PRÓLOGO.
En aquella calurosa noche, víspera del día de la independencia, a altas horas de la noche, en Nueva York, en la suite residencial del Four Season, un constante repiqueo se escuchaba, seguida por una respiración calmada, allí me encontraba, redactando el informe del siguiente caso que tenía entre manos.
Ahí dónde me veis era una de las mejores abogadas de todo el país, no había más que ver el lugar en el que me encontraba, la ropa que vestía y los caprichos que me daba, para darse cuenta de que las cosas me habían ido bien en la vida.
Aun así... a pesar de tenerlo todo, aún no había encontrado a alguien con quien compartir mi vida, pero eso no me preocupaba, en lo absoluto, pues mi adicción al trabajo no me dejaba tiempo para pensar en nada más.
El sonido del teléfono, que se hallaba sobre la mesa, me hizo salir de mis pensamientos. Dejé de prestar atención a mi trabajo y miré hacia este, percatándome de que casi eran las diez y media, y llegaba tarde a la inauguración de la galería de Paul.
¡Dios! Peter iba a matarme.
Escribí un mensaje rápido, pues no quería que pensase que había vuelto a darle plantón.
"Se me ha hecho tarde con un caso, me ducho y en seguida estoy ahí. Discúlpame con Paul"
Cerré la solapa del ordenador, me di una ducha rápida, me maquillé y me puse el vestido plateado, era el que mejor me quedaba, para luego ordenar a mi chófer personal que me llevase a la galería.
Sonreí, dichosa de encontrarme en aquel lugar, con una copa de champagne en mano, saludando al responsable de aquello con una sonrisa, mientras este hablaba sobre sus obras con algunos patrocinadores. Él era bueno, el arte abstracto era bestial, y representaba los sentimientos en ello de forma sublime. Peter tenía suerte de haber encontrado un diamante en bruto como él.
Ese tipo de eventos siempre me daba sueño. O quizás fuese lo poco que había dormido durante las últimas semanas, debido a las toneladas de trabajo que mi jefe ponía sobre mis hombros, el caso es que estaba empezando a aburrirme.
- Lena Sparks – llamó Pit, justo detrás de mí, haciendo que me girase levemente para observarle – estás que echas chispas – bromeó, como de costumbre, refiriéndose por supuesto a mi apellido - ¿Por qué eres la única compañera de la oficina que viene a estos eventos?
- Quizás porque soy la única que te sigue el juego – me quejé, con una sonrisa pilla, haciéndole reír – Pero si se lo dices a alguien más... te mataré.
- Señorita Sparks, una abogada respetuosa como usted no debería decir esas cosas – bromeó, haciéndome reír – Oh, Paul reclama mi presencia – añadió, al darse cuenta de que su novio le miraba haciéndole una señal con la mano para que se acercase – seguro que quiere presentarme a aquellos peces gordos de allí.
- Disfruta – le dije, para luego darme una vuelta por el local, mientras pensaba en el pasado, en mis inicios.
Cuando abandoné mi hogar en Wisconsis, dejando atrás a una familia humilde, y mi deprimente vida para irme a estudiar Derecho a una de las más prestigiosas universidades de Nueva York, jamás pensé que terminaría haciendo las prácticas en "Lawrence and Associates" y que terminaría convirtiéndome en una de las mejores en mi gremio. No había un caso que se me resistiese, por eso mi sueldo era tan alto, y tenía tan buenos incentivos.
Se me acercaron un montón de babosos a lo largo de la velada, pero los ignoré a todos, y bebí más de la cuenta, tengo que admitir. El champagne siempre termina subiéndoseme a la cabeza si abuso de él, y termino dejando de lado a la responsable y seria Lena Spark, volviendo a convertirme en la alocada Helena Spark, una chica de las afueras.
Salí a la terraza, sintiendo la agradable brisa veraniega de la ciudad en mi rostro, observando las maravillosas vistas, central park estaba hermoso desde allí. Dejé la copa sobre el bordillo, acercándome a la barandilla, para verlo un poco mejor.
La puerta corredera se abrió, estrepitosamente, y un tipo empujó a otro al exterior, sin tan siquiera reparar en mí, agarrándole de las solapas de la camisa, para luego atraerle hasta él, de malas formas.
- Vuelve a intentarlo de nuevo y estás muerta Khol, ¿me has entendido? – le dijo, para luego soltarle de malas maneras, reparando entonces en mí. Se marchó justo después de eso, mientras el chico se colocaba bien el traje, dándose la vuelta, mientras yo volvía a poner mi atención en el maravilloso paisaje que nos rodeaba.
Se colocó junto a mí, a unos dos metros, apoyando las manos en la barandilla, observando lo mismo que yo, recuperando el aliento, mientras yo agarraba la copa de champagne y me la terminaba, dándome la vuelta, con la intención de volver a dentro a por otra.
