Me sentía como una idiota redomada, quizás por eso olvidé la idea de buscar al bombón y me dirigí hacia casa. Era momento de poner los pies sobre la tierra, y dejar de hacer el imbécil.
Doblé a la izquierda, y seguí avanzando hacia la puerta de mi casa. Y entonces le vi, estaba allí, de pie, junto a mi puerta, descansando la espalda sobre la pared, con las manos metidas en los bolsillos, levantando la vista en cuanto me vio aparecer, dedicándome una sonrisa justo después.
¡Mierda! Se suponía que eso no estaba bien. Pero al ver su mirada y como subía la comisura de sus labios... me olvidé de todo.
Caminé hacia él, con elegancia, abrí la puerta, mientras él hablaba.
- Ya pensé que te habías arrepentido – se quejó. Entré en mi casa, y luego tiré de su corbata, atrayéndola hacia dentro, lanzándole contra la pared, haciéndole sonreír, divertido. Me eché sobre él y me lancé a besarle, con desesperación.
- No hables – pedí, para luego comenzar a quitarle la corbata, abriéndole los botones de la camisa, metiendo mis manos bajo ella, después. Cerré los ojos, recordando el día anterior, cuando me toqué pensando en él, comenzando a gemir, entrecortadamente, mientras él se encendía, de golpe.
Bajó la cremallera de mi vestido, deteniéndose de golpe, ante mi atenta mirada, para luego empujarlo hacia abajo, dejándome con aquella ropa interior blanca, de transparencias frente a él.
Alargó la mano, me quitó el broche del sujetador, y lo apartó de mí, para luego tirarlo, haciendo que cayese sobre la encimera de la cocina. Apretó mis pechos con ambas manos, acariciando mis pezones con la yema de sus dedos, mientras yo gemía de nuevo.
Le quité la camisa, justo cuando sus labios volvieron a unirse a los míos, desesperadamente.
Me cogió en brazos, subiéndome a la encimera de la cocina, para luego agarrarme las bragas, despojándome de ellas, dejándolas caer al suelo, mientras yo apoyaba el talón sobre la encimera, y él miraba hacia mi sexo.
Su boca se acercó a ese punto, soplando la cantidad justa de aire, haciéndome estremecer. Abrí la boca, más que lista para gemir, justo cuando sus dedos rozaron ese punto.
- ¡Oh Dios! – gimió, justo al introducir un par de dedos dentro de mí, dándose cuenta de lo terriblemente húmeda que estaba. La forma en la que él me tocaba, me gustaba incluso más de lo que imaginé, tanto, que ni siquiera sabía ya dónde estaba o quién era, y por supuesto mi garganta estaba seca de tanto gemir. Pero si pensaba que aquello era todo... me equivocaba.
- ¡Joder! – gemí, tan pronto como su mano entera se introdujo dentro de mí, mientras sus labios rozaban mi intimidad - ¡Oh, por Dios! – insistí, justo cuando sacó sus dedos, y comenzó a devorarme de manera antinatural. Se aferró a mi cintura, y me aspiró, como si fuese una m*****a aspiradora - ¡No pares! – imploré, apretando la cabeza contra mi sexo, tan pronto como vi las intenciones por dejar de hacer aquello.
Su teléfono comenzó a sonar, en el bolsillo de la chaqueta que estaba en el suelo, haciendo que perdiese la concentración y mirase hacia ese punto. Se enervó, dejándome allí, y caminó hacia el sofá. Agarró la chaqueta y cogió el teléfono, quedándose mirando hacia él, dudando en si cogerlo o no.
Me bajé de la mesa, y caminé hacia él, para luego devorarle la boca, haciendo que tirase el teléfono al sofá, y se aferrase a mí. Mientras yo le desabrochaba el cinturón y le abría los pantalones.
Le empujé, haciendo que cayese de espaldas contra el sofá, sentándose en él. Sabía que era lo que iba a hacer, y por alguna razón, antes de que lo hiciese me detuvo, me agarró de la nuca y atrajo mis labios hacia los suyos, agarrándome de la cintura con su mano libre, conduciéndome hasta él.
Me senté sobre él, rozando nuestros sexos. El mío desnudo, el suyo aún con los pantalones.
Tiré del borde de sus pantalones hacia abajo, y miré hacia ese punto, pero él no me dejó. Se ayudó con la otra mano a quitarse los pantalones, y luego volvió a besarme.
