Christopher
Subimos por el ascensor y debo decir que cada acercamiento que tenemos hace que adore su sonrisa mucho más.
Todavía recuerdo cómo era, tan seria y preocupada cuando recién le di el trabajo. Decidí, en ese entonces, mostrarme cercano, no ser de esos jefes que se ven casi del tipo «tiranos» con sus empleados. Ashlee llamó mi atención desde el minuto uno que pisó mi empresa. Por eso y porque era una joven totalmente capacitada, le di la oportunidad de trabajar para mí.
De pronto, suena el timbre indicando que ya hemos llegado a mi departamento. Es el último y también la suite del edificio, por lo que ocupa todo el piso. Agradezco que no haya nadie en el ascensor, ya que algunas vecinas, sobre todo las más jóvenes, me comen con la mirada, y aunque yo sé que soy un hombre con buen físico, es muy incómodo para mí el sentirme tan observado por las mujeres.
Al salir del ascensor, llegamos a un pequeño hall de entrada blanco, donde hay unos sillones de cuero en la misma tonalidad. A un costado se halla una mesa redonda de madera bañada en color negro, acompañada de un pequeño mantel blanco que la cubre y sobre ésta un pequeño florero con tulipanes y calas blancas. En las paredes blancas con franjas grises hay varios cuadros, la gran mayoría de paisajes. Cruzamos el hall, y cuando llegamos a la puerta de mi departamento, saco la llave de mi bolsillo y la abro, permitiendo que Ashlee entre primero.
Ashlee
—¡Guau! Digo, tienes un gran departamento. Está hermosamente decorado.
¡Dios! ¡Qué estúpida! Sueno tan asombrada que, de seguro, piensa que soy una tonta. ¡Qué vergüenza! Pero es que quién en su sano juicio, viviendo solo, podría tener un departamento como éste. Solo su sala es más grande que mi departamento completo.
—Gracias —dice riendo—. ¿Quieres algo para tomar?
—Lo que tú me ofrezcas estará bien.
—De acuerdo, enseguida vuelvo. Acomódate donde gustes.
Mientras Christopher va a la cocina a buscar algo para tomar, me siento en el sofá de cuero de color negro. No puedo evitar mirar todo a mí alrededor, tiene un hermoso decorado en su departamento. La observación que hago se ve interrumpida cuando Christopher se sienta junto a mí en el sofá y me ofrece una copa de vino blanco. La acepto y la saboreo. Mmm, es Chardonnay, mi preferido. No puedo quejarme por su maravillosa elección.
—Está sabroso, gracias.
—Es mi vino favorito. Lo prefiero antes que el tinto.
Me deja gratamente sorprendida.
—¿En serio? También es mi favorito.
—Qué bien que comencemos a descubrir que tenemos gustos en común. —Me regala una sonrisa, otra más, de esas que hacen que quedes embobada.
—Sí, es genial, creo que es bueno que tengamos gustos similares. Además, creo que contigo no lo podría pasar mal —acoto a la vez que termino de darle un sorbo a mi copa de vino.
—Tomaré eso como un cumplido.
—Deberías hacerlo, porque lo es.
—Me sorprendes, Ashlee, me sorprendes.
—¿Por qué? —interpelo curiosa.
—Porque, sin duda, eres una mujer fascinante, además de hermosa.
Con cada palabra que dice, efectivamente, puede hacer que una mujer se sienta especial y única. No quiero ilusionarme, ni nada por el estilo, pero en tan solo unas horas hemos tenido una cercanía que antes no tuvimos oportunidad de compartir. En realidad, no sé cuáles son las intenciones de Christopher. Quizás, para él solo sea un acuerdo y a la vez pretende hacérmelo fácil, teniendo este tipo de trato y cercanía hacia mí.
—Me encanta que te sonrojes, te hace ver más hermosa.
Cada palabra, cada frase que sale de sus labios hace que me ponga más nerviosa, y me azora por completo cuando me quedo sin palabras. Como no soy capaz de decir nada, solo se me ocurre beber otro poco de mi copa. No estoy muy habituada a beber alcohol, así que, tal vez, más pronto que tarde, esté tomando valor para hacer algo de lo que podría llegar a arrepentirme después. Pero lo que sí sé es que voy a aprovechar este momento.
