Me cambié varias veces de vestido, de peinado, e incluso me tomé varias copas de vino, pero por más que miraba hacia la puerta, el timbre no sonaba.¿Dónde demonios se había metido?Miré hacia el teléfono, eran casi las doce y media.No tenía ni un solo mensaje suyo, y no estaba en línea desde las nueve de la noche.¡Joder!Debía haberme vuelto loca, ¿cómo podía estar esperando por un niño?Me eché un par de copas más de vino, pero terminé agarrando la botella, a las una y media, cuando perdí toda esperanza de verle aparecer por la puerta. Di un par de sorbos, directamente a morro, y luego ladeé la cabeza hacia el piano que recién me habían traído en la mañana. Sonreí, con malicia, dejé la botella medio vacía en la encimera de la cocina, bajé la cremallera de mi vestido y me lo quité, las bragas, el sujetador, sintiendo como mis cabellos rozaban mis pechos, caminando hacia el piano.- No te necesito para esto – dije, ante el silencio de mi casa, mientras me sentaba en el taburete, comp
Mi cuerpo ardía en llamas, en aquel pequeño habitáculo, en aquel coche, siendo arañada por su barba, mordida por su boca, y lamida por su lengua. Cada parte de mi cuerpo era recorrida por sus manos, que se aferraban a mí, como si no estuviesen preparadas para dejarme escapar, como si aquello fuese el infierno y él un demonio con ojos azules.Sus ojos me penetraron, dejándome aún más desnuda de lo que ya estaba, mientras los gemidos salían por mi boca, y él me guiaba, apretándome la cintura, para que no dejase de hacerle aquello.Nuestros cuerpos sudados se dejaban de llevar por el placer del momento, haciéndome llegar al más pleno éxtasis, os lo aseguro, estaba a punto de sentir las convulsiones.Le observé, quedándome con ese momento, es más si hubiese podido elegir un solo momento con el que quedarme, hubiese sido aquel. Estaba debajo de mí, gimiendo entrecortadamente, con el rostro empapado en sudor, con la mirada fija en mí. Me mordí el labio, recordando las palabras que me dijo an
Me quedé dormida en el sofá, sin tan siquiera subir a mi habitación, después de llorar a lágrima viva durante horas. Por eso aquel día tenía ojeras, y muy pocas ganas de asistir a reuniones. Pero a veces la vida es así, uno tiene responsabilidades y no puede mandarlo todo al traste porque no se siente preparada para enfrentarse a la realidad.Saqué mi mejor sonrisa, y una de mis caretas, y me convertí en esa abogada que admiraba. Charles no quería darme nuevos casos, así que después del caso del señor Prado, que había sido acusada injustamente de asesinato, me tomaría unas más merecidas vacaciones.- Que mal aspecto tienes – dijo Peter, a la hora del almuerzo, en la cafetería, mientras yo me fijaba en mi ensalada de pasta, sin tan siquiera contestarle - ¿Anoche saliste? ¡Estás irreconocible últimamente!- ¿A qué hora tienes tu última reunión? – quise saber – Te irás directamente ¿no? ¿o Paul viene por ti?- Me iré directamente, Charles me ha dejado salir antes – aseguraba - ¿no crees q
Estaba sentada en el sofá, sin saber qué decir, después de que él me hubiese contado sus desastrosas relaciones con las chicas. Ellas solían alejarse de él en cuanto veían su aparato, y no era para menos, era grande, incluso yo me sorprendí la primera vez. Pero una vez que lo pruebas... le pierdes el miedo.Apoyó sus codos en sus rodillas, frustrado, justo cuando yo entrelazaba mi mano con la suya. Me miró, sorprendido.- No soy buena en las relaciones – le dije, sin atreverme a mirarle – no soy demasiado cariñosa, odio las demostraciones de cariño en la calle, y suelo ir muy a mi bola. Los tíos odian eso – sonrió, agradecido de que le estuviese hablando de mí – no suelo intimar porque no me gusta sentirme usada. Algunos chicos cuando terminan de ... - me detuve, algo tímida – se visten y se van, me hace sentir... sucia.- ¿Te hice sentir sucia, alguna vez? – quiso saber. Volví a mirar hacia esos preciosos ojos azules antes de continuar.- Tú no, siempre me dabas un beso en los labios
