Estaba sentada en el sofá, sin saber qué decir, después de que él me hubiese contado sus desastrosas relaciones con las chicas. Ellas solían alejarse de él en cuanto veían su aparato, y no era para menos, era grande, incluso yo me sorprendí la primera vez. Pero una vez que lo pruebas... le pierdes el miedo.Apoyó sus codos en sus rodillas, frustrado, justo cuando yo entrelazaba mi mano con la suya. Me miró, sorprendido.- No soy buena en las relaciones – le dije, sin atreverme a mirarle – no soy demasiado cariñosa, odio las demostraciones de cariño en la calle, y suelo ir muy a mi bola. Los tíos odian eso – sonrió, agradecido de que le estuviese hablando de mí – no suelo intimar porque no me gusta sentirme usada. Algunos chicos cuando terminan de ... - me detuve, algo tímida – se visten y se van, me hace sentir... sucia.- ¿Te hice sentir sucia, alguna vez? – quiso saber. Volví a mirar hacia esos preciosos ojos azules antes de continuar.- Tú no, siempre me dabas un beso en los labios
Pedí algo al chino para comer, justo después de salir de ducha, después de una mañana de sexo intenso, con ese chico que me hacía temblar. Debía dejar de negármelo a mí misma, no quería dejar de hacer aquello, y ... quería saber más sobre él.- ¿Vives con tu padre? – pregunté, tan pronto como me acordé de que Alexander vivía justo al lado. Él negó con la cabeza, colocándose los calzoncillos, mirando hacia mí, divertido.- Vivo en un hotel – me explicó – la relación con mi padre no es buena.- ¿y tu madre? – quise saber.- Te lo estás tomando en serio ¿no? – bromeó – Lo de hablar sobre nosotros – Sonreí, para luego darle un golpe en el brazo, haciéndole reír, divertido – Mi madre no vive en Nueva York.- ¿Vives sólo en un hotel? – pregunté, sin poder entender su decisión – Podrías...- Vivir sólo me da mucha libertad – se quejó – no tengo que dar explicaciones a nadie sobre la hora a la que llego, ni sobre dónde estoy – entendía perfectamente su punto de vista, pero aun así...- ¿No te
Caminábamos, el uno junto al otro, hacia su auto, en el más pulcro silencio. Sonreí, con melancolía, al darme cuenta de que él ya no parecía tener interés en mí, en aquel momento estaba más preocupado por volver a ver al a chica de hace un momento.La puerta del restaurante que había un par de metros más abajo se abrió y un grupo de trajeados salió de él, entre ellos un hombre que se me quedó mirando, al que ni siquiera vi.- ¿Lena? – Me llamó, haciendo que mirase hacia él, despreocupada, olvidándome por un momento de la frustración que sentía en aquel momento y me fijase sólo en él - ¿Lena Sparks? ¿Eres tú?Le miré con incredulidad. No tenía ni idea de quién era. No suelo fijarme demasiado en los hombres, siempre tengo cosas más importantes en la cabeza. Pero ese tipo debía conocerme ¿no? ¿Cómo si no sabía mi nombre?Era un chico muy guapo, tendría más o menos mi edad, tenía el cabello castaño, ojos verdes, barba, era delgado, y musculoso.- ¿No te acuerdas? – negué con la cabeza, un
Lo primero que hice esa mañana, antes de ir a trabajar, fue pasarme por el centro comercial a comprar un teléfono nuevo, porque el mío murió la noche anterior. Fue entonces cuando me di cuenta, de que era un verdadero bulto con patas en aquello de las tecnologías, había perdido absolutamente todos los contactos y las fotos, porque no recordaba la contraseña de la nube.- No te preocupes – me calmó Charles, en cuanto le expuse lo sucedido – te pasaré luego al correo todos los contactos que tienes que tener en la agenda.- Muchísimas gracias – agradecí – no sé qué haría sin ti – él sonrió, para luego guiñarme un ojo, justo como solía hacer, justo cuando Victoria entraba a su despacho, mirándome con cara de malas pulgas.- Necesito que firmes esto – le dijo hacia él, dejando un dosier sobre su mesa - ¿puedes dejarnos a solas, Lena? – asentí, y me marché sin decir nada más, justo cuando la escuchaba reclamarle a él - ¡No me gusta que tontees así con ella!- No estoy tonteando, sólo son bro
