la espalda y consolarla. Él también sintió
—Estar enfermo es un asco –dijo Duncan, molesto, y escuchó la risa de Allegra.Estaban tirados en el piso con moqueta, abrazados, pero él estaba débil todavía.Quería con toda su alma hacerle el amor, pero entre que las drogas le producían sueño, y le dolían todos los huesos del cuerpo tanto por la paliza, como por el malestar, no había podido continuar con el juego de besos y caricias en el que Allegra lo había metido tan seductoramente.—Recupérate, y te haré el amor otra vez.—Mmmm… ¡cuánto te he extrañado!—No más que yo –él se echó a reí
Allegra despertó con un suspiro, de esos que sueltan los niños cuando se han quedado dormidos llorando.Miró alrededor y se quedó quieta; no reconocía del todo aquella habitación.—Buenos días, princesa –era la voz de Duncan. De hecho, estaba sobre él en un sofá.Se recostó de nuevo sobre su cuerpo, besando su pecho amplio a través de la camiseta que llevaba puesta. Era una lástima que él estuviera tan enfermo, pues deseaba con toda su alma desvestirlo para volver a estudiar su cuerpazo como lo había hecho hacía cuatro años.—Es real, estás aquí –susurró
Haggerty miró a la pareja muy complacido consigo mismo. Estaban sentados juntos en un mueble frente a él en su oficina de la Chrystal, y no le había pasado por alto los cuchicheos que se alzaban fuera mientras los tres hablaban. Ya una secretaria lo había interrumpido con la excusa de hacerle firmar un papel, sólo para echarle una buena ojeada a la pareja que mantenía sus manos entrelazadas.—Bueno, sabía que al final me besarías los pies –se ufanó el anciano, perfectamente seguro de que si estaban unidos de nuevo era gracias a su “gestión”, como prefería llamar al secuestro de Duncan.—No digas tanto. Me golpearon y casi me rompen los huesos, además, estuve enfermo tres días porque no tuviste la delicadeza de climatizar esa habitaci&oa
Cumpliendo su promesa, Duncan salió temprano de su oficina, o lo más temprano que pudo, y salió de inmediato en su Audi hasta su apartamento de soltero, donde se ducharía y se cambiaría de ropa para ir a verla. No era cosa de ir al encuentro con su mujer con los mismos trapos de esa mañana, y su apartamento estaba más de camino que su casa.Al llegar a la mansión Whitehurst, Boinet lo condujo a una de las terrazas de la mansión. La noche era fresca, pero el sitio era cálido gracias a una chimenea exterior. Los muebles eran de hierro forjado y cristal, lo que le daba un ambiente rústico, cálido y acogedor.—No conocía este lado –le dijo al verla. Ella llevaba una blusa negra ancha, con una V profunda en la espalda. No llevaba sostenes, wiiii…<