Estar en un restaurante teniendo esta cercanía con Christopher es muy agradable y aunque lo que nos llevó a esta cena sea solo ficción, mi cabeza quiere pensar que no es así.
Cuando llegué a la empresa de Christopher hace dos años, tuve un pequeño enamoramiento por él. Nunca quise hacerme mayores ilusiones, ya que no quería perder el puesto por el cual había llegado a la empresa. Además, todos mis míseros intentos fueron un total fracaso para que Christopher se fijara en mí.
—¿En qué piensas? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.
—En nada en particular. ¿Qué tal si hablamos de mañana? —propongo con la intención de cambiar de tema, ya que no quiero que sospeche que tengo un leve hormigueo producido por su persona.
—No había querido hablar de eso todavía, pero ya que lo mencionas, es mejor aclararlo pronto, para no tener sorpresas mañana.
—Me parece bien. Entonces, lo primero.
—Tiempo de relación, unos seis meses. Me parece que es tiempo suficiente como para una relación. Además, cuando comencé a hacer trato con el señor Jacobson, justamente hace siete meses, estaba soltero y creo que por ese entonces ya quería involucrarme con su hija. Aunque nunca hizo nada al respecto.
—Es razonable. Podríamos decir que aunque soy tu secretaria, nos enamoramos y ahora estamos juntos.
—Excelente. Mmm... —Se agarra el mentón en clara señal de que analiza algo—. Todavía no vivimos juntos, pero tenemos planeado hacerlo más adelante.
Abro los ojos como platos.
—¿Hablas en serio? —pregunto, atragantándome con la comida.
—Ashlee, tranquila. Ya te dije que entre nosotros dos iremos con calma —comenta tratando de aguantar una risa por mi torpeza.
—Sí, claro. Tienes razón —aseguro después de beber un poco de mi copa de vino—. Lo había olvidado.
—Tranquila. No pasa nada —me tranquilizo, al tiempo que me regala una sonrisa.
Me sonrojo al instante. Ya comienzo a sentir ese leve hormigueo en el estómago otra vez, pero me niego a que él se dé cuenta. No sé qué decir o qué hacer. De pronto, me siento avergonzada. Trato de pensar en otra cosa, pero me está siendo imposible.
—¿Y a qué hora se supone llega el señor Jacobson mañana? —inquiero, tratando de volver al tema que nos convoca esta comida.
—Creo que estará por la oficina a mediodía, pero no sé si venga con su hija.
—Bueno, al menos debemos darle una buena impresión. Digo, confirmándole de que no estás solo.
De pronto, Christopher se acerca un poco más a mí a través de la mesa y toma mi mano, la que descansa sobre la mesa.
—Gracias por esto, Ashlee. En serio.
—Descuida. Ya te dije que no tienes nada que agradecer.
—Pero debo hacerlo, es lo que corresponde. A decir verdad, prefiero mil veces tu compañía en vez de tener que haberle pagado a otra para que haga lo que te pido.
Nuevamente, mi mente queda en blanco. No sé si sentirme ofendida o halagada por lo que acaba de decir. Pero de lo que sí estoy segura, es que algo esconde bajo esas palabras, y eso tiene que ver conmigo. Y por obvias razones, estoy dispuesta a averiguarlo.
—¿Quieres decir que si yo no aceptaba ayudarte habrías contratado a una dama de compañía para hacerte el favor?
—La verdad, no sonó muy bien lo que dije, pero si hubieras dicho que no, no iba a tener otra alternativa —me contesta, regalándome otra sonrisa.
—Bueno... en ese caso me alegra haber aceptado. Así, además, te ahorras el dinero, ¿no crees? —Rio.
—Tienes razón. En fin, gracias nuevamente.
Terminamos de comer, y mientras Christopher pide la cuenta me excuso para ir un momento al tocador. Apenas entro suena mi teléfono, indicándome que me acaba de llegar un mensaje. Lo abro y veo que es Sophie quien lo manda.
«No te olvides de la fiesta de Mason, es el viernes. Prometiste acompañarme.»
Me había olvidado completamente de la fiesta. Decido responderle, ya que si no lo hago de seguro me seguirá llamando o enviando mensajes hasta que le confirme mi asistencia.
«No lo he olvidado, Sophie. Tenía pensado salir mañana después del trabajo a comprarme un vestido.»
«¡Perfecto! Tenía pensado hacer lo mismo, así que te acompaño. Te veo mañana a la salida.»