Salí al pasillo, contorneando mi cuerpo al andar, atravesé este y llegué al bar, donde Will se tomaba la copa. Sonrió hacia mí, al verme aparecer, y yo no pude evitar sentirme bien.Me senté en nuestra mesa, frente a él, dejando el bolso en la silla, para luego volver a mirarle.- ¿Ha ido todo bien ahí dentro? – bromeó. Sonreí, asentí, y le hice una señal al camarero para que me trajese otro trago – has tardado más de lo normal.- Todo ha ido genial – aseguré, apoyando los codos en la mesa, algo mareada - ¿deberíamos dejar de beber?- ¿Ya? – se quejó él, haciéndome reír, durante unos minutos – había pensado llevarte a un lugar luego.- ¿Al restaurante de tu hermano? – pregunté, él puso cara de sorpresa.- ¿Cómo lo has sabido? – me encogí de hombros.- Supongo que... porque siempre que bebemos acabamos allí – contesté, sin más, haciéndole sonreír.- Entonces... ¿te apetece? – puso esa cara característica suya, que tanto me gustaba en antaño, esa que me hacía cometer locuras – o prefiere
Se me pegaron las sábanas aquella mañana, había tenido un sueño maravilloso en el que volvía a estar en casa, rodeada de papá, mamá y hasta el insoportable de mi hermano. Quizás aquello era una señal, quizás debía ir a visitarlos.Abrí los ojos, y lo primero que descubrí fue a Will, a mi lado.- No ha pasado nada – me calmó, antes de que hubiese pensando en ello si quiera – no soy del tipo que se aproveche de mujeres borrachas – se quejó. Sonreí, y le di un beso en la mejilla. Él era todo un encanto.Hice memoria, y recordé que la noche anterior habíamos terminado en su casa, bebiendo sin parar, contándonos anécdotas de cuando estábamos en la universidad, hasta que me quedé dormida en su sofá, hablando sobre hombres, con él besando mi frente.- La bebida es horrible – dije en mi defensa – no pienso volver a beber – rio, como si no pudiese creerme – lo digo en serio...- ¿Necesitas que te acerque al trabajo? – asentí – quedemos luego a tomar un café, ¿te apetece? – asentí, porque lo cie
¡Joder!Casi había olvidado lo que se sentía al ser tomada por él. Era demasiado placentero, no quería dejar de hacer aquello jamás, por muy capullo que fuese.Por si os interesa saberlo, estábamos teniendo sexo por quinta vez aquella noche. En aquella ocasión en mi cama.Justo iba a llegar a la locura, cuando él se detuvo, derramándose sobre la colcha de amapolas, gimiendo como un condenado. Miró hacia mí, tumbándose a mi lado, besando mi mejilla.- No quiero que dejemos esto ... - comenzó, haciendo que me girase para mirarle, mientras él acariciaba mi mejilla, sujetando un par de cabellos de mi flequillo detrás de mi oreja. Tragó saliva, antes de decir algo más – ... me da igual si es sólo sexo, o si es algo más – No dije nada, sólo le miré, mientras levantaba la mano, apoyando mi cabeza sobre mi brazo, logrando que él hiciese lo mismo, para luego buscar mi mano, entrelazándola con la suya. Sonreí – siento las tonterías que dije el otro día para intentar retenerte, Lena...- ¿Por qué
Tienes que ir a trabajar – resonaba en mi cabeza – No quiero ir a trabajar – repetía yo. Una y otra vez, como en un maldito bucle, mientras apretaba la cabeza contra la almohada, escuchando sus gemidos, al mismo tiempo que su cuerpo se echaba sobre el mío, con su miembro clavándose dentro, apretándome cada vez más al colchón.Sus labios mordieron los míos, sin dejar de hacerme aquello, llevándome a la más completa locura.- Deberías irte ya – dijo, entre jadeos, sin detenerse ni un poco – deberíamos parar.- No – contradije, mientras apretaba su trasero, para que no se detuviese, para que siguiese haciéndome aquello – no pares...- Tienes que ir a trabajar – añadió. Cada vez le costaba más hacerme aquello, sabía que quería hacer crecer el ritmo, que estaba a punto, pero, aun así, se resistía, porque quería hacerme disfrutar – tengo que ir a la universidad.- ¿Cuándo has crecido? – me quejé – Tú eres ahora el que tiene 35 y yo tengo 24 – bromeé, haciéndole sonreír, justo cuando apretó l