Pedí algo al chino para comer, justo después de salir de ducha, después de una mañana de sexo intenso, con ese chico que me hacía temblar. Debía dejar de negármelo a mí misma, no quería dejar de hacer aquello, y ... quería saber más sobre él.- ¿Vives con tu padre? – pregunté, tan pronto como me acordé de que Alexander vivía justo al lado. Él negó con la cabeza, colocándose los calzoncillos, mirando hacia mí, divertido.- Vivo en un hotel – me explicó – la relación con mi padre no es buena.- ¿y tu madre? – quise saber.- Te lo estás tomando en serio ¿no? – bromeó – Lo de hablar sobre nosotros – Sonreí, para luego darle un golpe en el brazo, haciéndole reír, divertido – Mi madre no vive en Nueva York.- ¿Vives sólo en un hotel? – pregunté, sin poder entender su decisión – Podrías...- Vivir sólo me da mucha libertad – se quejó – no tengo que dar explicaciones a nadie sobre la hora a la que llego, ni sobre dónde estoy – entendía perfectamente su punto de vista, pero aun así...- ¿No te
Caminábamos, el uno junto al otro, hacia su auto, en el más pulcro silencio. Sonreí, con melancolía, al darme cuenta de que él ya no parecía tener interés en mí, en aquel momento estaba más preocupado por volver a ver al a chica de hace un momento.La puerta del restaurante que había un par de metros más abajo se abrió y un grupo de trajeados salió de él, entre ellos un hombre que se me quedó mirando, al que ni siquiera vi.- ¿Lena? – Me llamó, haciendo que mirase hacia él, despreocupada, olvidándome por un momento de la frustración que sentía en aquel momento y me fijase sólo en él - ¿Lena Sparks? ¿Eres tú?Le miré con incredulidad. No tenía ni idea de quién era. No suelo fijarme demasiado en los hombres, siempre tengo cosas más importantes en la cabeza. Pero ese tipo debía conocerme ¿no? ¿Cómo si no sabía mi nombre?Era un chico muy guapo, tendría más o menos mi edad, tenía el cabello castaño, ojos verdes, barba, era delgado, y musculoso.- ¿No te acuerdas? – negué con la cabeza, un
Lo primero que hice esa mañana, antes de ir a trabajar, fue pasarme por el centro comercial a comprar un teléfono nuevo, porque el mío murió la noche anterior. Fue entonces cuando me di cuenta, de que era un verdadero bulto con patas en aquello de las tecnologías, había perdido absolutamente todos los contactos y las fotos, porque no recordaba la contraseña de la nube.- No te preocupes – me calmó Charles, en cuanto le expuse lo sucedido – te pasaré luego al correo todos los contactos que tienes que tener en la agenda.- Muchísimas gracias – agradecí – no sé qué haría sin ti – él sonrió, para luego guiñarme un ojo, justo como solía hacer, justo cuando Victoria entraba a su despacho, mirándome con cara de malas pulgas.- Necesito que firmes esto – le dijo hacia él, dejando un dosier sobre su mesa - ¿puedes dejarnos a solas, Lena? – asentí, y me marché sin decir nada más, justo cuando la escuchaba reclamarle a él - ¡No me gusta que tontees así con ella!- No estoy tonteando, sólo son bro
Salí al pasillo, contorneando mi cuerpo al andar, atravesé este y llegué al bar, donde Will se tomaba la copa. Sonrió hacia mí, al verme aparecer, y yo no pude evitar sentirme bien.Me senté en nuestra mesa, frente a él, dejando el bolso en la silla, para luego volver a mirarle.- ¿Ha ido todo bien ahí dentro? – bromeó. Sonreí, asentí, y le hice una señal al camarero para que me trajese otro trago – has tardado más de lo normal.- Todo ha ido genial – aseguré, apoyando los codos en la mesa, algo mareada - ¿deberíamos dejar de beber?- ¿Ya? – se quejó él, haciéndome reír, durante unos minutos – había pensado llevarte a un lugar luego.- ¿Al restaurante de tu hermano? – pregunté, él puso cara de sorpresa.- ¿Cómo lo has sabido? – me encogí de hombros.- Supongo que... porque siempre que bebemos acabamos allí – contesté, sin más, haciéndole sonreír.- Entonces... ¿te apetece? – puso esa cara característica suya, que tanto me gustaba en antaño, esa que me hacía cometer locuras – o prefiere