Vuelvo a guardar mi celular en mi cartera y esta vez me dedico a lo que venía. Como no me cambié de ropa, tuve que venir tal y como había asistido al trabajo. Así que me decido, más que nada, a retocar un poco mi maquillaje. Al terminar, salgo del baño en dirección a mi mesa y observo que la mesa ya ha sido retirada. Christopher me está esperando con una gran sonrisa en su rostro.
—Ya está todo pagado. ¿Nos vamos?
—Claro que sí. Ya quiero descansar. Hoy fue un largo día de trabajo.
—¿Quejándose en presencia de su jefe, señorita Thompson? —bromea socarrón.
—¡Por Dios! ¡Claro que no! —respondo nerviosa. ¡Dios! Este hombre me vuelve loca.
Christopher se pone de pie y me ofrece su brazo para salir. Lo agarro con gusto y salimos. Nos dirigimos a su auto, abre la puerta del copiloto y me subo.
—Creo que me podría comenzar a acostumbrar a esto —comento con una sonrisa.
Christopher me sonríe de regreso. Cierra la puerta de mi lado y rodea el auto para subir por el lado del conductor.
—Creo que sí deberías —dice en respuesta a lo que yo he dicho hace unos momentos.
—¿A dónde vamos ahora?
—Pensaba llevarte a mi departamento —responde con una coqueta sonrisa mientras yo me sonrojo de nuevo—, a compartir y a conocernos un poco más.
—Está bien —me encojo de hombros—, eso nos ayudaría. —Aunque debo aclarar que mi mente comienza a idear muchas otras maneras de conocernos.
—Entonces, vamos.
Enciende el motor del vehículo y partimos hacia su departamento. Prende el botón de la radio y de ella empieza a sonar música clásica. Una melodía tan suave, que te envuelve al escucharla.
Siendo un hombre millonario se me hace extraño que no tenga una casa. Es típico y sabido que los millonarios tienen sus propias casas, aunque estén la mayoría del tiempo solos, y con servidumbre que los atienda. Al cabo de unos minutos de silencio, en cuanto a conversación, decido romperlo, sacándome esta duda que me mata de curiosidad.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Creo que la acabas de hacer, Ashlee —comenta riendo.
¡Oh, por Dios! Definitivamente, este hombre es fascinante en muchos sentidos. Esa sonrisa que me da cada vez que me habla sin duda es fabulosa. Acompaña en perfecta armonía a su cabello castaño oscuro peinado hacia atrás y a sus ojos azules. Estoy frente a un hombre muy guapo. Una vez más, vuelvo a sentir esas hormigas en mi estómago que me vienen persiguiendo desde que salimos juntos de la oficina.
—Y bien, ¿qué querías preguntarme? —interroga después de un silencio de mi parte.
Christopher
—Es que estaba preguntándome por qué vives en un departamento en vez de tener una casa.
—Sencillo —respondo sin más, encogiéndome de hombros.
—¿Ah sí? ¿Por qué? —pregunta muy curiosa.
—Porque cuando logré, hace unos años, obtener mi pequeña fortuna, decidí que tendría un departamento en vez de una casa. Me refiero a que, cuando finalmente me decida a hacerlo, será el día que vaya a casarme. Así que podría decirse que mientras tanto disfruto de mi departamento de soltero —aclaro para luego mirarla otra vez. Definitivamente, está nerviosa y eso me encanta.
—Es un buen motivo. Sería algo ridículo tener algo tan grande para ti solo, pudiendo compartirlo con alguien más.
—Exacto. Veo que entendiste mi punto.
—Sí, creo que sí.
—Y tú, Ashlee, ¿vives sola o con tu novio? —Decido hacerle esa pregunta a propósito, estoy tan encantado con ella que no perderé la oportunidad de que la respondiera.
—Y-yo, yo no, no tengo novio —contesta totalmente nerviosa—, vivo sola.
Se ve muy hermosa cuando se sonroja. Su cabello rubio y sus ojos azules la hacen una joven muy bella. Tengo que aprovechar esta ventaja para ver hasta dónde puedo llegar. Creo que le gusto, pero no estoy del todo seguro si eso es realmente cierto.
—Ya veo. ¿Y te gusta vivir sola?
—No mucho, pero ya me acostumbré. Paso gran parte del día en la oficina y quedo exhausta, así que como algo, voy a la ducha y a la cama.
