Lo primero que hice esa mañana, antes de ir a trabajar, fue pasarme por el centro comercial a comprar un teléfono nuevo, porque el mío murió la noche anterior. Fue entonces cuando me di cuenta, de que era un verdadero bulto con patas en aquello de las tecnologías, había perdido absolutamente todos los contactos y las fotos, porque no recordaba la contraseña de la nube.- No te preocupes – me calmó Charles, en cuanto le expuse lo sucedido – te pasaré luego al correo todos los contactos que tienes que tener en la agenda.- Muchísimas gracias – agradecí – no sé qué haría sin ti – él sonrió, para luego guiñarme un ojo, justo como solía hacer, justo cuando Victoria entraba a su despacho, mirándome con cara de malas pulgas.- Necesito que firmes esto – le dijo hacia él, dejando un dosier sobre su mesa - ¿puedes dejarnos a solas, Lena? – asentí, y me marché sin decir nada más, justo cuando la escuchaba reclamarle a él - ¡No me gusta que tontees así con ella!- No estoy tonteando, sólo son bro
Salí al pasillo, contorneando mi cuerpo al andar, atravesé este y llegué al bar, donde Will se tomaba la copa. Sonrió hacia mí, al verme aparecer, y yo no pude evitar sentirme bien.Me senté en nuestra mesa, frente a él, dejando el bolso en la silla, para luego volver a mirarle.- ¿Ha ido todo bien ahí dentro? – bromeó. Sonreí, asentí, y le hice una señal al camarero para que me trajese otro trago – has tardado más de lo normal.- Todo ha ido genial – aseguré, apoyando los codos en la mesa, algo mareada - ¿deberíamos dejar de beber?- ¿Ya? – se quejó él, haciéndome reír, durante unos minutos – había pensado llevarte a un lugar luego.- ¿Al restaurante de tu hermano? – pregunté, él puso cara de sorpresa.- ¿Cómo lo has sabido? – me encogí de hombros.- Supongo que... porque siempre que bebemos acabamos allí – contesté, sin más, haciéndole sonreír.- Entonces... ¿te apetece? – puso esa cara característica suya, que tanto me gustaba en antaño, esa que me hacía cometer locuras – o prefiere
Se me pegaron las sábanas aquella mañana, había tenido un sueño maravilloso en el que volvía a estar en casa, rodeada de papá, mamá y hasta el insoportable de mi hermano. Quizás aquello era una señal, quizás debía ir a visitarlos.Abrí los ojos, y lo primero que descubrí fue a Will, a mi lado.- No ha pasado nada – me calmó, antes de que hubiese pensando en ello si quiera – no soy del tipo que se aproveche de mujeres borrachas – se quejó. Sonreí, y le di un beso en la mejilla. Él era todo un encanto.Hice memoria, y recordé que la noche anterior habíamos terminado en su casa, bebiendo sin parar, contándonos anécdotas de cuando estábamos en la universidad, hasta que me quedé dormida en su sofá, hablando sobre hombres, con él besando mi frente.- La bebida es horrible – dije en mi defensa – no pienso volver a beber – rio, como si no pudiese creerme – lo digo en serio...- ¿Necesitas que te acerque al trabajo? – asentí – quedemos luego a tomar un café, ¿te apetece? – asentí, porque lo cie
¡Joder!Casi había olvidado lo que se sentía al ser tomada por él. Era demasiado placentero, no quería dejar de hacer aquello jamás, por muy capullo que fuese.Por si os interesa saberlo, estábamos teniendo sexo por quinta vez aquella noche. En aquella ocasión en mi cama.Justo iba a llegar a la locura, cuando él se detuvo, derramándose sobre la colcha de amapolas, gimiendo como un condenado. Miró hacia mí, tumbándose a mi lado, besando mi mejilla.- No quiero que dejemos esto ... - comenzó, haciendo que me girase para mirarle, mientras él acariciaba mi mejilla, sujetando un par de cabellos de mi flequillo detrás de mi oreja. Tragó saliva, antes de decir algo más – ... me da igual si es sólo sexo, o si es algo más – No dije nada, sólo le miré, mientras levantaba la mano, apoyando mi cabeza sobre mi brazo, logrando que él hiciese lo mismo, para luego buscar mi mano, entrelazándola con la suya. Sonreí – siento las tonterías que dije el otro día para intentar retenerte, Lena...- ¿Por qué