- No la mires – me pidió, justo cuando él la sacó a escena – las chicas se suelen asustar al verla – detuvo nuestro beso y me observó, con detenimiento – es muy grande y ...
- Me gustan grandes – le calmé, subiéndome sobre él, haciendo que entrase por si sola. Era lógico yo estaba demasiado húmeda. Ambos gemimos sobre la boca del otro, pues yo pude comprobar que él no mentía. Era grande, tenía justo la medida que me haría disfrutar como nunca. Y él se quedó sorprendido, cuando yo no me quejé, al contrario, gemí entrecortadamente y me moví sobre él, en busca de más.
- Encaja a la perfección – aseguró. Sabía perfectamente que se refería a mi vagina. Sonreí, divertida, perdiéndola tan pronto como aquello crecía, y yo me moría de placer en sus brazos – Me estás mojando entero – se quejaba, divertido, para luego apretar mi trasero, guiándome para que no me detuviese.
Hundió su cabeza en mis pechos, mientras yo echaba la cabeza hacia atrás, poniendo la espalda recta, moviéndome sobre él de aquella manera, comenzando a llegar a la locura, gimiendo cada vez más fuerte, a un ritmo fijo, con el gimiendo al unísono, entrelazándose con los míos.
- ¡Oh Joder! – estaba cerca del final, y él podía sentirlo en mis convulsiones - ¡Me gusta! ¡Oh, Si! ¡Sí, sí, sí!
Me fui, como una pervertida, mi cuerpo estalló en mil pedazos, toqué el cielo con la punta de los dedos, y me llené de aquella sensación.
Me detuve, y le observé, él aún tenía ganas de más.
- ¿Quieres más? – pregunté, él sonrió, para luego besarme apasionadamente, deteniéndose para preguntar algo.
- ¿Y tú? – quiso saber. Pensé en su pregunta. ¿Quería más?
- Sí – contesté, poniéndome en pie, alargando la mano para que él la cogiese, tirando de él hacia la planta de arriba en cuanto lo hizo.
Se tumbó sobre la cama, boca arriba, mientras yo me subía sobre él. Sonrió, apoyando la mano en mi cintura, subiendo más y más, acariciando mis pechos, haciéndome estremecer.
La metí dentro de mí, haciéndole estremecer. Gimió con fuerza, haciéndose daño en la garganta, para luego comenzar a cabalgarle. Justo le había pillado el truco cuando él me detuvo, tiró de mi brazo, tirándome sobre la cama, para luego posicionarse sobre mí, haciéndome reír, divertida.
- Eres insaciable ¿no? – preguntó, mientras apretaba su miembro contra mi sexo, sin haberlo introducido aún.
- ¿Y tú? – contesté, haciéndole sonreír. Me la metió entonces, haciendo que apoyase la coronilla contra la cama, gimiendo con desesperación - ¡Joder!
La forma brusca en la que me lo hacía me gustaba, duro, hasta el fondo, como si pretendiese llenarme entera, y me encantaba. Era la primera vez que me acostaba con un hombre como él, en muchos sentidos.
Subió mis piernas, entrelazándolas a su espalda, para luego volver a hacerme aquello, al mismo tiempo que metía un dedo por mi ano, haciéndome estremecer. Era la primera vez que también hacía aquello.
Él sabía que me gustaba, por eso no se detuvo al principio, pero terminó haciéndolo, justo cuando empezó a gustarle cada vez más, apoyando sus manos a en la cama, dándome más y más y más, hasta que volví a estallar, y él terminó descargándose sobre mí, respirando con dificultad, sin dejar de mirarme.
Sabía lo que venía después de eso. Él se vestiría, fingiría tener prisa, y se marcharía por la puerta. No volvería a verle. Sólo era un polvo de una noche, justo por eso no solía ceder a acostarme con ninguno por un simple calentón, porque odiaba ser dejada de esa manera. Pero para mi sorpresa, él no era así.
- Deberías de ducharte, estás asquerosa – bromeó, apoyando la mano sobre mis pechos, levantándola, llena de su semen – y pegajosa.
Entrelacé mis manos a su cuello, y le obligué a volver a besarme, abrazándome, llenándose con toda la pegajosidad que había sobre mí. Me detuve entonces.
- Tú también estás asqueroso – le dije, haciéndole reír. ¡Por Dios! Tenía una risa de anuncio.
- Eres más graciosa de lo que aparentas – me dijo, poniéndose en pie, cediéndome la mano para que la agarrase y me pusiese en pie. Así que lo hice. Sonreí después, dándole la espalda, conduciéndole hacia el baño.