Mmmm... Ducha... Me agrada esa idea. ¿Qué tal si te tuviera desnuda en mi ducha, mientras te beso y te hago mía? Es una gran idea, pero no voy a hacerlo todavía. Quiero darme el tiempo de conquistarte y aprovecharé las circunstancias para hacerlo. Ashlee me trae loco desde el día que llegó a mi empresa, hace dos años atrás.
“—Señor Adams —dice de pronto Mónica, la recepcionista del edificio, a través del teléfono—, ha llegado la señorita Ashlee Thompson para su entrevista al puesto de su secretaria.
—Claro, Mónica. Hágala pasar a mi despacho, por favor.
—Sí, señor.
Vuelvo al documento que estoy leyendo en mi lap-top mientras espero que llegue esta señorita, y al cabo de unos minutos tocan a mi puerta.
—Adelante —respondo a aquel toque.
—Con su permiso, señor Adams. Soy Ashlee Thompson.
Se acerca a mí una joven de cabello rubio y ojos azules, perfectamente arreglada en su traje de dos piezas de color negro, junto a su blusa blanca y su corbata de color rojo. Me tiende su mano a modo de saludo, así que le respondo el gesto.
—Un gusto, señorita Thompson. Tome asiento, por favor.”
—Un dólar por tus pensamientos, Christopher.
Le regalo una sonrisa en respuesta a su afirmación.
—Solo... solo pensaba que estás muy hermosa esta tarde —la halago con la intención de que se sonroje de nuevo.
—Gra-gracias. ¿Falta mucho para llegar? —pregunta claramente nerviosa e incómoda por lo que acabo de decirle.
—No. Ya estamos llegando —afirmo, doblando a la derecha para entrar al estacionamiento subterráneo de mi edificio.
—Ya veo. —Me doy cuenta que respira un poco más tranquila. Así que decido no ponerla más nerviosa de lo que ya lo está. Al menos, por ahora.
ChristopherSubimos por el ascensor y debo decir que cada acercamiento que tenemos hace que adore su sonrisa mucho más.Todavía recuerdo cómo era, tan seria y preocupada cuando recién le di el trabajo. Decidí, en ese entonces, mostrarme cercano, no ser de esos jefes que se ven casi del tipo «tiranos» con sus empleados. Ashlee llamó mi atención desde el minuto uno que pisó mi empresa. Por eso y porque era una joven totalmente capacitada, le di la oportunidad de trabajar para mí.De pronto, suena el timbre indicando que ya hemos llegado a mi departamento. Es el último y también la suite del edificio, por lo que ocupa todo el piso. Agradezco que no haya nadie en el ascensor, ya que algunas vecinas, sobre todo las más jóvenes, me comen con la mirada, y aunque yo sé que soy un hombre con buen físico, es muy incómod
Todavía me encuentro analizando lo que acaba de pasar hace unas horas. Ya nada será como antes, eso es seguro. Aún puedo sentir su boca sobre la mía y no logro evitar llevarme una mano hasta mis labios, como si pudiera tocarlo.Después de que me deseó una buena noche, quedamos en que pasaría a buscarme mañana a las ocho de la mañana. Cuando me bajé de su auto y estaba por entrar a mi edificio, me giré para despedirme con la mano y Christopher me guiñó el ojo y emprendió rumbo de regreso.Me siento extraña, pero a la vez tranquila. No sé el porqué. Quizás sea por el hecho de que nos «declaramos» y sinceramos. Pero como ya he dicho antes, no me quiero ilusionar y quizás salir herida de todo esto.Para relajarme decido tomar una ducha. El agua caliente cayendo sobre mí siempre trae un efecto relajante. Me acerco a m
AshleeSuena insistente la alarma que me grita estridente que es hora de levantarme. Me giro hacia mi mesita de noche y la apago de un manotazo.Me levanto y empiezo a buscar mi ropa en mi closet para trabajar. Elijo un traje de dos piezas, esta vez uno con pantalón en vez de falda. Me agradaba usar este tipo de traje, ya que al vestirlo con zapatos de tacón me hace ver un poco más estilizada y alta.El traje es de color gris claro, mientras que la blusa es blanca, ceñida al cuerpo, pero no me aprieta, sino que es un poco suelta. Y por último, la corbata de un color lila que hace que todo quede combinado a la perfección. Mis tacones negros siempre acompañan cada combinación que elija. Para trabajar siempre me pongo unos tacones de color negro, así que poseo como cinco pares distintos, todos por supuesto, con diferentes diseños.Dejo toda mi ropa encima de
