Brad Patterson

— Buenos días, señor Brad Patterson. Soy el detective Castillo. Supongo que sabe por qué está aquí sentado en mi despacho. 

— Por supuesto. Es por la ramera de Serena Blas. De antemano le digo que está perdiendo su tiempo. Yo no tengo nada que ver con la desaparición de esa mujerzuela. 

— Ouch... "Ramera" es una palabra muy fea y muy fuerte, ¿No le parece? 

— Patrañas. Esa es la manera perfecta para describir a esa arpía, que desde el día que llegó a la vida de mi hijo fue su perdición. 

— Me gustaría saber más acerca de esa historia. De cómo se conocieron ellos dos, y como nació ese odio por la mujer que en algún momento hizo tan feliz a su hijo. ¿Sería tan amable de contarme un poco? 

— No le veo nada de sentido a esto, pero si eso hará que me dejen en paz, está bien. El año era 1999. 

— ¿Hace veinticuatro años? 

— Exacto, detective. Jack tenía veinte años y era un jóven estúpido y engreído, hijo de padres millonarios. 

— ¡Apresúrate, Jaime!, Necesito esas maletas en mi habitación de inmediato. 

— Cómo ordene, señorito Jack.

— Hoy será el mejor día de nuestras vidas. Vamos a conocer a las chicas con los cuerpos más increíbles de todo el mundo, y nos amaran porque somos ricos. 

— ¿En serio lo crees, Jack? 

— Marcus. En todo este tiempo siendo mi amigo, ¿Cuándo te he dicho mentiras? 

— Era el desfile para elegir a la mujer más bella de la ciudad. Lo dejé ir hasta esa playa con la esperanza de que conociera a una mujer con clase, y digna de llevar nuestro apellido al convertise en su esposa. 

— ¿Fue cuándo conoció a Serena? — preguntó el detective Castillo. 

— Ella era la favorita para ganar el certamen. La favorita del público. En la comunidad le tenían mucho cariño. 

— Jack, mira todas esas mujeres... ¡Son perfectas! 

Sin embargo Jack no estaba realmente interesado en ninguna. 

— Señoras y señores. Preparen sus aplausos para recibir a la señorita Serena Blas — dijo el animador del evento. 

Algo pasó cuando Jack vió a Serena. Algo nació en él, algo comenzó a dar vueltas. Desde ese instante, Jack supo que las cosas jamás volverían a ser iguales. 

— ¿En serio te gusta ella?, Pero es seis años mayor que tú, Jack. 

— ¿Y eso qué?... ¡Marcus!, Solamente necesito que le vayas a llevar la botella de champagne, y le digas que yo se la envío... ¿Harías eso por mí? 

— ¡Rayos! .... 

El salón de fiesta estaba repleto de personas, y Marcus debía interrumpir la charla entre amigos luego del certamen de belleza para llegar hasta Serena. 

— Señorita Blas, para usted. 

— ¡Oh gracias, qué lindo! 

— Se la envía aquel chico de la barra.

Marcus regresó rápidamente a la barra junto a su compañero. 

— ¿Que te dijo? ¿No le gustó el champagne? ¿Se molestó? 

— ¿Porqué no le preguntas tú mismo? Viene caminando directamente hasta acá. 

— ¡Oh m****a!

Jack peinó rápidamente su cabello disimuladamente con su propia mano. 

— Vengo a agradecer personalmente el lindo gesto que tuviste conmigo. Soy Serena, por cierto. Serena Blas, mucho gusto. 

— Si, ya sé tu nombre. Lo escuché en el concurso. Es una lástima que no hayas ganado. Pienso que tenías todo para ganar el certamen. Yo soy... 

— Jack Patterson. Supongo que todos aquí sabemos quién eres, Jack.

— Si claro. La fama de mi padre me precede. 

— No puedo decir a ciencia cierta que le pasó a mi hijo esa noche, detective, pero le puedo asegurar que no volvió a ser el mismo desde ese día. Regresó a la mansión tomado de mano con esas mujer. Debo ser sincero con usted, y confesarle que tuve un mal presentimiento desde que la ví por primera vez. 

— Mamá, papá, les presento a Serena, mi futura esposa. 

— Oh hijo, eso es maravilloso. 

— Gracias mamá, y tu papá, ¿No tienes nada que decir? 

— ¡Bienvenida! — dijo el señor Patterson sin mucho ánimo. 

La relación entre Serena y Jack creció rápidamente. Él se enamoró de una manera insólita. Cada vez le daba regalos mucho más costosos y románticos para demostrarle su amor. Desde joyas hasta un yate privado, personalizado con su nombre. 

— Jack, es hermoso.... Y tiene mi nombre en él. 

— Es tu yate, Serena. Es todo tuyo. 

— No tengo palabras... — Serena no podía hablar de la emoción, solamente se cubría la boca con las manos.

— ¡Te amo! 

Jack gritaba como loco mientras corría de reversa sobre la arena de la playa hasta sumergirse en el agua. 

— Amo pasar mis días contigo, Serena. Lo juro por todo este océano que nos rodea, y sobre este yate que acabo de regalarte. Pronto seremos esposos. Viviremos felices para siempre. 

— Yo también te amo, Jack. Y no veo el día en que nos casemos, pero existe un problema. 

— ¿Cuál problema?

— No quiero vivir en la mansión de tus padres. Es obvio que tu padre me odia.

— No le hagas caso. Ya se le pasará con el tiempo. 

— No, Jack. Quiero que huyamos. Quiero que tomes tu fortuna y nos vayamos a un lugar muy lejos de ellos. En dónde solamente podamos ser tú y yo. Vivamos nuestra vida como toda una aventura sin fin. 

— Un momento, un momento, señor Patterson. No estoy entendiendo nada. Usted me dice que ella era una mala mujer, pero hasta el momento todo suena como una linda historia de amor. 

— Y así lo hizo ver ella, detective. Hasta que un día la escuché hablando por teléfono con su madre. 

— Si mamá. El muy idiota está loco por mí. Aceptó irse conmigo al extranjero y traerse consigo toda su fortuna. Es la oportunidad perfecta para disfrutar de su dinero sin que nadie pueda hacer nada para impedirlo. 

— ¡Eso era todo lo que quería saber! — gritó el señor Patterson entrando de manera abrupta en la habitación. 

— ¿Señor Patterson? 

— Deberías cerrar la puerta antes de revelar tus planes malévolos.

— ¿Y ahora qué? ¿Me va a delatar con su hijo? ¿Le dirá que no lo amo como él cree? 

— Eres una arpía... Yo.... Yo... 

— Usted no dirá nada — indicó Serena comenzando a besar los labios del señor Patterson, y de esa manera le brindó la mejor noche de pasión, que jamás tuvo en toda su vida.

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