- Lena – me llamó Pitt, al verme entrar, mientras ese chico olvidaba las ganas de hablarme y se marcha hacia uno de los camareros que servían champagne, para coger una copa - ¿dónde te habías metido? Te estaba buscando, Paul dice que ni siquiera le has saludado.
- Esta noche es su noche – reconocí – así que déjale que disfrute, ya tendremos tiempo de saludarnos mañana en el desfile, ¿no?
- Tienes razón – aseguró, para luego hacerle un guiño cariñoso a su novio - ¿no crees que está guapísimo con ese traje?
- Sí, está guapísimo – contesté, para luego levantar en alto mi copa – voy a por un poco más de champagne.
- Yo voy al baño, la comida tailandesa de la cena me ha revuelto el estómago – se quejaba – o quizás son los nervios – me encogí de hombros, agarré una nueva copa de champagne, y volví a detenerme frente a Black Horror, era un feo cuadro con manchurrones negros y pequeños óvulos amarillos, que representaban los ojos de miles de curiosos. El artista había querido representar la curiosidad de la humanidad ante los secretos. Todo el mundo quiere descubrir los secretos de los demás, y están ahí, en primera fila para descubrirlos. En realidad... era como una especie de sátira a la sociedad cotilla en la que vivíamos.
- ¿No te parece una mierda? – preguntó una voz, justo detrás de mí, con su copa en la mano, señalando hacia el cuadro. No necesité girarme, sabía exactamente quién era. Era ese chico joven de hace un momento, el de la terraza. Me sentía terriblemente mayor cuando hablaba con chicos más jóvenes, no sé si os ha pasado alguna vez – Parece que el artista estaba enfadado con el cuadro y se puso a darle golpes con la brocha – me reí ante su analogía, no pude evitarlo, pero me tapé la boca, callándome de golpe, en cuanto me di cuenta de que estaba hablando mal de un amigo – Soy...
- El artista es amigo mío – le corté, de golpe, haciendo que se muriese de vergüenza, soltando un simple "Ah", algo desubicado. Aquello me hizo incluso más gracia, pero no me reí, me parecía algo feo por mi parte.
- No lo sabía – dijo al fin, mientras yo me giraba, dejando de prestar atención al cuadro, para detenerme frente a la escultura sin cabeza. Tragó saliva, siguiendo mis pasos, secándose las manos sudadas en la chaqueta del traje – Soy Ares Khol, ¿y tú? – me giré, completamente, al escuchar su nombre – Mi madre era una fanática de los dioses griegos – se quejó. Sonreí, para luego volver a prestar atención a la escultura - ¿y tú? – insistió - ¿Cómo te llamas?
- No estoy interesada – le corté, antes de que hubiese dicho nada más, para luego abandonar ese lugar, y marcharme al otro lado, admirando "Watches" una obra repleta de ojos y diferentes números, que representaba los puntos de vista dispares de los seres humanos sobre un mismo asunto.
Eché una leve ojeada a la galería, estaba cansada y me estaba cayendo de sueño, vislumbré a Pit junto a Paul, hablando discretamente, junto al ventanal que daba a la terraza. Caminé hacia ellos, a paso decidido.
- ¿Ya te vas? – preguntó Paul, al verme. Me conocía demasiado bien – Ni siquiera me saludas y ya estás pensando en irte.
- Esta es tu noche – me quejé – disfrútala, y mañana nos vemos en el desfile – prometí, él asintió, me dio un pequeño apretón de manos para cerrar el trato y me dejó marchar, mientras mi compañero me daba un leve golpe en el hombro.
Me despedí de ellos, echándoles una última mirada, para luego caminar hacia la salida. Me detuve junto a los ascensores. Pulsando el botón, girándome al escuchar unos pasos llegar a mí. Era ese tipo. ¿Por qué no se rendía nunca? ¿No le había quedado claro aún?
Para mi sorpresa no dijo nada, ni siquiera cuando subimos al ascensor, ni cuando salimos de él al llegar a la planta de abajo, aunque eso no quiere decir que no fuese incómodo.
Busqué mi coche, de un lado a otro de la calle, pero por más que lo hacía, no podía encontrarlo. ¿Dónde se habría metido ese estúpido?
Ese tipo se encendió un cigarro, mientras esperaba a mi lado. ¿A qué estaba esperando?
Saqué el teléfono, más que dispuesta a llamar a mi chófer, dándome cuenta de que eran casi las tres de la mañana. ¡Maldición! ¿En qué momento había pasado tanto tiempo?
¡Oh!
Acababa de comprender la razón por la que mi coche no estaba allí, tenía contratado sus servicios sólo hasta la una de la mañana.
