—Detective Castillo, tiene que venir a ver esto. —Agente Fabiola, ¿Que no ve que estoy con una testigo ahora mismo? —Le aseguro que es algo muy importante, señor. —¿Puede decírmelo ahora mismo? —Me temo es sumamente confidencial. —Entiendo.... Bueno señora Blas, le prometo que haré una investigación acerca de lo que acaba de contarme, e iré a hablar con el señor Jack Patterson personalmente. Pase por la otra oficina para que alguien tome su declaración por escrito, y luego la firme. —Muchas gracias, detective Castillo. La señora Blas salió de la oficina del detective Castillo, y de inmediato el infierno de desató. —Ahora sí, Fabiola, ¿Qué diablos pasa? —Apareció otra. —¿Otra qué? —Otra chica muerta. También tiene exactamente los mismos rasgos que Serena Blas, pero no es ella. —Demonios, vamos de inmediato. El detective Castillo y la agente Fabiola se movilizaron rápidamente hasta la escena del crimen, la orilla de un oscuro lago, en dónde ya se encontraba el agente Ramíre
—Entonces eso es lo que cree, cree que yo lo hice. A ver, respóndame algo, detective Castillo, Si eso es lo que cree, ¿Porqué no me arresta y me saca de la mansión esposado frente a todas esas personas? —preguntó Jack—. Yo le diré porqué, porqué no está seguro. Solamente está lanzando flechas al azar, quiere ver si por casualidad da en el blanco, pero la verdad es que solamente se encuentra caminando en la oscuridad, no sabe quién lo hizo, y mucho menos tiene un sospechoso claro. Jack Patterson se levantó para acercarse al detective Castillo. —Yo no he matado a Serena, jamás le haría daño, yo la amo demasiado para hacerle algo así, y si no puede confiar en mi palabra, entonces vamos a su oficina y me coloca frente a su estúpida máquina detectora de mentiras, o haga las pruebas que tenga que hacer, pero siempre va a tener el mismo resultado, ¿sabe porqué?, porque yo no lo hice. Jack estaba realmente exaltado. —Así que si no va a arrestarme ahora mismo, me temo que tendré que ped
— ¡Serena! — Jack... No es lo que parece.... Puedo explicarlo. — ¿Cómo pudiste hacerlo? — Solo guarda esa pistola, Jack. Podemos hablar como personas civilizadas. — Jack, amigo....— ¡No me llames amigo! — gritó con furia — estás con mi esposa, en mi cama, y en mi casa.— No cometas una locura, Jack. Mírame bien, soy tu esposa. — Ese precisamente es el gran problema, Serena... ¿Cómo fuiste capaz? — No te hagas el sorprendido, Jack. Sabías perfectamente que nunca te amé. Tú solamente has comprado mi cariño y compañía todos éstos años, pero es realmente Albert el amor de mi vida. — ¡Malditos! — exclamó con lágrimas en los ojos — los puedo hacer pagar por su traición, solamente con tirar de este gatillo. — ¡Entonces hazlo! — se levantó — sabes que no tienes las bolas para hacerlo. — Serena...— Tranquilo, Albert, yo sé lo que hago. Te conozco muy bien, Jack. Sé que no me harás daño. Todo esto es un show barato que estás armado para aparentar que eres un hombre respetado, pero no
— ¡Te amo! — dijo Serena acariciando suavemente el rostro de Jack mientras la brillante luz del sol se colaba por la ventana. — ¡Yo también te amo! Ese perfecto sueño fue interrumpido cuándo la cabeza de Jack Patterson fue metida dentro de agua muy fría. De regreso a la silla de interrogación. — Una vez más, señor Patterson, ¿En dónde está su esposa?— Ya te dije que no lo sé. — Mis compañeros examinaron toda su casa. — ¿Y la hallaron allí? — No, señor Patterson. Serena no estaba allí. — ¿Entonces que hago aquí? — Como le dije, usted es el principal sospechoso. Jamás había visto un caso como el suyo. Existen miles de pistas que apuntan directamente hacia usted. Tengo muchas preguntas que hacerle antes de dejarlo ir. — Hagas sus malditas preguntas de una vez. — Cuide su vocabulario. — Lo siento. Es que acaban de golpearme dos gorilas, y casi me ahogan en una tina congelada. — Si.... ¡Gajes del oficio! ... ¿Cigarrillo? El detective Castillo puso el cigarrillo en la boca de
