—¿Puedes enamorarte de dos personas? —preguntó Estrella y a su madre se le fue la taza de café, junto con el corazón y el estómago, al piso; o al menos así fue cómo se sintió—. Creo que me enamoré de los dos.—¡Mamá! —gritó Estrella, preocupada por el café derramándose sobre los pedazos de cristal esparcidos por el suelo, y por los zapatos de su madre—. ¿Estás bien? ¿Fue tan sorprendente decir que me enamoré? También puedo enamorarme, ¿sabes?—Yo sé que puedes enamorarte, Estrella —aseguró Rebecca, moviéndose para poder limpiar lo que había tirado—, lo que no creo es que te hayas enamorado de esos dos, precisamente.—¿Por qué no? —preguntó la rubia, caminando al closet de limpieza a unos cuantos pasos de donde ambas desayunaban—. Ellos dos son superguapos, tienen buena posición económica y me quieren.—Ay, Estrella —exclamó un poco bajo la madre de la mencionada—, esas no son razones para amar, son razones para elegir a una pareja. Amor, creo que estás racionalizando el amor y, aunque
Detuvo el auto, consciente de que había sido una completa estupidez haber conducido tan alterada, es decir, si lo pensaba un poco podía darse cuenta de que ni siquiera recordaba el camino hasta el lugar donde estaba, es más, ni siquiera sabía qué era lo que había ido a buscar ahí, había sido como si una fuerza invisible la hubiera llevado inconscientemente a ese lugar.—Necesito ir a casa —murmuró y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando sus ojos se fijaron en la persona que tocó al cristal de su ventana y se dio cuenta de quién era esa persona.No debió ir ahí, ni siquiera sabía cómo había terminado en ese lugar, por eso respiró profundo mientras ocultaba su rostro entre sus manos y cerraba los ojos con fuerza para no ver lo que estaba pasando.Y es que, aunque sonaba demasiado tonto, en su cabeza había una única idea rondando: su corazón la llevó a donde necesitaba estar, los brazos de Leobardo Alarcón, lo confirmó cuando salió del auto y se abrazó al fin a él.—¿Pasó algo malo? —p
—Ni siquiera sé que voy a hacer yo solo con ellas —farfulló Benjamín con la cara entre las manos mientras sus codos se apoyaban en su escritorio, minutos atrás Estrella había dejado su oficina tras haber rechazado su oferta de irse con ellos a Canadá—. Dijo que, aunque le encanto, no me ama, y que no sabe si podría enamorarse de mí, porque en su vida solo ha amado a un hombre y él la ama también.—Es que no debiste planear un futuro a su lado sin asegurarte de que quería un futuro a tu lado —explicó Enriqueta, agradecida de que a él le pasaran cosas a su primera hora de la mañana, y no a final del día, que para ella era madrugada—, necesitas comenzar a pensar antes de actuar, todos tus problemas son por impulsivo.Benjamín asintió y respiró en serio profundo, lo tenía claro, y aun así cuando me nos lo esperaba ya había hecho algo.—De todas formas —soltó el hombre tras expulsar sonoramente el aire que inspiró profundo segundos antes—, no me iría sin ellas nunca, tengo que cuidarlas, l
Estrella llegó a la casa de las gemelas con el corazón latiendo a mil por hora, todo el camino había sido una tortura, pensando en lo mal que estaban si la voz del siempre sonriente Benjamín Anguiano sonaba de tal manera.Todo era difícil, las náuseas no menguaban, así que su estómago estaba vuelto loco, y algo en su interior le decía que ese malestar no era por las turbulencias del vuelo o porque algo le hubiera caído mal al estómago, todo se solucionaría en cuanto sus ojos pudieran volver a ver al par de dos, como siempre las llamaba Chase, que amaba demasiado.Benjamín y Estrella llegaron hasta la habitación de las chicas y a la rubia se le partió el corazón, las dos estaban dormiditas juntas, tomadas de las manos y con sus ojitos hinchados de, seguramente, tanto llorar, entonces ella sintió las ganas de llorar y no pudo detener la contracción de su rostro, ni esa horrible sensación de ahogo que aumentó sus ganas de vomitar.—¿Y el baño? —cuestionó la rubia en cuanto pudo hablar de
