—Así que, también te llamó a ti —soltó Alessandro con molestia luego de que su hija les explicara por qué su hermano menor la encontró desmayada en plena sala y por qué Chase tuvo que cargarla hasta la habitación donde volvió a llorar por demasiado tiempo—, y eso que le dije que no te molestara más.
—No creo que haya sido él quien me llamó —dijo Estrella—. Beta se aprendió mi número de teléfono, y Beca conoce bien los números. Si encontraron un teléfono cuando nadie las veía, no les fue difícil contactarme.
» Pero, sin contar eso, ¿por qué no me dijiste que las niñas estaban enfermas? ¿Por qué no me dijiste que te contactó? —preguntó la joven, sintiéndose un poco molesta porque su padre le ocultó algo demasiado importante?
Benjamín Anguiano observaba a sus sobrinas, Roberta y Rebeca, mientras jugaban en el enorme jardín de la casa de su socio comercial, una casa que no soñó poder pisar luego de que dicho socio lo amenazara con hacerlo pedazos si es que seguía haciendo sufrir a su hija, y que era vigilado por dos hombres que le miraban con más odio que recelo.Por su parte, las dos mujeres en ese lugar parecían ignorar su presencia, ellas estaban concentradas en disfrutar de la compañía de sus amadas sobrinas, cuyas risas resonaban como una melodía armoniosa, llenando el aire de una alegría contagiosa. Benjamín, todavía adaptándose a su nuevo rol, sentía una mezcla de nerviosismo y emoción, y también la incomodidad de estar en un lugar donde no parecía bien recibido y dónde la estrella del lugar, Estrella Miller, lo trataba como si fuera nada.—¿Cómo se encuentra hoy, Benjamín? —preguntó Rebecca Morelli, madre de la mujer que más lo odiaba en la vida, quien, tras caminar a él sin que él se diera cuenta,
—Creo que metí la pata, y feo —dijo el hombre al teléfono—, me apresuré por miedo a perderlas también, y ahora no sé qué hacer con dos niñas que no me quieres y que pronto me odiarán, de nuevo, por alejarlas de la mujer que aman como a su madre. ¿Qué debería hacer?—Revisar la diferencia horaria entre Guadalajara y Londres —gruñó con molestia una joven de cabello oscuro y ojos claros—. Son las cuatro de la mañana y estaba durmiendo, Benjamín.—Es que no tengo con quién hablar, y no creo poder dormir sin una respuesta medianamente aceptable —dijo el joven, sonriendo por el gruñido que recibió en respuesta—. Sabes que mi madre no se interesará en esto, y a mi padre no le hablo, mi hermano mayor está muerto y mi única amiga de verdad está en Londres.—Lamento lo de tu hermano —declaró Enriqueta, una mujer de treinta y dos años que había crecido junto a ese joven que la llamaba su mejor amiga, y a quien ella consideraba más bien un hermano menor muy molesto—, pero no me importa si duermes
—¿Y si le pido matrimonio? —preguntó una joven rubia que, tirada en la cama de su madre, miraba sus pies extendidos hacia el techo—, creo que sería una buena solución.—Ay, no, Estrella, por favor, no empieces con tonterías —pidió su madre, que la veía por el espejo de su tocador mientras terminaba de arreglarse para dormir.Beta y Beca estaban dormidas ya, y Estrella tenía tiempo quedándose en esa casa por temor a estar sola; y es que, aunque la joven sabía que tendría que despedirse de las niñas en cuando el tío de ese par lo pidiera, seguía sintiendo que era mejor estar acompañada cuando algo así sucediera.» Amor, por lo menos quiero que te cases por amor —pidió la madre de dos chicos locos, ambos renuentes al amor, muy a pesar de que tuvieran como ejemplo unos padres que se amaban por sobre casi todo, exceptuando ese par de hijos, por supuesto.—Ma, yo ni siquiera me quiero casar —comenzó a explicar la joven—, planeo no casarme nunca, y no me gustaría enamorarme, eso es demasiado
—¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? —preguntó Chase, preocupado por su hermana mayor—. ¿Algo está mal?Y, a sabiendas de que no podía explicar lo que ocurría, porque sonaba demasiado tonto, incluso para ella, decir que lloraba porque ya no se podía casar con el tío de las bebés que quería adoptar y que eso le arrebataba la penúltima oportunidad de que fueran sus hijas de verdad.Sí, penúltima, porque la última opción era demasiado psicópata para implementarla, pero también le había cruzado por la cabeza que si ese hombre no existiera ella podía quedarse con las niñas; Estrella incluso pensó que su abuelo materno podía hacerlo realidad, pero sabía que lo mejor para todos era fingir que ni siquiera había imaginado dicha opción.—Vi un vídeo de perritos abandonados, rescatados y adoptados —declaró la joven en una gran mentira—, era muy triste.—¿Estás en tus días? —preguntó el rubio y a la rubia no le quedó más que decir que pronto lo estaría, entonces fue a Chase a quien no le quedó más que de