¡Maldita sea!
Una limusina se detuvo frente a él, haciendo que tirase el cigarro al suelo, y agarrase la puerta de atrás, abriéndola, para luego mirar hacia mí.
- ¿Quiere que la acerque a algún lado, señorita "No estoy interesada"? – preguntó, haciéndome sonreír, internamente. Porque estaba claro que no iba a darle el gusto a ese estúpido.
- No hace falta – le corté – llamaré un taxi.
- ¿Un taxi? – insistió, divertido – ¿en la víspera del día de la independencia? – Le miré con cara de malas pulgas, mientras él sonreía.
¡Diablos! ¡Tenía razón!
Y fin.
¿Qué les ha parecido esta primera parte?
Dejenme comentarios y así puedo saber si les gustó o no, plisss :D
Era incómodo estar allí, de camino al hotel, con él a escasos dos metros de mí, mientras miraba por la ventanilla, y deseaba llegar en la mayor brevedad posible.- Entonces... señorita "No estoy interesada", ¿va a decirme su nombre, ahora? – quiso saber, mientras yo me giraba al contestar.- No – sonrió, ante mi atrevimiento, volví a fijarme en el paisaje que se veía fuera. Estábamos cerca, a punto de llegar.- Usted es demasiado – se quejaba - ¿ni siquiera lo hará como agradecimiento? – añadía – Al fin y al cabo, le estoy haciendo el favor de acercarla a su hotel. Creo que es lo mínimo que... - me giré, observándole.- Usted lo ha dicho, es un favor – le corté – los favores no se echan a la cara – sonrió, divertido.- Un nombre, no es como si le estuviese pidiendo una cita ni nada – se quejó – tampoco es como si fuésemos a volver a vernos – pensé en ello, tenía razón.El auto se detuvo frente al hotel. Abrí la puerta, puse un pie fuera y luego miré hacia él, sabía perfectamente cuál i
Me encantan como quedan los vestidos plateados en mi piel morena, así que... como era de esperar, esa noche también llevaba uno. Llevaba el cabello suelo, ondulado, y un ahumado en negro. Iba preciosa esa noche, lástima que no hubiese fotógrafos para corroborarlo.Por supuesto no conocía a la mayoría de los vecinos del edificio, la gente rica somos bastante reservada, y no solemos socializar demasiado. Así que ni siquiera saludé a nadie.Agarré una copa de vino, de las bandejas de uno de los camareros y me di un paseo por el lugar. La disposición era muy parecida a la mía, aunque... quizás la diferencia estaba en la cocina, ellos la tenían cerrada con una cristalera, una mesa con sillas justo donde yo tenía el piano, y en vez de un sofá, pubs en el suelo al estilo bohemio. La terraza la habían cerrado, convirtiéndola en una sala de eventos enorme, y en lugar de tener una escalera de caracol para subir a la planta de arriba, era una de material, que quedaba bastante tosca con la decorac
Me sentía como una idiota redomada, quizás por eso olvidé la idea de buscar al bombón y me dirigí hacia casa. Era momento de poner los pies sobre la tierra, y dejar de hacer el imbécil.Doblé a la izquierda, y seguí avanzando hacia la puerta de mi casa. Y entonces le vi, estaba allí, de pie, junto a mi puerta, descansando la espalda sobre la pared, con las manos metidas en los bolsillos, levantando la vista en cuanto me vio aparecer, dedicándome una sonrisa justo después.¡Mierda! Se suponía que eso no estaba bien. Pero al ver su mirada y como subía la comisura de sus labios... me olvidé de todo.Caminé hacia él, con elegancia, abrí la puerta, mientras él hablaba.- Ya pensé que te habías arrepentido – se quejó. Entré en mi casa, y luego tiré de su corbata, atrayéndola hacia dentro, lanzándole contra la pared, haciéndole sonreír, divertido. Me eché sobre él y me lancé a besarle, con desesperación.- No hables – pedí, para luego comenzar a quitarle la corbata, abriéndole los botones de
Mi cuerpo empezó a despertarse, aunque mi mente aún estaba en el séptimo cielo. Giré la cabeza, varias veces, y me rasqué la nariz, antes de abrir los ojos, encontrándome allí, en mi cama, completamente sola, volviendo poco a poco a la realidad.Anoche. Fiesta de inauguración. Chico joven. Sexo desenfrenado.Me senté en la cama, de golpe, llevándome las manos a la boca, horrorizada.Pero ... ¿Qué demonios hice anoche?Miré hacia mi alrededor, ese chico no estaba, era más que obvio que se había ido, tras una noche movidita. Sonreí, al pensar en ello. Pero me puse seria, al darme cuento de lo loco que parecía todo.¡Mierda!Pero... ¿qué hora era?Miré hacia el reloj, y por poco no me caigo del susto. ¡Maldita sea! Llegaba tarde.Me levanté de la cama, con rapidez, me vestí, cogí el maletín y corrí al ascensor.Tenía un día repleto de trabajo, no podía simplemente llegar tarde.- Su café, señorita Spark – me anunció Karl en cuanto entré al auto. Lo agarré y me lo comencé a tomar, de camin