— Buenos días, señor Brad Patterson. Soy el detective Castillo. Supongo que sabe por qué está aquí sentado en mi despacho. — Por supuesto. Es por la ramera de Serena Blas. De antemano le digo que está perdiendo su tiempo. Yo no tengo nada que ver con la desaparición de esa mujerzuela. — Ouch... "Ramera" es una palabra muy fea y muy fuerte, ¿No le parece? — Patrañas. Esa es la manera perfecta para describir a esa arpía, que desde el día que llegó a la vida de mi hijo fue su perdición. — Me gustaría saber más acerca de esa historia. De cómo se conocieron ellos dos, y como nació ese odio por la mujer que en algún momento hizo tan feliz a su hijo. ¿Sería tan amable de contarme un poco? — No le veo nada de sentido a esto, pero si eso hará que me dejen en paz, está bien. El año era 1999. — ¿Hace veinticuatro años? — Exacto, detective. Jack tenía veinte años y era un jóven estúpido y engreído, hijo de padres millonarios. — ¡Apresúrate, Jaime!, Necesito esas maletas en mi habitación d
— Si detective Castillo, yo también la amaba. Ella despertó en mí un fuego que jamás imaginé tener dentro de mí. Los encuentros con ella eran algo de otro mundo. El problema es que no era mía, ni mucho menos era de mi hijo. Ese tipo de mujeres es imposible no llegar a odiarlas mientras te mueres por volverlas a ver. — ¿Y Jack lo supo? — Si lo supo, pero algún tiempo después. Todo se mantuvo en secreto. Mientras él creía engañarme con su tonto plan de huir con ella, yo lo engañaba haciéndole el amor a su futura esposa. Ella era la única que sabía en dónde estaba parada. — ¿Estás lista para tu nueva sorpresa? — Si mi amor, sorpréndeme. — ¡Tarán! Jack se quitó la camisa para revelar el tatuaje que acababa de hacerce en la espalda. El nombre de Serena con letras grandes y legibles. Jack era un loco enamorado, valga la redundancia, porque locura y amor son exactamente lo mismo. — ¿Te gusta? — ¡Jack, es precioso!— No más precioso que tú. — ¡Qué cosas dices! — sonrió — haces que m
— ¿Quién es esa perra? Jack apenas lograba agacharse para esquivar el florero que se rompía en mil pedazos contra la pared al ser arrojado por su esposa Naty. — Ya te dije que solamente es una amiga del club, amor, por favor cálmate. — ¿Que me calme? ¿Quieres que me calme? ¿Cómo diablos quieres que me calme cuando quieres verme la cara de estúpida? Otro hermoso florero se hacía añicos contra la pared. — ¡Estás loca! ¡Simplemente estás loca! ¡Yo solo tengo ojos para tí! — Solo tienes ojos para mí, pero tienes verga para esa mujerzuela.... Yo te ví, Jack... Te ví besándola. Al menos ten el valor de admitirlo como hombre. — ¡Demonios! Jack limpiaba el sudor de su cara buscando algo de valor, una excusa que quizás lo sacara de esa situación, pero en ese momento supo que no podía seguir mintiendo. En su matrimonio ya no había espacio para una mentira más.— Muy bien, Naty. Tú ganas.... ¡Lo admito! — ¿Admites que tienes una amante? — admito que soy amante de Serena Blas. — Oh Dio
Jack Patterson no podía creer que había vuelto a la compañía de su padre. Esa a la que un día prometió jamás volver. Es increíble las vueltas que da la vida. Ahora se encontraba nuevamente recorriendo los pasillos, y viendo esas oficinas, en las cuáles tuvo tantos momentos inolvidables junto a Serena. De hecho, mientras acariciaba los barandales de las escaleras, vino a su mente un recuerdo muy vívido, como si estuviera viendo una especie de película en sus pensamientos. —¿Te gusta? Preguntó Jack a Serena mientras él extendía los brazos para mostrarle la majestuosidad de aquella gigantesca compañía..—¡Es inmensa! —Y será toda tuya... Toda ... Tuya... —La besó. —Es la primera vez que estoy en un lugar tan gigantesco, Jack. No tengo idea de cómo voy a manejar un lugar así yo sola. —Pero es que tú nunca vas a estar sola. Yo siempre estaré a tu lado. —Sinceramente me preocupa mucho tu padre, pues ya sabes. El me odia después de .... Lo que pasó. —Olvida eso, y no te preocupes por