Explicar a las gemelas que el hombre guapo que la besó no era su novio fue demasiado complicado, porque, como madre, no quieres decirles a tus hijas de tres años que puedes besar a alguien aun cuando no tienes una relación formal con él o algún sentimiento romántico de por medio, pero, al final, ellas se habían rendido de saber cuando algo más importante pasó frente a sus ojos: la película que deseaban ver.Sin embargo, y aunque no le pasó por la mente que fuera posible, el tío de sus hijas también estaba interesado en conocer su relación con ese hombre, quizá por eso se sorprendió demasiado cuando le hizo la pregunta.—¿De verdad no es tu novio? —preguntó Benjamín Anguiano cuando las niñas al fin se habían dormido y ellos caminaban de regreso al auto de ese hombre para llevar a Estrella a su casa, pues no le sabía bien mandarla en taxi luego de que prácticamente la habían sacado de su casa a la fuerza.—No, no lo es —aseguró la rubia, un tanto cansada por todo, molesta por haber perd
—¿Sigues con la idea de adoptar? —preguntó Kenya, amiga de Estrella desde que ambas se conocieron al ingresar al bachillerato. Estrella Bianco posó sus azules ojos en su gran amiga, pues esa pregunta había salido de, aparentemente, la nada; sin embargo, sí, esa continuaba siendo su idea. Ella, que había aprendido que el amor fraterno no se condicionaba por la sangre exactamente, y que no soportaba nada a los bebés, decidió que sería madre por adopción cuando se sintiera lista para ser mamá. Pero, a sus veintisiete años y medio, ella aún no tenía la necesidad de cuidar y amar a alguien de manera incondicional, por eso continuaba soltera, por eso no había investigado sobre las adopciones y, por eso también, ni siquiera había dejado la casa de sus padres aún. » ¿Quieres ser víctima del nepotismo? —preguntó Kenya luego de ver a la que consideraba su mejor amiga asintiendo—... No, víctima no, serías más bien beneficiaria. —¿De qué estás hablando? —cuestionó Estrella, sonriendo, pues la
—¿Estás segura? —preguntó Alice que, a pesar de la diferencia de edad, era la mejor amiga de Estrella, con quien hablaba—. Tal vez en algunos años, cuando encuentres el amor, te arrepientas de esta decisión. —Si me encuentro el amor en unos años, espero que sea un amor tan verdadero que me quiera con todo y todo —resolvió la joven no tan convencida de querer una pareja. Serían sus traumas por todo lo que vio a su madre sufrir, pero ella no aspiraba a una pareja romántica que pudiera hacerle pedazos; sin embargo, madre si quería ser, de preferencia de alguien que caminara, que tuviera dientes, fuera al baño solo y se pudiera comunicar con ella, pues los bebés no le gustaban desde que le tocó soportar a su hermano Chase. » Si te confieso algo —habló Estrella para su tía paterna—, estoy emocionada con esto... Ya medio decoré las habitaciones en el depa de mi mamá, me lo regaló, y ellas pasarán el fin de semana conmigo, para ver si se adaptan a mí, así que me muero de emoción en seri
—¡Bienvenidas! —dijo Estrella, abriendo la puerta de un departamento del que ni siquiera recordaba bien cómo se había ido—. Aquí viviremos juntas por un tiempo, espero puedan sentirse cómodas. Roberta y Rebeca no dijeron nada, simplemente miraron a todas partes, y al no percibir el ruido de muchas personas que tanto las inquietaba en el albergue, ambas pudieron respirar un poco de paz, quizá por eso relajaron sus manitas, cosa que no pasó desapercibida para Estrella Bianco, quien no pudo evitar sonreír. » Vamos —pidió la joven, volviendo a caminar para adentrarse un poco más en su nuevo hogar—, arriba están las habitaciones. Subieron juntas, tomadas de la mano, lo que era un poco incómodo y hasta medio peligroso, pero las niñas estaban temerosas, así que Estrella decidió continuar con el contacto físico un poco más, siendo en extremo cuidadosa al pisar esas escaleras de las que tanto ella, como su hermano y su mamá se habían caído alguna vez. » Esta es mi habitación —informó la