Dejo mi copa en la pequeña mesita que se halla al lado del sofá y regreso a la posición en la que estoy, solo que ahora me siento en dirección a Christopher, girando un poco mi cuerpo. Él hace lo mismo, y cuando se vuelve a sentar, se acomoda más cerca de mí.
—Ashlee, aun no entiendo cómo no nos hicimos amigos antes. —Y diciendo esto toma mi mano.
En tan solo unas horas, reaparecen esas cosquillas que sentí hace dos años y que mantuve a raya, porque quiero conservar el empleo, ya que mi familia depende de mí. A futuro no me gustaría ser solo su amiga, pero no sé qué tan lejos podemos llegar. Como no quiero verme desesperada, trato de seguirle el juego.
—La verdad, no lo sé. Siempre te vi enfocado en tu trabajo y yo en el mío. Además, supongo que nunca se dio la ocasión para hacerlo.
—Es verdad. Entonces, no voy a desaprovechar el momento.
—¿Por qué lo dices?
Christopher
—Por esto.
Apenas termino de hablar, me acerco a ella, tomo su cara entre mis manos para atraerla a mí y la beso. Ya no puedo seguir esperando. Hace ya un buen rato que siento que debo hacer esto, y por cómo ella se acomoda a mi lado, sé que es el momento indicado.
Sus labios son tan suaves y delicados, labios de tamaño promedio —ni tan carnosos, ni tan pequeños—, que me llaman a besarla y hacerla mía. Ashlee me tiene loco, es una chica totalmente hermosa. Ella tiene razón cuando dice que no habíamos tenido oportunidad de acercarnos más. Esta vez no perderé esta chance de poder estar con ella. No estoy enamorado de ella. A decir verdad, solo me he enamorado una vez, pero con ella todo se siente distinto. Me siento en paz. Siento que está trayendo de a poco tranquilidad a mi vida. Tengo la sensación de estar confiado, como si nada malo fuera a pasar.
¡Está decidido! Si tengo que llevar este acuerdo a la realidad lo haré, de eso estoy seguro.
Ashlee
Todavía me siento en las nubes. No puedo creer que esto esté pasando. Christopher Adams, el que ha sido mi jefe por dos años ¡me está besando! Tanto quise que este momento fuera realidad, que siento como si volara. Es como si solo existiéramos él y yo, y nada más.
Varios minutos pasan, mientras nos seguimos besando, que no nos damos cuenta que debemos separarnos por falta de aire. No quiero hacerlo pero, aunque es nuestro primer beso, soy yo quien lo termina.
Me aparto un poco de Christopher y ambos abrimos los ojos, mirándonos, cuando nuestras frentes se tocan. Estoy tan feliz por lo que acaba de acontecer, pero aun así no quiero hacerme ilusiones. No, al menos, hasta saber qué es lo que él piensa de esto.
—Christo… —soy interrumpida por un dedo que se sitúa sobre mi boca.
—Shthhh, no digas nada que arruine esto. Te aseguro que yo no me arrepiento. De hecho, esperaba hacer esto desde hace rato.
Este hombre me mata, eso es seguro. Vuelvo a sonrojarme, y ahora como tengo un poco de alcohol en mi cuerpo, siento que mis mejillas arden como antorchas.
—Créeme que yo tampoco —digo, finalmente.
—Debo confesar que he pensado llevar esto más allá que un simple trato, Ashlee. Me atrajiste desde el primer día en la empresa. —Abro inmediatamente los ojos como platos sin poder creer en sus palabras.
Dos años perdidos.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí, lo estoy haciendo. Pero nunca quise arriesgarme a acercarme a ti y que me rechazaras, pensando que era el típico jefe que se involucra con su secretaria para llevarla a la cama.
No supe qué decir... otra vez.
—Hasta lo que te conozco, y solo digo de ahora, creo que no eres así. Si no, ya lo hubieras intentado —comento, al tiempo que le brindo una sonrisa involuntaria de mi parte.
