Le besaba apasionadamente, estábamos sudados y eso que acabábamos de ducharnos, era el maldito calor de la ciudad. Nuestros cuerpos estaban desnudos, sentada, sobre él, sin la menor intención de detenerme, pensé en algo que acababa de llegar a mi mente. El alcohol me hace preguntar idioteces, diré en mi defensa.- ¿Cómo fue la visita de los locales? – pregunté, él sonrió, divertido. Levantó la mano y acarició mis labios.- No creo que sea un buen momento para hablar ahora, Lena – me dijo, lanzándose sin más hacia mis labios.- Quiero hablar ahora – me quejé. Estaba muy borracha, por si lo dudabais. Sonrió, justo antes de contestar.- Fue bien – contestó, secamente.- ¿Encontraste alguno que...?- No – añadió, para luego lanzarse a mis labios, volviendo a besarme, respondiendo entre besos, como si fuese incapaz de estar lejos de mí – no había nada interesante allí – aseguró, apretando mi trasero con su mano libre, bajando la otra para apretar mi pecho, haciéndome estremecer – no podía c
Desayunamos cualquier cosa de camino al Hotel Saratoga, donde pudimos apreciar las maravillosas vistas del Capitolio, para luego tomar una bici-taxi y recorrer la bonita avenida de Carlos III, llena de comercios, carteles, viejos cines y sin dejar de hacer fotos. Aquello era una pasada, no podía dejar de sonreír, incluso me dolía la boca de hacerlo, y cada vez que miraba a mi lado, veía a ese chico de ojos azules que me traía loca.Terminamos almorzando en el balcón del Paladar de los Mercaderes, un lugar de ensueño, en el que parece que no ha pasado el tiempo, con él haciendo bromas sobre el menú, y yo destornillándome de la risa.Después nos pasamos por el Edificio Bacardí, el Teatro Fausto y el Teatro América, entre otros lugares interesantes.Y terminamos allí, en El Malecón, observando el bonito atardecer, unas vistas dignas de reyes, mientras los pescadores habaneros hacían su labor, de fondo, escuchando una bonita canción de los músicos callejeros, mientras los niños cubanos sal
Estaba remoloneando en la cama. No quería levantarme aún, enfrentarme a la realidad, aún me sentía demasiado bien allí, con él observándome, justo después de haber pasado una noche intensa de sexo, con el hombre más sexy del mundo, el insaciable demonio de ojos azules, así solía llamarle.Me guiñó un ojo justo cuando rasqué mi mano con su barbilla, haciéndome sonreír.Íbamos a perder el día si seguíamos así, pero no me cansaba de mirarle, era imposible hacerlo.Acaricié su cabello, mientras él volvía a sonreír, y yo me fijaba en sus labios, acercando mi rostro al suyo, besándole, calmadamente.- Deberíamos levantarnos ya, nos va a coger caravana, además de que tenemos que dejar el apartamento a las doce – asentí, porque tenía razón, pero estaba demasiado cómoda, quería seguir allí mucho más tiempo – hoy es el día en el que podré ver ese bonito cuerpo que tienes al sol – bromeó, haciéndome reír, durante un buen rato. Se levantó, y me guiñó un ojo, para luego sacar la maleta del ropero y
Abrí la puerta, sorprendiéndole, saliendo del baño, mientras él me seguía, con la mirada, dándose cuenta de que me había puesto el albornoz. Ni siquiera le miré, caminé hacia la cama y me senté en ella, alargando la mano para abrir la maleta. Saqué unas bragas y me las coloqué, mientras él se sentaba a mi lado, y yo ponía todo de mi parte por no derrumbarme, no podía, admitir que me había afectado, o que sentía algo por él, no podía hacerlo. Confiar en alguien más, eso no entraba dentro de mis prioridades.- Lena... no es lo que piensas... - ¿por qué él seguía insistiendo en darme explicaciones, si yo no quería escucharlas?- Debes de estar acostumbrado a esto, ¿no? – pregunté, molesta conmigo misma por estar actuando de esa manera frente a él, yo no era así, en lo absoluto. Siempre me quedaba callada cuando las cosas me molestaban, ignoraba todo y a todos, y me centraba sólo en mi vida. ¿Por qué con él no podía hacerlo?- No es cómo si sólo salga con mujeres de tu edad – se quejó, aga