- Tú eres más sexy de lo que pareces – le dije, haciéndole reír.
Os mentiría si os dijese que todo acabó ahí. No dejamos de hacerlo en toda la noche, ni en la ducha, ni después.
Mi cuerpo empezó a despertarse, aunque mi mente aún estaba en el séptimo cielo. Giré la cabeza, varias veces, y me rasqué la nariz, antes de abrir los ojos, encontrándome allí, en mi cama, completamente sola, volviendo poco a poco a la realidad.Anoche. Fiesta de inauguración. Chico joven. Sexo desenfrenado.Me senté en la cama, de golpe, llevándome las manos a la boca, horrorizada.Pero ... ¿Qué demonios hice anoche?Miré hacia mi alrededor, ese chico no estaba, era más que obvio que se había ido, tras una noche movidita. Sonreí, al pensar en ello. Pero me puse seria, al darme cuento de lo loco que parecía todo.¡Mierda!Pero... ¿qué hora era?Miré hacia el reloj, y por poco no me caigo del susto. ¡Maldita sea! Llegaba tarde.Me levanté de la cama, con rapidez, me vestí, cogí el maletín y corrí al ascensor.Tenía un día repleto de trabajo, no podía simplemente llegar tarde.- Su café, señorita Spark – me anunció Karl en cuanto entré al auto. Lo agarré y me lo comencé a tomar, de camin
Aquel día salí temprano del trabajo, al fin había terminado de preparar el caso del despido improcedente, tan sólo me quedaba tranquilizar a mi cliente, y eso era algo que se me daba muy bien. Así que me despedí de Lucy, y le rogué que me avisase si había alguna novedad en la oficina. Me marché a casa, me di una ducha de agua tibia, hice un poco de meditación en el salón y me serví una copa de vino, mientras comenzaba a examinar las declaraciones del caso de asesinato involuntario.Me tumbé sobre la cama, y seguí con ello, dándome cuenta en seguida, las versiones de dos de los testigos no cuadraban con la declaración del presunto culpable.¡Qué extraño!- Lucy – llamé a mi asistente, después de haber marcado su número – necesito que me busques en el archivo información sobre el caso que Charles me ha encargado, sobre el asesinato involuntario, quiero saber quién fue el policía que los interrogó.- Claro, te lo paso todo por email, en cuanto lo localice – me informó. Asentí, y colgué el
Aquel jueves por la noche, ni siquiera podía pensar en lo duro que había sido el trabajo, o en lo mucho que me dolían los pies unas horas antes, tan sólo podía gemir, como una m*****a posesa, mientras él pasaba su cálida lengua por todo mi cuerpo, encendiendo mi cuerpo, llegando a un punto de locura inimaginable.Lamió mis pezones, por enésima vez, y subió un poco más, hasta llegar a mi cuello, a mi boca, besándome con desesperación.Le agarré del pelo, tirando hacia atrás, separándole de mi boca, para luego empujarle contra la pared, haciéndole sonreír, divertido, apoyándome en su torso desnudo, guiñándole un ojo, lamiendo su barba, haciéndole sonreír, divertido.- Eres una gatita muy traviesa – me dijo, justo cuando mordí su pezón, haciéndole gemir. Sonreí, seductora.- ¿Quieres ver lo traviesa que puedo llegar a ser? – contesté, para luego bajarle los pantalones sin previo aviso, sorprendiéndole, de lleno.- No – negó, justo cuando me la metí en la boca, haciéndome estremecer - ¡Jod
Aquí el capítulo de hoy. Espero que les guste :DYa me contarán jejejeCapítulo 7 – Miradas fugaces.No volvimos a quedarnos a solas el resto de la noche, nos evitábamos, mientras hablábamos con los invitados de la fiesta, aunque nos lanzábamos miradas fugaces de vez en cuando, que retirábamos en cuanto sentíamos la del otro.¡Por Dios! Aquella loca situación me estaba matando.Él era el hijo del nuevo socio del bufete, tenía que cortar aquella estupidez en seguida, no podía seguir acostándome con él.- Nena – se quejó Pit - ¿me estás escuchando? – Era obvio que no lo hacía, eso lo sabéis, ¿no? Miré hacia él, algo desorientada – Digo que el hijo del nuevo socio está tremendo, ¿no crees?- Sí... No... ¿Qué? – ni siquiera sabía que decir, él sonrió, divertido, para luego acercar su rostro al mío.- Lo digo porque no has dejado de mirarle desde que ha llegado – bromeó, le miré con cara de malas pulgas – No te pongas así mujer. Está como quiere el niño, y para un par de polvos no importa l