—Tienes razón. ¡Mierda! Me siento como si me estuviera desnudando ante ti. Muy pocas veces me he sentido así con alguien.
—Tranquilo. Dijimos que nos tomaríamos las cosas con calma. —Le tomo la mano en señal de que se calme un poco.
—¿Ya te sientes más cómoda para mañana?
—Así como te veo, creo que esa pregunta te la debieras hacer tú mismo.
—Estoy nervioso. No te lo voy a negar. Estoy así porque conociendo a mi socio, aunque no venga con su hija, de seguro hará mención de ella, y eso es lo que me hará sentir incómodo. Entonces, apenas eso pase, te llamaré para así bajarle esos ánimos que tiene por querer casarme con su hija.
—Todo saldrá bien. Lo prometo. Ahora, creo que ya es hora de que me vaya, se nos ha hecho tarde y ya debo volver a mi departamento.
—Está bien. —Mira su reloj—. Tienes razón, es muy tarde. Vamos, te llevo.
Me tiende su mano, la tomo para impulsarme y levantarme de aquel sofá tan cómodo.
Me acerco a una mesa ubicada al lado de la puerta de salida, donde está mi bolso. Lo agarro y lo cuelgo sobre mi hombro mientras Christopher va a buscar las llaves de su auto para llevarme.
—¿Lista? —me pregunta a la vez que me toma de la mano.
—Sí. Ya lo estoy.
Abre la puerta de su departamento y me permite salir primero. Cierra la puerta tras de sí, cruzamos el pequeño hall y me lleva hacia el ascensor, todo esto sin soltar mi mano. Se abre la puerta y entramos. Christopher aprieta el botón del primer piso del subterráneo y, al instante, se cierran las puertas del elevador que comienza a bajar. Pasamos unos minutos en silencio, ninguno se atreve a decir palabra alguna, hasta que se abre la puerta del ascensor y salimos para encaminarnos hacia su auto. Nuevamente, aprieta el control de mando a distancia para abrir las puertas. Entro en el vehículo y me acomodo, cuando luego lo hace él.
—Gracias —menciono al colocarme el cinturón de seguridad.
Una vez listo, me mira y también se coloca su cinturón. Enciende el motor, pero esta vez sin la radio, y empieza el rumbo a mi departamento.
—¿Dónde vives? —me pregunta—. Necesito anotarlo en el GPS.
—538 Statue of Liberty Street —respondo con una sonrisa para quitarle un poco la seriedad al momento, la cual es totalmente incómoda.
Christopher anota la dirección en su GPS y salimos hacia la calle. Su semblante está algo serio y debo confesar que me da algo de miedo. No recuerdo haberlo visto antes así, y menos entiendo su cambio de actitud tan repentino.
—¿Sucede algo? —pregunto para saber qué sucede.
Mirándome responde.
—No es nada, es solo que como ya te dije antes, hace un rato me sentía como desnudándome ante ti y nunca me había pasado con otra persona que no fuera mi madre, y es extraño. Me agrada tu compañía, eres una gran mujer y no quisiera... ¿Cómo decirlo?… «Meter la pata».
—Todo irá bien, ya verás. Solo debemos tomarnos las cosas con calma. Yo tampoco quisiera que esto se fuera de nuestras manos y se arruinara. Además, esto que hago es más que nada una ayuda para ti.
«Pero tú no sabes que en el fondo yo sí quiero algo más», pienso.
—Ya lo sé, pero aun así quisiera intentarlo, porque contigo estoy volviendo a disfrutar la vida.
Me toma la mano izquierda, que está descansando sobre mi muslo, y la levanta. La acerca a su boca y besa los nudillos.
—Eres hermosa.
—Tú tampoco te quedas atrás.
—¿Qué quieres decir? ¿Yo también soy hermosa? —bromea burlón.
Me alegra ver que este momento silencioso que nos tiene a ambos totalmente incómodos ha quedado atrás.
Durante el resto del recorrido, para llegar a mi departamento, seguimos charlando de otras cosas, hasta que me doy cuenta que hemos llegado.