Aquel día salí temprano del trabajo, al fin había terminado de preparar el caso del despido improcedente, tan sólo me quedaba tranquilizar a mi cliente, y eso era algo que se me daba muy bien. Así que me despedí de Lucy, y le rogué que me avisase si había alguna novedad en la oficina. Me marché a casa, me di una ducha de agua tibia, hice un poco de meditación en el salón y me serví una copa de vino, mientras comenzaba a examinar las declaraciones del caso de asesinato involuntario.Me tumbé sobre la cama, y seguí con ello, dándome cuenta en seguida, las versiones de dos de los testigos no cuadraban con la declaración del presunto culpable.¡Qué extraño!- Lucy – llamé a mi asistente, después de haber marcado su número – necesito que me busques en el archivo información sobre el caso que Charles me ha encargado, sobre el asesinato involuntario, quiero saber quién fue el policía que los interrogó.- Claro, te lo paso todo por email, en cuanto lo localice – me informó. Asentí, y colgué el
Aquel jueves por la noche, ni siquiera podía pensar en lo duro que había sido el trabajo, o en lo mucho que me dolían los pies unas horas antes, tan sólo podía gemir, como una m*****a posesa, mientras él pasaba su cálida lengua por todo mi cuerpo, encendiendo mi cuerpo, llegando a un punto de locura inimaginable.Lamió mis pezones, por enésima vez, y subió un poco más, hasta llegar a mi cuello, a mi boca, besándome con desesperación.Le agarré del pelo, tirando hacia atrás, separándole de mi boca, para luego empujarle contra la pared, haciéndole sonreír, divertido, apoyándome en su torso desnudo, guiñándole un ojo, lamiendo su barba, haciéndole sonreír, divertido.- Eres una gatita muy traviesa – me dijo, justo cuando mordí su pezón, haciéndole gemir. Sonreí, seductora.- ¿Quieres ver lo traviesa que puedo llegar a ser? – contesté, para luego bajarle los pantalones sin previo aviso, sorprendiéndole, de lleno.- No – negó, justo cuando me la metí en la boca, haciéndome estremecer - ¡Jod
Aquí el capítulo de hoy. Espero que les guste :DYa me contarán jejejeCapítulo 7 – Miradas fugaces.No volvimos a quedarnos a solas el resto de la noche, nos evitábamos, mientras hablábamos con los invitados de la fiesta, aunque nos lanzábamos miradas fugaces de vez en cuando, que retirábamos en cuanto sentíamos la del otro.¡Por Dios! Aquella loca situación me estaba matando.Él era el hijo del nuevo socio del bufete, tenía que cortar aquella estupidez en seguida, no podía seguir acostándome con él.- Nena – se quejó Pit - ¿me estás escuchando? – Era obvio que no lo hacía, eso lo sabéis, ¿no? Miré hacia él, algo desorientada – Digo que el hijo del nuevo socio está tremendo, ¿no crees?- Sí... No... ¿Qué? – ni siquiera sabía que decir, él sonrió, divertido, para luego acercar su rostro al mío.- Lo digo porque no has dejado de mirarle desde que ha llegado – bromeó, le miré con cara de malas pulgas – No te pongas así mujer. Está como quiere el niño, y para un par de polvos no importa l
Nos dimos una ducha a las ocho de la mañana, justo cuando estábamos exhaustos de tanto sexo, por separado. Me puse el camisón, justo en el momento en el que él salía de la ducha, secándose la cabeza con la toalla, llegando hasta mí.La forma en la que me miró me encendió completamente. Ese hombre me volvía loca, no sabéis hasta qué punto.Se dio la vuelta, se colocó los calzoncillos, los pantalones, los calcetines, y justo se anudaba los zapatos, sentado en la cama, cuando yo llegué hasta él, le agarré del pelo y le besé, con desesperación, pero para mi sorpresa, él me detuvo.- Tengo que irme – me cortó. Me eché un poco hacia atrás, observándole, seguía colocándose los zapatos, sin tan siquiera mirarme – tengo cosas que hacer, Lena.- ¿Qué cosas? – me quejé, odiaba que después del sexo se fuese de esa manera, como si aquello sólo fuese... ¿Qué esperaba? Aquello sólo era sexo. Justo era lo que buscaba en él, entonces... ¿por qué me decepcionaba con aquello?Se puso en pie, divertido, m