Nos dimos una ducha a las ocho de la mañana, justo cuando estábamos exhaustos de tanto sexo, por separado. Me puse el camisón, justo en el momento en el que él salía de la ducha, secándose la cabeza con la toalla, llegando hasta mí.La forma en la que me miró me encendió completamente. Ese hombre me volvía loca, no sabéis hasta qué punto.Se dio la vuelta, se colocó los calzoncillos, los pantalones, los calcetines, y justo se anudaba los zapatos, sentado en la cama, cuando yo llegué hasta él, le agarré del pelo y le besé, con desesperación, pero para mi sorpresa, él me detuvo.- Tengo que irme – me cortó. Me eché un poco hacia atrás, observándole, seguía colocándose los zapatos, sin tan siquiera mirarme – tengo cosas que hacer, Lena.- ¿Qué cosas? – me quejé, odiaba que después del sexo se fuese de esa manera, como si aquello sólo fuese... ¿Qué esperaba? Aquello sólo era sexo. Justo era lo que buscaba en él, entonces... ¿por qué me decepcionaba con aquello?Se puso en pie, divertido, m
Me cambié varias veces de vestido, de peinado, e incluso me tomé varias copas de vino, pero por más que miraba hacia la puerta, el timbre no sonaba.¿Dónde demonios se había metido?Miré hacia el teléfono, eran casi las doce y media.No tenía ni un solo mensaje suyo, y no estaba en línea desde las nueve de la noche.¡Joder!Debía haberme vuelto loca, ¿cómo podía estar esperando por un niño?Me eché un par de copas más de vino, pero terminé agarrando la botella, a las una y media, cuando perdí toda esperanza de verle aparecer por la puerta. Di un par de sorbos, directamente a morro, y luego ladeé la cabeza hacia el piano que recién me habían traído en la mañana. Sonreí, con malicia, dejé la botella medio vacía en la encimera de la cocina, bajé la cremallera de mi vestido y me lo quité, las bragas, el sujetador, sintiendo como mis cabellos rozaban mis pechos, caminando hacia el piano.- No te necesito para esto – dije, ante el silencio de mi casa, mientras me sentaba en el taburete, comp
Mi cuerpo ardía en llamas, en aquel pequeño habitáculo, en aquel coche, siendo arañada por su barba, mordida por su boca, y lamida por su lengua. Cada parte de mi cuerpo era recorrida por sus manos, que se aferraban a mí, como si no estuviesen preparadas para dejarme escapar, como si aquello fuese el infierno y él un demonio con ojos azules.Sus ojos me penetraron, dejándome aún más desnuda de lo que ya estaba, mientras los gemidos salían por mi boca, y él me guiaba, apretándome la cintura, para que no dejase de hacerle aquello.Nuestros cuerpos sudados se dejaban de llevar por el placer del momento, haciéndome llegar al más pleno éxtasis, os lo aseguro, estaba a punto de sentir las convulsiones.Le observé, quedándome con ese momento, es más si hubiese podido elegir un solo momento con el que quedarme, hubiese sido aquel. Estaba debajo de mí, gimiendo entrecortadamente, con el rostro empapado en sudor, con la mirada fija en mí. Me mordí el labio, recordando las palabras que me dijo an
Me quedé dormida en el sofá, sin tan siquiera subir a mi habitación, después de llorar a lágrima viva durante horas. Por eso aquel día tenía ojeras, y muy pocas ganas de asistir a reuniones. Pero a veces la vida es así, uno tiene responsabilidades y no puede mandarlo todo al traste porque no se siente preparada para enfrentarse a la realidad.Saqué mi mejor sonrisa, y una de mis caretas, y me convertí en esa abogada que admiraba. Charles no quería darme nuevos casos, así que después del caso del señor Prado, que había sido acusada injustamente de asesinato, me tomaría unas más merecidas vacaciones.- Que mal aspecto tienes – dijo Peter, a la hora del almuerzo, en la cafetería, mientras yo me fijaba en mi ensalada de pasta, sin tan siquiera contestarle - ¿Anoche saliste? ¡Estás irreconocible últimamente!- ¿A qué hora tienes tu última reunión? – quise saber – Te irás directamente ¿no? ¿o Paul viene por ti?- Me iré directamente, Charles me ha dejado salir antes – aseguraba - ¿no crees q