—Gracias por la cena y la compañía —digo mirándolo para darle fin a esta noche que, en definitiva, hizo que todo cambiara a partir de hoy.
—Gracias a ti —me responde, mirándome a los ojos—. Espero que te hayas divertido.
Claro que sí. Hoy es un día que jamás olvidaré.
—Por supuesto. La pasé muy bien.
—Yo también la pasé muy bien.
Se saca el cinturón de seguridad y se acomoda a mi lado. Toma mi cara con su mano izquierda y me acerca a él. Su mano derecha sigue tomando mi mano. Se inclina lentamente a mí y ambos cerramos los ojos. Estamos tan cerca que nuevamente nuestras respiraciones se mezclan y de pronto, siento otra vez sus labios sobre los míos.
Oh Dios, me encantan sus labios. Su beso es dulce y a la vez se siente apasionado, como si una promesa implícita se escondiera en ellos.
El momento que no quería que apareciera llegó. Esta vez es Christopher quien rompe aquel beso, me mira fijamente y solo dice:
—Que tengas una buena noche.
Todavía me encuentro analizando lo que acaba de pasar hace unas horas. Ya nada será como antes, eso es seguro. Aún puedo sentir su boca sobre la mía y no logro evitar llevarme una mano hasta mis labios, como si pudiera tocarlo.Después de que me deseó una buena noche, quedamos en que pasaría a buscarme mañana a las ocho de la mañana. Cuando me bajé de su auto y estaba por entrar a mi edificio, me giré para despedirme con la mano y Christopher me guiñó el ojo y emprendió rumbo de regreso.Me siento extraña, pero a la vez tranquila. No sé el porqué. Quizás sea por el hecho de que nos «declaramos» y sinceramos. Pero como ya he dicho antes, no me quiero ilusionar y quizás salir herida de todo esto.Para relajarme decido tomar una ducha. El agua caliente cayendo sobre mí siempre trae un efecto relajante. Me acerco a m
AshleeSuena insistente la alarma que me grita estridente que es hora de levantarme. Me giro hacia mi mesita de noche y la apago de un manotazo.Me levanto y empiezo a buscar mi ropa en mi closet para trabajar. Elijo un traje de dos piezas, esta vez uno con pantalón en vez de falda. Me agradaba usar este tipo de traje, ya que al vestirlo con zapatos de tacón me hace ver un poco más estilizada y alta.El traje es de color gris claro, mientras que la blusa es blanca, ceñida al cuerpo, pero no me aprieta, sino que es un poco suelta. Y por último, la corbata de un color lila que hace que todo quede combinado a la perfección. Mis tacones negros siempre acompañan cada combinación que elija. Para trabajar siempre me pongo unos tacones de color negro, así que poseo como cinco pares distintos, todos por supuesto, con diferentes diseños.Dejo toda mi ropa encima de
Después de comprar nuestros vestidos, fuimos a otra tienda, esta vez una zapatería para elegir los zapatos que usaríamos para la fiesta. En realidad, solo Sophie se compraría el calzado, como yo ya tenía de tacón negro, de seguro encontraría algún par que luciría perfecto con mi vestido.Al igual que la vez anterior, vio algunos en la vitrina y los buscó. Eran unas sandalias blancas y hermosas, de esas que cubren el dorso del pie, pero dejan al descubierto los dedos, y están adornadas con algunas piedrecitas que le dan un brillo especial. Yo diría que tienen unos diez centímetros de tacón. Como Sophie es baja siempre usa zapatos con bastante tacón. Todavía no entiendo cómo es capaz de nunca perder el equilibrio cuando los usa.Como siempre, Sophie y su buen gusto hacen que se vea espléndida con todas las prendas que se ponga.&mdash