Tienes que ir a trabajar – resonaba en mi cabeza – No quiero ir a trabajar – repetía yo. Una y otra vez, como en un maldito bucle, mientras apretaba la cabeza contra la almohada, escuchando sus gemidos, al mismo tiempo que su cuerpo se echaba sobre el mío, con su miembro clavándose dentro, apretándome cada vez más al colchón.Sus labios mordieron los míos, sin dejar de hacerme aquello, llevándome a la más completa locura.- Deberías irte ya – dijo, entre jadeos, sin detenerse ni un poco – deberíamos parar.- No – contradije, mientras apretaba su trasero, para que no se detuviese, para que siguiese haciéndome aquello – no pares...- Tienes que ir a trabajar – añadió. Cada vez le costaba más hacerme aquello, sabía que quería hacer crecer el ritmo, que estaba a punto, pero, aun así, se resistía, porque quería hacerme disfrutar – tengo que ir a la universidad.- ¿Cuándo has crecido? – me quejé – Tú eres ahora el que tiene 35 y yo tengo 24 – bromeé, haciéndole sonreír, justo cuando apretó l
Estaba sentada en su salón, en el sofá, completamente desnuda, pues acabábamos de hacerlo por... había perdido la cuenta, la verdad. Me sujetaba la cabeza con la mano, mientras le observaba allí, con la mirada puesta en la mía, entrelazando nuestros dedos, con una sonrisa en su rostro, siguiendo mis pasos, colocando la cabeza sobre su brazo, lamiéndose los labios después.- Así que... - comenzó, con aquella voz provocadora que me volvía loca – Cuba, ¿no? – asentí, mientras él tiraba de mi mano para acercarme a él, haciendo que me escurriese por el sofá, hasta que encajamos perfectamente, entrelazando las piernas a su espalda, con él haciendo justo lo mismo. Acarició, mi barbilla, mirando hacia ese punto, sonriendo después – Vas a cambiarme por un cubano, ¿es eso? – rompí a reír, mientras él conducía su mano a mi cuello, y se quedaba allí, observándome – Puede que la tengan más grande, pero ... te aseguro que ellos no son como yo – sonreí, para luego apoyar la mano en su cuello, subiend
¡Dios! ¡Estaba muerta de sueño! ¡No había pegado ojo en toda la noche!Pero allí estaba, con mis gafas de sol, ocultando mis más que pronunciadas ojeras, ignorando los miles de llamadas perdidas que tenía de aquel niñato. Al que por supuesto volví a cambiarle el móvil en la agenda.Me despedí de la maleta y caminé hacia el avión. Tener dinero es maravilloso, ir en primera clase, poder pedir una copa de champagne para brindar por mi primer viaje en solitario, dejando todos mis pensamientos en Nueva York, no quería volver a pensar en toda esa m****a.Llegué al aeropuerto de José Martí en tan sólo unas horas, al fin y al cabo, Cuba no está lejos de Nueva York.Me hospedé en un apartamento en el barrio de Miramar, una de las zonas más adineradas de la ciudad, me puse algo cómodo y me marché a hacer un poco de turismo, ni siquiera deshice la maleta, tan sólo quería disfrutar del lugar, y olvidarme de todo lo demás.Era agradable pasear por aquellas calles repletas de niños jugando como si e
Seguíamos allí.En ese puto lugar, mirándonos, como si el tiempo acabase de detenerse, él seguía mirando hacia mí, tocándose la coronilla, algo decepcionado, resoplando, molesto.Justo iba a hablar para explicar ese malentendido, justo iba a explicarle que no era lo que estaba pensando, cuando Diego se me adelantó.- ¿Eres el novio? – preguntó, haciendo que por poco no me diese un maldito infarto allí mismo. ¡¿Qué coño...?! ¿Pero cómo se le ocurría decir algo como aquello? – No pienses cosas raras, tío – añadió, mientras Ares bajaba la mano, y se fijaba de nuevo en mí, relajando sus facciones, comenzando a ensanchar su sonrisa, mientras Diego seguía hablando – Sólo estoy aquí porque... hemos ido al Castillo del Morro y ha sudado mucho, y claro... - se abanicó un poco, algo nervioso, porque parecía que lo que estaba diciendo quizás podría malinterpretarse. Él no lo hacía, en lo absoluto, estaba pensando algo erróneo, pero no tenía nada que ver con que hubiese algo entre Diego y yo. No q