Después de comprar nuestros vestidos, fuimos a otra tienda, esta vez una zapatería para elegir los zapatos que usaríamos para la fiesta. En realidad, solo Sophie se compraría el calzado, como yo ya tenía de tacón negro, de seguro encontraría algún par que luciría perfecto con mi vestido.Al igual que la vez anterior, vio algunos en la vitrina y los buscó. Eran unas sandalias blancas y hermosas, de esas que cubren el dorso del pie, pero dejan al descubierto los dedos, y están adornadas con algunas piedrecitas que le dan un brillo especial. Yo diría que tienen unos diez centímetros de tacón. Como Sophie es baja siempre usa zapatos con bastante tacón. Todavía no entiendo cómo es capaz de nunca perder el equilibrio cuando los usa.Como siempre, Sophie y su buen gusto hacen que se vea espléndida con todas las prendas que se ponga.&mdash
Al día siguiente, me despierto para seguir con la rutina. Es jueves. Eso, al menos, hace que me alegre, ya que mañana es la fiesta de Mason y, sin duda, necesito distraerme.Me levanto y comienzo con mi día. Primero es la ducha, así que entro de inmediato al baño y busco una toalla para dejarla lista para secarme. Me acerco a la bañera y abro la llave para que el agua caliente comience a caer mientras me voy sacando la ropa. Una vez dentro, dejo que el agua caiga sobre mí, limpiándome los pensamientos y dejándome totalmente en blanco, liberándome de emociones y sensaciones de momento. Me lavo el pelo y millones de burbujas tengo sobre mi cuerpo gracias a mi adorado jabón de vainilla.Luego de unos treinta minutos en la ducha, salgo de esta totalmente relajada, envolviéndome en la toalla. Me acerco al lavamanos y tomando el secador empiezo a secar mi pelo. Después de otros quince
Finalizado el almuerzo, ya me siento bastante mejor en comparación a cómo estaba emocionalmente hace solo unas horas. Christopher, sin duda, se esmera en hacerme sentir mejor.—Con tu permiso, debo ir al baño —digo poniéndome de pie.—Adelante, Ash, yo mientras pediré la cuenta.—Está bien, ya regreso.Me alejo de la mesa y camino al baño de damas. Al abrir la puerta choco con una joven, es muy linda, pelirroja y con algunas pecas en su rostro. No es alta, pero tampoco tan baja. Lleva un vestido ceñido al cuerpo de color turquesa que hace que se vea hermosa. Es para envidiarla.—Discúlpame, por favor, no te vi —dice a modo de disculpa. Su acento me da a entender que no es americana, sino, al parecer, francesa.—No te preocupes, tampoco te vi.—Nos vemos —manifiesto en forma de despedida cuando ella, por su parte, alza l
AshleePor fin ya es viernes. En esta semana pasaron tantas cosas que solo ansío –como no me pasaba hace mucho tiempo–, ir a esa fiesta que organiza Mason, mi compañero de trabajo, porque necesito distraerme de todo lo vivido.No importa si es bueno o malo, por el momento solo aparece alguien en mi cabeza y ese alguien no es nadie más que mi jefe que, en solo dos días, ha revolucionado mi mundo como no pensé nunca que lo haría. De solo pensarlo sonrío. Sin duda, se ha convertido en alguien importante para mí.—Buenos días, señorita Thompson —escucho de pronto. Me asusto de tal modo que el café que estoy tomando se derrama por completo en mi ropa. Y como es de esperar, termina quemándome.—Mierda, ¡esto está muy caliente! —digo casi gritando sin mirar a quien me habla y por ende me asusta.<
La fiesta está en su punto máximo. Hace unas horas que hemos llegado y tengo que confesar que hasta el momento no me he aburrido para nada.He bailado con Sophie, Mason y otros compañeros de trabajo. También he tomado algunos tragos, por lo que ya me siento algo mareada. No soy de las que se emborrachan para pasarlo bien, pero lo que sí sé es que me encuentro mareada y que si sigo tomando, lo más seguro es que deba ir muy pronto al baño a vomitar. Lo bueno es que Mason también se preocupó de la comida, por lo que nadie ha pasado hambre por una buena cantidad de horas.—¿Por qué tan sola? —pregunta una voz a mi espalda. Esa cadencia se me hace conocida, pero ¿cómo llegó aquí? Me doy la vuelta para enfrentarlo.—Porque quería descansar un rato. Ya me duelen los pies de tanto bailar.—¿Y por qué no regre