Al día siguiente, me despierto para seguir con la rutina. Es jueves. Eso, al menos, hace que me alegre, ya que mañana es la fiesta de Mason y, sin duda, necesito distraerme.Me levanto y comienzo con mi día. Primero es la ducha, así que entro de inmediato al baño y busco una toalla para dejarla lista para secarme. Me acerco a la bañera y abro la llave para que el agua caliente comience a caer mientras me voy sacando la ropa. Una vez dentro, dejo que el agua caiga sobre mí, limpiándome los pensamientos y dejándome totalmente en blanco, liberándome de emociones y sensaciones de momento. Me lavo el pelo y millones de burbujas tengo sobre mi cuerpo gracias a mi adorado jabón de vainilla.Luego de unos treinta minutos en la ducha, salgo de esta totalmente relajada, envolviéndome en la toalla. Me acerco al lavamanos y tomando el secador empiezo a secar mi pelo. Después de otros quince
Finalizado el almuerzo, ya me siento bastante mejor en comparación a cómo estaba emocionalmente hace solo unas horas. Christopher, sin duda, se esmera en hacerme sentir mejor.—Con tu permiso, debo ir al baño —digo poniéndome de pie.—Adelante, Ash, yo mientras pediré la cuenta.—Está bien, ya regreso.Me alejo de la mesa y camino al baño de damas. Al abrir la puerta choco con una joven, es muy linda, pelirroja y con algunas pecas en su rostro. No es alta, pero tampoco tan baja. Lleva un vestido ceñido al cuerpo de color turquesa que hace que se vea hermosa. Es para envidiarla.—Discúlpame, por favor, no te vi —dice a modo de disculpa. Su acento me da a entender que no es americana, sino, al parecer, francesa.—No te preocupes, tampoco te vi.—Nos vemos —manifiesto en forma de despedida cuando ella, por su parte, alza l
AshleePor fin ya es viernes. En esta semana pasaron tantas cosas que solo ansío –como no me pasaba hace mucho tiempo–, ir a esa fiesta que organiza Mason, mi compañero de trabajo, porque necesito distraerme de todo lo vivido.No importa si es bueno o malo, por el momento solo aparece alguien en mi cabeza y ese alguien no es nadie más que mi jefe que, en solo dos días, ha revolucionado mi mundo como no pensé nunca que lo haría. De solo pensarlo sonrío. Sin duda, se ha convertido en alguien importante para mí.—Buenos días, señorita Thompson —escucho de pronto. Me asusto de tal modo que el café que estoy tomando se derrama por completo en mi ropa. Y como es de esperar, termina quemándome.—Mierda, ¡esto está muy caliente! —digo casi gritando sin mirar a quien me habla y por ende me asusta.<
La fiesta está en su punto máximo. Hace unas horas que hemos llegado y tengo que confesar que hasta el momento no me he aburrido para nada.He bailado con Sophie, Mason y otros compañeros de trabajo. También he tomado algunos tragos, por lo que ya me siento algo mareada. No soy de las que se emborrachan para pasarlo bien, pero lo que sí sé es que me encuentro mareada y que si sigo tomando, lo más seguro es que deba ir muy pronto al baño a vomitar. Lo bueno es que Mason también se preocupó de la comida, por lo que nadie ha pasado hambre por una buena cantidad de horas.—¿Por qué tan sola? —pregunta una voz a mi espalda. Esa cadencia se me hace conocida, pero ¿cómo llegó aquí? Me doy la vuelta para enfrentarlo.—Porque quería descansar un rato. Ya me duelen los pies de tanto bailar.—¿Y por qué no regre
Mi corazón dice sí a gritos, pero mi cabeza tiene miedo.Justo cuando voy a responder suena mi teléfono. Busco mi cartera y lo reviso. Un mensaje de Sophie.«Esto merece una explicación y de la buena. La espero el lunes en la oficina. Almorzamos juntas SÍ O SÍ.»No tengo idea si está así de broma o no, pero no es necesario que le responda para saber qué debo hacerlo de todas formas. Por lo que dejo mi celular nuevamente en la cartera y me giro para mirar a Christopher.Suspiro brevemente y tomo valor para lo que haré.Me acerco a él hasta quedar pegados y le rodeo otra vez el cuello con los brazos y él, a su vez, me abraza por la cintura. Acerco mi rostro al suyo, y cuando nuestras respiraciones se mezclan, unimos finalmente nuestros labios, sellándolos en un beso suave y apasionado, con entrega real de sentimientos, como no lo hemos hecho antes.