Caminaba sin ánimos por hacerlo, arrastrando los pies, mirando hacia abajo, dándome cuenta de la situación.¡Oh Dios Mío!¡Quería morir de vergüenza!Había bajado a la recepción en bragas, con tan sólo esa camiseta.¡Por Dios!¿Cómo podía ese hombre haberme vuelto tan loca?Levanté la vista, justo cuando le vi allí, frente a la puerta, con mis sandalias en la mano. Golpeó la puerta nuevamente, un poco más. Chasqueó la lengua, molesto, para luego girar la cabeza, encontrándome allí, sorprendiéndose.Me relajé, todo mi cuerpo lo hizo en cuándo le vi.- ¿Se puede saber de dónde vienes? – se quejó, fijándose en que ni siquiera llevaba chanclas.- He ido a decirles a los de recepción que me subieran la cena – mentí, era obvio que no iba a decirle la verdad, ni por asomo.- ¿En bragas? ¿y sin chanclas? – me encogí de hombros, sin darle importancia, deteniéndome a su lado, mirando hacia la puerta, cayendo en la cuenta de que tampoco había cogido la llave de la habitación.¿En serio Lena? ¿Qué
Acariciaba sus cabellos, con una sonrisa en mi rostro, acababa de despertar aquella mañana, y ver aquel bello paisaje, me hacía feliz, como jamás pensé llegar a sentirme jamás, no de esa forma tan sana.- ¿Vas a ir a ver a tus padres a Wisconsin cuando vuelvas? - ¿Cómo podía saberlo? Era increíble, siempre estaba dentro de mi cabeza. Asentí, despacio – Yo también estoy pensando en pasarme a ver a mi madre, hace tiempo que no hablamos y ... la echo de menos.- Estás muy unido a ella – me percaté - ¿Es cómo tú? Descríbemela.- ¿a mi madre? – preguntó, sorprendido. Asentí, mientras él se quedaba pensando en ella, un momento – Mmm... se parece a mí. Es rubia, ojos azules, un bombón de los que ya no quedan – reí a carcajadas. Me encantaban sus bromas – pero en la personalidad soy más como mi padre, por eso chocamos tanto. Los dos somos muy cabezones.- Al contrario que yo – contesté – de físico soy igualita a mi padre con peluca – rompió a reír, durante un buen rato – y de forma de ser, tam
Hablaba con Piter, al día siguiente, en la cafetería que había frente a la oficina, el muy pesado quería contarme todos los cotilleos de la oficina, en mi ausencia, y no podía siquiera esperarse.- Y entonces entró Alexander – me explicaba – y pilló a Marks con Susane, poniéndola mirando para cuenca, en su oficina – estaba escandalizado, yo la verdad que no le di mucha importancia, en aquel momento, me parecía mucho más escandaloso lo mío con Ares – Nena, ¿me estás escuchando? – Miré hacia él, y asentí – Alexander puso el grito en el cielo, y ha prescindido el contrato con el bufete – aquello si me impacto. Abrí la boca, y me llevé la mano a la boca – Le ha dicho a Charles, que no piensa volver hasta que ese degenerado no abandone las instalaciones.- ¡Ja! Cómo si él fuese mejor que Mark – me quejé, haciendo que Pit me mirase algo sorprendido, pues yo no solía hablar así de los jefes – Si se enrolló con su colega de 20 años menos y abandonó a su mujer por ella...- ¡Joder! ¡Vaya tela c
Tenía los ojos cerrados, mientras sentía sus caricias en mi rostro, y escuchaba música de fondo, de la televisión que estaba puesta.- ¿Duermes? – preguntó. No contesté - ¿Sería una locura si quiero que vengas conmigo a casa? – preguntó – Quiero presentarte a mi madre, pero al mismo tiempo estoy aterrado, porque no quiero que tengas problemas en el bufete, por mi culpa.Acerqué mi boca a la suya, aún con ojos cerrados, besándole, antes de contestar.- Iré contigo a tu casa, si tu vienes conmigo a la mía – dije, casi sin pensar, abriendo los ojos de golpe, tan pronto como lo escuché. Él rompió a reír, durante un buen rato.- ¿Ya no tienes miedo de que la sociedad se entere de esto? – quiso saber. Asentí. Tenía miedo. Por supuesto que lo tenía.- Tengo miedo – admití, cerrando los ojos, volviendo a abrirlos lentamente.- Seré cauto – me calmó. Sonreí, porque él usaba palabras demasiado difíciles para alguien de su edad – no dejaré que nadie se entere.- ¿Sabes qué es lo que me da aún más