La despedida fue triste, pero ya no tan angustiosa; aunque la ansiedad por la separación se hizo notar al instante, pues las pequeñas le marcaron a su madre ni bien ella desapareció de su vista en ese aeropuerto; sin embargo, escuchar su voz aun cuando no se podían ver les hizo sentir que de verdad todo estaría bien, que seguían estando unidas porque eran una familia para siempre.Las gemelas se quedaron mucho más tranquilas, casi bien, al contrario de Estrella que, definitivamente, parecía estarle tomando alguna clase de aversión a los vuelos, o tal vez se había centrado tanto en que ellas aceptaran la distancia que no logró trabajar en sí misma, y por eso continuaba sintiéndose angustiada y triste, y ni qué decir lo mal que estaba su estómago que le prometía que vomitaría si descuidaba solo un poco su respiración.Mientras Estrella se acomodaba en su asiento trataba de calmarse respirando profundamente y recordando las palabras de consuelo que había dado a sus hijas, pero el mareo t
—¿Estás bien? —preguntó Rebecca a su hija cuando esta al fin abrió los ojos—. El médico no tarda en llegar, ¿necesitas algo mientras?Estrella negó con la cabeza. Se continuaba sintiendo mal, pero eso no era algo que se le fuera a quitar con algo que tuvieran en casa, lo sabía bien porque ella misma lo había intentado todo en su propia casa: agua fría, tés, jugos, frutas, galletas, frituras saladas y picantes, incluso una vez tomó alcohol, pero todo la hacía sentir mal, con el alcohol incluso vomitó, así que seguramente nada que su madre le intentara dar funcionaría para ella. Lo mejor era esperar a que el médico llegara y le dijera qué hacer.» Nena, necesitas poner un poco de tu parte —recomendó la buena madre de Estrella llegando hasta ella y tomando su mano, viendo muy de cerca la mala cara de su hija—, sí, lo sé, no es fácil, te sientes tan mal que sientes que no tienes fuerza para poner nada de tu parte, pero te juro que eres fuerte, solo que no lo estás viendo, pero ocupas busca
—Estoy aterrada —dijo al fin Estrella, tras demasiados minutos de silencio que se sintieron como horas—, esto no debía de pasar, así que no sé qué debo hacer.—Bueno —dijo Rebecca, sintiendo al fin que respiraba, pues, todo el tiempo en que su amada hija se ahogaba entre sollozos, ella sentía que tampoco podía respirar—, si no sabes qué debes de hacer, deberías empezar a preguntarte qué es lo que quieres hacer.—No quiero ser mamá —respondió Estrella y el aire se agolpó de nuevo en sus pulmones con una fuerza tan impresionante que le dolía hasta el corazón— yo…—Amor —habló la madre de la rubia—, sabes, sé que nunca lo quisiste, pero, no sé, llámalo intuición femenina, o que tu madre te conoce muy bien, pero no te puedo creer eso que dices con tanto dolor; porque, además, tú ya eres mamá… Tienes dos niñas preciosas, ¿lo recuerdas?Y, contrario a lo que Estrella pensó minutos atrás que se sintió tan cansada de llorar que pensó que ya no lo haría más en un muy buen rato, la rubia volvió
El médico frunció el entrecejo al observar algo que tal vez ni él mismo entendía del todo, porque definitivamente ni Estrella ni su madre comprendían qué pasaba en ese monitor negro que de pronto mostraba manchas grises; y lo que parecía preocupación en el rostro del médico se transformó en preocupación en el corazón de las dos mujeres que acompañaban al médico que revisaba a la más joven de las dos. —Sí, esto confirma lo que sospeché por tus estudios —declaró el médico girando un poco la pantalla para que Estrella la pudiera apreciar mejor—, ¿puedes ver esta bolsita? Ese es uno de tus bebés…El corazón de estrella se detuvo por completo, igual que su respiración, porque escuchar la frase "uno de tus bebés" implicaba que había más de uno, y se lo confirmó el médico al mover un poco el aparato sobre su abdomen y mostrar otra de esas bolsitas que el médico mencionaba.» Y aquí está el otro —informó y terminó por sonreír, pero no de felicidad, sino por la gracia que le causaba la expres